Historia

Nada más que la verdad

Guernika después del bombardeo

A la luz del movimiento por la recuperación de la memoria histórica, 1.500 familias se han levantado para exigir lo que es suyo. Bajo el pretexto de la incautación de «papel moneda puesto en circulación por el enemigo», o el burdo juicio polí­tico, el Régimen se apropió de cientos de miles de pesetas – al cambio de la época, millones de euros – de estas familias. Pero nos corresponde, como ejemplarmente hacen las asociaciones populares y de familiares, o intelectuales como el historiador Ian Gibson, contar todo lo que se oculta. Incluso lo que utilizando reivindicaciones justas como la de estas 1.500 se intenta «marear».

La deuda no es solo monetaria con estas familias, es con el conjunto del aís. En el 2002 el juez Garzón solicitó interrogar al ex-Secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, por su implicación en la Operación Condor y la dictadura de Pinochet. La petición fue denegada. Si se hiciera efectiva la responsabilidad penal del Gobierno norteamericano en este caso ¿cuál sería la indemnización y la reposición a exigir?. En los últimos años la prensa progresista se ha deleitado con la bandera de “la memoria histórica”, poniendo en primera plana a familias como estas que desean encontrar a sus familiares asesinados o reponer la honra manchada por condenas arbitrarias y asesinatos cuyo único objetivo era el expolio de bienes. Tal y como no se duda en hacer con los casos de indemnización a familias o países por el genocidio judío. Pero ni una sola palabra se ha escrito sobre la responsabilidad de las potencias civilizadas y neutrales durante la Guerra Civil: EEUU, Francia e Inglaterra. Hace un año, Edwin Krales, asiduo colaborador de la revista de izquierdas norteamericana “Counterpunch”, escribía un interesante artículo sobre el tema. En el denunciaba y detallaba la participación norteamericana, especialmente, en la Guerra Civil Española y, posteriormente, en la IIª GM, y como trabajaron por minar las leyes de neutralidad que nunca fue tal. Así crearon una red global de “subsidiarias, afiliados, junta de directores, bancos y control directo sobre la producción extraterritorial de EEUU como conductos para enviar dinero y material de guerra a los fascistas españoles”. General Motors, Ford, Standard Oil, IBM, y otras tenían plantas de manufactura en Alemania, estableciendo directa e indirectamente acuerdos comerciales con las tropas de Franco. En los innumerables envíos, las compañías de EEUU contaron con la ayuda de Cordell Hull, el Secretario de Estado bajo la presidencia de Roosvelt: “Henry Ashby Turner, JR, en su libro “General Motors y los Nazis” escribió que la GM controlada por Du Pont, el Standar Oil de New Jersey controlado por Rockefeller, y la compañía alemana IG Farben produjeron tetraetilo de plomo en plantas alemanas bajo el nuevo nombre de Ethyl G.m.b.H. El tetraetilo de plomo fue usado para reforzar la gasolina alemana de bajo grado hecha de carbón y así convertirla en combustible adecuado para la aviación” General Motors participó también en la construcción de los JU-88 de la compañía Daimler-Benz, que eran los aviones más usados por la aviación alemana. Más concretamente, los JU-52/3m, responsables de la masacre de Guernica, funcionaban con motores de la estadounidense Pratt ¬ Whitney. La IG Farben fue unos de los patrocinadores financieros de la campaña, y en sus libros de contabilidad son mencionados representantes norteamericanos de las principales corporaciones participando en la gestión ejecutiva: Walter Teagle, presidente de Standard Oil de New Jersey; Charles Mitchell, presidente de National City Bank de Nueva York; y Edsel Ford. Edwin Krales cita en su artículo otras obras de referencia sobre el tema que proporcionan información, como el libro de Charles Higham “Comerciando con el enemigo”: “Joseph J. Larkin, vicepresidente para asuntos europeos del Chase National Bank de Rockefeller, fue otro vehemente partidario de los rebeldes fascistas españoles. Cuando el embajador republicano español, Fernando de los Ríos, trató de abrir una cuenta en el Chase en octubre de 1936 “con el propósito de ser utilizada para conseguir ayuda local para el gobierno español, incluyendo la Brigada Lincoln,” Larkin la rechazó. Larkin también canceló una cuenta abierta para la España Republicana en la filial del Chase National en París. Para destacar su posición favorable a los fascistas, “Larkin aceptó la cuenta de Franco y la cuenta del Reichsbank, aunque el Reichsbank estaba bajo el control personal de Hitler.”