El mapa político tras un largo ciclo electoral

Mejores condiciones para el pueblo

En un solo mes hemos vivido unas elecciones generales, unas europeas y unos comicios municipales y autonómicos. Esta concentración de urnas ha redefinido el mapa político, desde el gobierno central a los de comunidades y ayuntamientos.

¿En qué sentido se ha movido la sociedad española? ¿Qué nuevas condiciones políticas se han creado?

Ha ganado el pueblo y la mayoría progresista. Y han perdido quienes pretenden perpetuar e incrementar los recortes y el saqueo. Este es, más allá del resultado de batallas parciales, el balance general de este ciclo electoral, que algunos pretenden ocultar o emborronar.

Los comicios del 26 de mayo no han sido únicamente un “superdomingo electoral”, donde confluían tres convocatorias o una “doble vuelta” de las generales, ni se estaba decidiendo solo la representación en el parlamento europeo o la distribución del poder territorial. 

Suponían el fin de un largo ciclo electoral donde, como sucedió en 2015 y 2016, iba a definirse una correlación de fuerzas política que determinaría si podía seguir avanzando el proyecto de saqueo y recortes impuesto a partir de 2010, o si se imponía la mayoría que lo rechaza.

Visto de conjunto -en un cuadro general donde inevitablemente existen avances y retrocesos, luces y sombras- lo que ha sucedido es que, como plantean algunos analistas como J.A. Zarzalejos, “se ha abierto un ciclo de izquierdas”, marcado por el avance de una mayoría progresista que sigue jugando un papel  político clave.

Este “ciclo electoral” se abrió, no con las andaluzas del pasado diciembre, sino con el triunfo de la moción de censura que desalojó al PP de la Moncloa. Y ha tenido como cita determinante unas generales donde la movilización del voto progresista impidió la configuración de un “gobierno de los recortes” encabezado por el PP y en el que se incluyera Vox.

Lo que ha sucedido en las generales y europeas, pero también en las autonómicas y municipales, debe leerse desde aquí.

El PSOE de Pedro Sánchez obtuvo un sonoro triunfo en las generales, pasando de 84 a 123 escaños.  Y en las europeas no solo ha sido el partido más votado, con una distancia de 12 puntos respecto al PP, sino que ha incrementado su peso en el voto global respecto a las generales. 

Este movimiento se ha trasladado a los comicios locales. En las autonómicas, el PSOE ha sido la primera fuerza política en 10 de las 12 autonomías donde se celebraban elecciones, ganando en feudos históricos del PP como Castilla-León, La Rioja, Madrid o Murcia. Y en las municipales los socialistas han ocupado el primero puesto -algo que no sucedía desde 2.003-, superando en más de 1,5 millones de votos al PP.

Esta inapelable victoria del PSOE es expresión, en primer lugar, de que ha concentrado buena parte del voto progresista. Sabemos que fue el PSOE quien con Zapatero encendió la rueda de los recortes en España. Y que algunos de los barones locales que han salido más beneficiados de las urnas (como García Page en Castilla La Mancha o Fernández Vara en Extremadura) participaron del “golpe interno” que permitió a Rajoy llegar a la Moncloa en 2016.

Pero lo que ha salido reforzado de este largo ciclo electoral en el seno del PSOE es la dirección que representa Pedro Sánchez, que tiene ahora la iniciativa política. Y la actuación del PSOE -con los límites impuestos desde Bruselas, las exigencias norteamericanas o los intereses de la oligarquía- está obligado a satisfacer, aunque sea parcialmente, las exigencias de la mayoría progresista.

Existen dificultades (el cambio de gobierno en Andalucía, y la perspectiva de gobiernos del PP en el ayuntamiento y la comunidad de Madrid, o el retroceso de los “ayuntamientos del cambio”), pero visto de conjunto, este ciclo electoral se ha saldado con una victoria para los intereses populares y nacionales, y la influencia política del viento popular y patriótico, que se ha vuelto a manifestar en las urnas, genera dificultades a la ejecución de los planes del hegemonismo y la oligarquía.