Ante la guerra en Ucrania

¡Ni Biden ni Putin! ¡Hay que defender la paz y la neutralidad!

El destino de Europa no puede quedar en manos de Biden y Putin. España no puede participar en una escalada militar que amenaza la estabilidad del continente. La UE no puede estar supeditada a los intereses norteamericanos, debe ser parte activa en la resolución del conflicto. Es el momento de defender una alternativa de paz y neutralidad.

La amenaza de una guerra vuelve a sacudir Europa. Vivimos una escalada bélica en torno a Ucrania cuyas consecuencias pueden ser imprevisibles.

La OTAN ha puesto a sus tropas en “estado de alerta”, mientras aumenta su presencia militar en Europa del Este. Y Rusia ha desplegado 127.000 soldados ante las fronteras ucranianas.

No es que pueda estallar un conflicto en el continente donde vivimos, es que estamos directamente implicados en él… y cada vez más. España acaba de enviar, bajo mando de la OTAN, buques de guerra al Mar Negro, y en febrero desplegará aviones de combate en Bulgaria.

Una vez más, Europa sufre las consecuencias de la intervención norteamericana, que pretende incrementar su presencia militar en el continente, y la agresividad de una Rusia que busca imponer su dominio sobre el espacio ex soviético.

El destino de Europa no puede quedar en manos de Biden y Putin. España no puede participar en una escalada militar que amenaza la estabilidad del continente. La UE no puede estar supeditada a los intereses norteamericanos, debe ser parte activa en la resolución del conflicto. Es el momento de defender una alternativa de paz y neutralidad.

Ucrania, la pieza clave

No es casual que el epicentro de la tensión esté focalizado en Ucrania. Es una pieza clave y decisiva tanto para EEUU como para Rusia.

Entender lo que hoy sucede en Ucrania exige volver a “El gran tablero mundial: La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos”, escrito por Z. Brzezinski, uno de los principales analistas de la superpotencia.

Allí Brzezinski calificaba a Ucrania como “pivote geopolítico”. Es la inevitable puerta de entrada de Rusia a Europa y a las bases militares del Mar Negro, que se proyectan al Mediterráneo. Si Moscú domina Ucrania, se multiplica su capacidad de intervención sobre Europa. Pero sin Ucrania, Rusia queda limitada a la condición de “imperio asiático”. Por eso, en palabras de Brzezinski, EEUU debe “asegurar su presencia en Ucrania a toca costa”.

En 2014 ya se evidenció como Ucrania es la mecha que puede encender un conflicto.

EEUU instigó y financió una “revolución de colores” que defenestró al gobierno prorruso de Viktor Yanukóvich, que pretendía reforzar los vínculos con Moscú. Abriendo el camino a una futura integración de Ucrania en la UE y la OTAN.

Entender lo que hoy sucede en Ucrania exige volver a “El gran tablero mundial. Allí, Brzezinski calificaba a Ucrania como “pivote geopolítico”.

La reacción de Moscú fue virulenta. Tropas rusas se desplegaron en la península de Crimea, para proteger la estratégica base militar que domina el Mar Negro. Bajo la ocupación militar, Rusia se anexionó Crimea. Al mismo tiempo, Moscú impulsó movimientos separatistas en la región del Donbass, al este de Ucrania.

Los efectos de ese conflicto fueron permanentes. EEUU y la OTAN ampliaron su presencia militar en el este europeo, reforzando por ejemplo la Policía Aérea del Báltico, en la que participan aviones españoles. Y estallo una guerra en el Donbass, entre el poder central ucraniano y las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lunhask, que ya ha provocado 14.000 muertos.

Instalándose un foco permanente de tensión en el corazón de Europa, que ahora amenaza con desbordarse.

Entre Washington y Moscú

Washington y Moscú vuelven a convertirse en factores de guerra que amenazan la paz y la estabilidad de Europa.

Tras la implosión de la URSS, las fronteras de la OTAN, es decir de la presencia militar norteamericana, han avanzado cientos de kilómetros hacia el este. Trece países de la Europa Oriental -desde Polonia, Bulgaria o Rumania hasta los países bálticos- han quedado encuadrados bajo el despliegue militar global norteamericano.

Y ese avance hacia el este todavía no se ha detenido. Washington intentó incorporar a Georgia a la OTAN en 2008, y en los últimos meses se han reactivado las propuestas de admisión en la Alianza Atlántica de Suecia, Finlandia… y Ucrania.

El aumento de la intervención militar norteamericana es el primer factor de desestabilización, y la principal amenaza para la paz en el continente.

La pieza de “caza mayor” en este proceso es Ucrania. EEUU ha proporcionado a Kiev desde 2014 más de 2.500 millones de ayuda bélica, que ahora se incrementan, y la vinculación de Ucrania con Washington en el terreno militar se multiplica.

Esta es una “línea roja” para Moscú. Y Rusia ha aprovechado las dificultades norteamericanas -hace pocos meses que Washington se vio obligado a retirarse definitivamente de Irak y Afganistán- parar dar un golpe encima de la mesa.

En diciembre, Moscú hizo públicas sus condiciones: prohibición de nuevas ampliaciones de la OTAN, compromiso de los “países fundadores” de la Alianza a no desplegar fuerzas militares en los nuevos miembros -lo que implicaría la retirada de la presencia militar norteamericana en muchos países del este-, y exigencia de una renuncia de EEUU a toda cooperación militar con Ucrania y otros países ex soviéticos, vetando especialmente su incorporación a la Alianza Atlántica.

Como ex superpotencia, heredera de la URSS, Moscú, bajo la dirección de un ex KGB como Putin, no conoce otra forma de “negociación” que el chantaje de la amenaza militar. Para defender sus posiciones, Rusia ha desplegado 127.000 soldados cerca de la frontera con Ucrania, ha reactivado maniobras militares en Bielorrusia y el Mar Báltico… Subiendo varios grados la temperatura de una olla a presión que amenaza con explotar.

¿En qué situación nos encontramos? ¿Existe un peligro real de que acabe estallando una guerra? ¿Cuál es el curso más probable de los acontecimientos?

Las maniobras de EEUU y la OTAN son preocupantes. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha anunciado que incrementará la presencia militar en países como Bulgaria y Rumanía. Washington contempla el envío de miles de tropas, buques de guerra y aviones a Europa del Este y los países bálticos, y ha autorizado que Letonia, Estonia y Lituania envíen a Ucrania de forma inmediata misiles de fabricación estadounidense.

El aumento de la intervención militar norteamericana es el primer factor de desestabilización, y la principal amenaza para la paz en el continente. Pero como heredera de la superpotencia soviética, la Rusia de Putin no conoce otra forma de “negociación” que el chantaje de la amenaza militar.

Tras el fracaso en Irak, y cuando todavía le escuece la caótica retirada de Afganistán, EEUU no está en disposición de afrontar un despliegue bélico masivo. Pero sí se anuncia un nuevo salto en la presencia militar norteamericana en Europa, que como ocurrió tras los sucesos de 2014, se convertiría en permanente y añadiría nuevos factores de tensión.

Las posibles respuestas de Moscú son el otro factor que añade gravedad a la situación.

Moscú puede utilizar la “llave del gas”, de la que depende una parte importante del suministro energético europeo, como arma de chantaje.

Y, sobre todo, Rusia pueda activar en Ucrania la “solución Georgia”. Cuando en 2008 se puso sobre la mesa la incorporación del país ex soviético a la OTAN, Moscú impulsó los movimientos secesionistas en Osetia del Sur y Abjasia, provocando una guerra e inoculando una permanente desestabilización que hiciera imposible la entrada de Georgia en la Alianza Atlántica. Ahora, Moscú puede volver a jugar la carta de la fragmentación amenazando con reconocer como Estados independientes a las repúblicas del Donbass.

La losa de la dependencia o Europa como “convidado de piedra”

Asistimos al vergonzoso espectáculo de que, ante la posibilidad del estallido de un conflicto bélico en suelo europeo, Europa ha sido reducida al papel de un “convidado de piedra” sin capacidad de intervención.

En las reuniones diplomáticas destinadas a reconducir el conflicto no está presente Ucrania, ni ningún país de la UE. Sufrimos las consecuencias de una escalada bélica que amenaza la estabilidad de todo el continente, pero no tenemos ni voz ni voto.

Se condena a los europeos a depender de las negociaciones entre EEUU y Rusia. Y solo podemos intervenir como miembros de la OTAN, es decir bajo la batuta norteamericana.

Washington exige a la UE un alineamiento incondicional que atenta contra los intereses europeos. Una escalada bélica con Moscú, aunque no llegue a convertirse en una guerra abierta, inocularía un peligroso foco de tensión que afectaría a la misma estabilidad europea. La ruptura de relaciones comerciales con Rusia o la imposición de nuevas sanciones a Moscú, tal y como exige la Casa Blanca, perjudicaría seriamente la economía europea. Es necesario recordar que el 40% del gas y el 25% del petróleo consumido en la UE proceden de Rusia.

EEUU está imponiendo con la crisis ucraniana un nuevo salto en el encuadramiento militar de la UE. Francia enviará tropas a Rumania bajo mando de la OTAN, Dinamarca va a enviar una fragata al mar Báltico y desplegar cuatro cazas F-16 en Lituania, Países Bajos desplegará dos aviones de combate F-35 en Bulgaria…

Se condena a los europeos a depender de las negociaciones entre EEUU y Rusia. Y solo podemos intervenir como miembros de la OTAN, es decir bajo la batuta norteamericana.

La dependencia respecto a EEUU, y su capacidad de intervención en el continente, es una losa tan pesada que no solo nos impone recortes sino que se ha convertido en una amenaza para la paz en Europa.

Estamos obligados a participar en una escalada bélica de la que solo podemos salir perjudicados… mientras el futuro de Europa lo deciden Biden y Putin.

España, fuera de la guerra

El pasado 21 de diciembre, el Consejo de Ministros aprobó la “contribución de las Fuerzas Armadas españolas a misiones de la OTAN, la ONU y la Unión Europea durante 2022”. Entonces, sin que trascendiera a la opinión pública, se certificó un nuevo salto en nuestra implicación en la maquinaria militar norteamericana. El aumento de la tensión en Ucrania, y las exigencias estadounidenses de una mayor implicación europea, ha provocado que se aceleren las misiones que entonces se aprobaron.

La fragata Blas de Lezo y el buque de acción marítima Meteoro ya han zarpado rumbo al Mar Negro, para formar parte de la flota de buques de escolta de la OTAN, en una zona de máxima tensión. En febrero, España enviará cuatro cazas Eurofighter a Bulgaria. Participamos con 350 militares en la Operación Presencia Adelantada Reforzada de la OTAN, ubicada en Letonia, a 120 kilómetros de la frontera rusa. Y España tiene asignadas unidades militares en la Fuerza de Respuesta Reforzada de la OTAN (e-NRF) y a la Fuerza Conjunta de Muy Alta Disponibilidad (VJTF), listas para movilizarse en caso de crisis.

España no puede contribuir a una escalada bélica en pleno corazón de Europa. Debemos ser un factor de paz y neutralidad, y no de guerra.

Corremos, además, el riesgo de que la “crisis ucraniana” se salde con un nuevo salto en nuestro grado de dependencia hacia la superpotencia norteamericana.

En 2017, el entonces ministro de Exteriores de Rajoy, García Margallo, reconoció que el tímido pronunciamiento de la Casa Blanca a favor de la unidad de España, en plena escalada del procés, fue a cambio de la incorporación de España a las patrullas aéreas en el Báltico, junto a las fronteras rusas.

Ahora, Enric Juliana acaba de publicar que “Sánchez se coloca en primera fila de la OTAN para conseguir más apoyo de EEUU en el Magreb”. Añadiendo que “España vuelve a tener buena sintonía con Washington. La coronación de esta estrategia debería llegar el mes de junio cuando se celebre la asamblea general de la OTAN en Madrid”.

España no puede contribuir a una escalada bélica en pleno corazón de Europa. Debemos ser un factor de paz y neutralidad, y no de guerra.

El sometimiento a los dictados de Washington ha impuesto una “tregua” en los constantes ataques del PP al ejecutivo. Con Pablo Casado trasladando su apoyo al gobierno como “posición de Estado” en la crisis de Ucrania.

Mientras Unidas Podemos, que se apresuró a defender una “posición no belicista y contraria a una escalada militar en la zona”, ha acabado por acatar el nuevo envío de tropas, admitiendo que “España forma parte de la OTAN y como miembro del Gobierno de coalición respetamos los acuerdos alcanzados”.

Una alternativa para defender la paz y la neutralidad

Ante el peligro de una escalada bélica de imprevisibles consecuencias, debemos impulsar decididamente una alternativa en defensa de la paz y la neutralidad.

Basada en un principio básico: la resolución de un conflicto en Europa debe estar en manos de los europeos.

Si la paz en Europa depende de las negociaciones entre EEUU y Rusia, el escenario no puede ser más preocupante. Si la UE actúa sometida a los intereses norteamericanos estará azuzando un conflicto del que solo puede esperar pérdidas.

En España existe una amplísima mayoría que rechaza verse implicada en nuevas guerras y defiende la paz y la neutralidad. Es absolutamente transversal, de ella forma parte la izquierda pero también la mayoría de los sectores encuadrados en la derecha.

Si la paz en Europa depende de las negociaciones entre EEUU y Rusia, el escenario no puede ser más preocupante. Si la UE actúa sometida a los intereses norteamericanos estará azuzando un conflicto del que solo puede esperar pérdidas.

Debemos plantear una posición clara y rotunda, basada en:

Llamando a todas las instituciones de la Unión Europea -el Parlamento Europeo, la Comisión Europea, el alto representante de la UE para Asuntos Exteriores…- a ponerse al servicio de una labor de mediación que permita alcanzar una solución negociada, base para una paz estable.