Mientras las bombas caen sobre Kiev, mientras la artillería rusa aplica la «doctrina Grozni» sobre Mariupol, los misiles alcanzan el aeropuerto de Lviv, a solo 70 kilómetros de Polonia, y los refugiados superan los tres millones, las delegaciones negociadoras de Rusia y Ucrania siguen reuniéndose. Las voces más optimistas hablan de «primeros síntomas esperanzadores» en la negociación, que podrían conducir a frenar la guerra. Pero tal cosa, si es que se produce, está aún lejana.
Tres semanas de invasión de Ucrania dejan un país devastado, sometido a toda la crueldad y a los crímenes de guerra de la que es capaz Putin y el imperialismo ruso.
Ciudades arrasadas, edificios civiles -escuelas, hospitales y refugios para la población incluidos- destruidos por los proyectiles rusos. La ciudad de Mariupol asediada, helada y hambrienta, sometida a un castigo militar parostíxico, equiparable a la carnicería cometida por Putin en Grozni o Alepo. Ucranianos tiroteados por los soldados del Kremlin en Chernígov mientras hacían cola para comprar pan, o cuando salían del coche con las manos en alto. Rusia bombardeando un teatro -una vez más, en Mariupol- donde había más de mil civiles, ignorando la palabra «niños» escrita con grandes letras en el suelo del párking a ambos lados del edificio.
También son tres semanas de resistencia encarnizada. Tres semanas en las que ha fracasado la guerra relámpago planeada por el Kremlin, en las que Ucrania y sus principales ciudades, incluida la capital, caerían fácilmente ante la abrumadora superioridad militar rusa. Tal cosa no ha pasado. Los ataques ucranianos han logrado causar un enorme número de bajas entre el ejército invasor. El Pentágono estima en 7.000 los soldados rusos muertos en tres semanas, y al menos en el doble (entre 15.000 y 21.000) los heridos e incapacitados, lo cual sería más que todos los militares de EEUU muertos en Irak y Afganistán durante 20 años. Los ucranianos han logrado abatir al menos a tres generales del Kremlin en el campo de batalla. Ante esta feroz resistencia, que ha ralentizado su avance y amenaza con estancarlo, Rusia está movilizando nuevas tropas hacia Ucrania. Y mientras, nuevas armas occidentales llegan a manos de los ucranianos.
También son tres semanas de resistencia encarnizada, en las que ha fracasado la guerra relámpago planeada por el Kremlin. Y en las que los ucranianos han infringido al invasor miles de bajas y logrado ralentizar el avance de las tropas rusas
En el plano internacional, las sanciones están golpeando duramente a la economía rusa. La imposibilidad de financiarse en los mercados internacionales ha hecho que Moscú esté al borde de la bancarrota. En el último momento, Rusia se ha salvado del ‘default’ y ha logrado abonar los 117 millones de dólares de deuda. Una situación que podría complicarse mucho más para Putin si la UE sigue finalmente los pasos de EEUU y decide suspender la compra de gas ruso.
Algunas señales de avance diplomático
Este es el contexto desde el que se deben leer las negociaciones, que a pesar de la violencia no se detienen, entre las delegaciones de Rusia y Ucrania.
A pesar de la crudeza de la guerra, y con todas las cautelas de una situación que es extremadamente volátil y en la que Rusia conserva una indiscutible superioridad y mantiene la iniciativa, ambas partes reconocen señales de avance diplomático.
Moscú y Kiev trabajan en un plan de paz sobre un borrador de 15 puntos, según ha adelantado el diario Financial Times. Ese acuerdo prevé la renuncia de las autoridades ucranias a integrarse en la OTAN, una línea roja para Moscú, y una limitación de sus Fuerzas Armadas a cambio de un alto el fuego y la retirada de Rusia.
El acuerdo todavía está lejano, y el avance de estas negociaciones depende en gran parte de la correlación de fuerzas en el campo de batalla.
¿Qué exige Rusia en la mesa de negociación?
La primera exigencia es un compromiso de que Ucrania no se sumará a la OTAN y que «no haya bases ni armamento extranjero en el país». Exigen incluso que Ucrania consagre esto en su Constitución, pero en el documento se refieren a «alianzas internacionales» en general, lo que también podría significar un veto a que Ucrania se adhiera la Unión Europea en el futuro.
Para ello, Rusia sugiere que Ucrania se comprometa a un estatus neutral siguiendo los modelos de Suecia y Austria. ¿En qué consiste? En el caso austriaco, el parlamento de Viena aprobó en plena Guerra Fría (1955) una ley constitucional que establece la “neutralidad perpetua” del país. El tratado establece que Austria no puede unirse a una alianza militar, permitir el establecimiento de bases militares extranjeras dentro de sus fronteras o participar en una guerra. En el caso sueco, el país se convirtió en 2016 en un «afiliado de la OTAN» (no un miembro), y firmó un tratado que permite que las operaciones de la OTAN se realicen dentro de las fronteras del país.
Pero además, Rusia quiere que Ucrania renuncie a partes de su territorio, aceptando bajo amenazas los hechos consumados. Que se reconozca la anexión de Crimea que Rusia llevó a cabo en 2014. Y que se acepte la independencia de las “repúblicas populares” de Donetsk y Lugansk, situadas en la región oriental ucraniana del Donbás y reconocidas por Rusia.
Rusia quiere que Ucrania renuncie a partes de su territorio, aceptando bajo amenazas los hechos consumados, que acepte la anexión de Crimea y del Donbás.
Además, Moscú exige la «consagración de los derechos del idioma ruso en Ucrania”, donde el ucraniano es el único idioma oficial, aunque la mayoría de la población -incluido Zelenski- es bilingüe. E insisten en la «desnazificación del país».
¿Qué exige Ucrania?
Lo primero que exige el país invadido es un alto el fuego inmediato y la retirada de las tropas rusas de los territorios invadidos desde el 24 de febrero -incluyendo el Donbas y las regiones del sur a lo largo de los mares de Azov y Negro, así como el territorio al este y al norte de Kiev-, así como garantías de seguridad.
Zelenski ya ha renunciado públicamente a que Ucrania se integre en la OTAN, pero exige un modelo de neutralidad propio, y no basado en otros como el de Austria o Suecia. Y por supuesto, mantener un ejército propio.
Kiev exige además el compromiso por parte de “un número de países” -entre ellos EEUU, Reino Unido y Turquía- de garantizar la seguridad de Ucrania en caso de ataque a cambio de no entrar en la OTAN. Este compromiso incluiría que los “países garantes” se posicionen de manera activa del lado de Ucrania en el conflicto y aseguren oficialmente que se proporcionará armas a Ucrania en caso de guerra.
Las exigencias de Ucrania también incluyen que se cierre el espacio aéreo en caso de ataque, una reclamación que los ucranianos siguen haciendo a los países de la OTAN, pero que ésta se ha negado a satisfacer, porque implicaría el derribo de aparatos rusos por parte de la Alianza y por tanto una escalada descontrolada del conflicto.