La formación de nuevos ayuntamientos quedó cerrada el 15 de junio. La constitución de las casas consistoriales ha estado determinada por una aguda pugna entre la creciente influencia de la mayoría social progresista y la capacidad -real, pero limitada- de imponer gobiernos municipales de los recortes, necesariamente articulados en torno al PP y con la participación de Vox. El balance de la contienda es incontestable: una mayoría de ayuntamientos han quedado bajo el signo progresista.
A muchos progresistas la noche de las elecciones municipales se les atragantó. Especialmente a aquellos que vivían en Madrid, Zaragoza u otros municipios que habían formado parte en 2015 de los «ayuntamientos del cambio», y que veían que a pesar de ser las fuerzas, las opciones más votadas, no sumaban lo suficiente para poder impedir que el PP tomara el bastón de mando.
Pero el «efecto Madrid» no debe impedir que veamos la realidad, y ni mucho menos debe servir para que nos intoxiquemos con la deformada propaganda de que el PP ha ganado poder municipal. La realidad es justamente la contraria.
Los hechos son tozudos. Tomando las 81 principales capitales de España, los ayuntamientos con gobiernos que representan a la mayoría progresista -en diferente grado y bajo múltiples formas- suman una población de 10 millones, frente a los 7,2 de los ayuntamientos con alcaldes o influencia del PP.
En 19 poblaciones -con 4,1 millones de habitantes- se han alcanzado acuerdos entre fuerzas de izquierdas, mayoritariamente encabezados por el PSOE. Pero en 6 localidades se han sellado acuerdos entre PSOE y Ciudadanos -con una población de 639.000 habitantes-. Y, especialmente, en cinco grandes ciudades (Santa Cruz de Tenerife, Leganes, Las Palmas, Logroño y sobre todo Barcelona) se han elegido alcaldes sobre la base de un acuerdo entre PSOE, Podemos o fuerzas similares -Más Madrid- y Ciudadanos o partidos no encuadrados en “la izquierda”, como el Partido Riojano o Nueva Canarias.
La alternativa de “gobiernos de progreso” ha recorrido toda España, también en pequeñas o medianas poblaciones. Se ha convertido en un centro político, una alternativa de largo alcance, y una referencia para cada vez más sectores, que “reaparece” permanentemente.
El PSOE ha aumentado el número de grandes capitales con alcaldes, de 32 a 42, y también su población, de 6,1 millones a 7,7. En cambio, el PP ha perdido 14 alcaldías y solo ha añadido cuatro nuevas, retrocediendo en números globales de 27 a 16. Pero el efecto de Madrid y Zaragoza -donde el PP ha recuperado la alcaldía- provoca que pasen de gobernar sobre una población de 4,2 millones a 6,9. Quitando estas dos capitales, la población de las grandes ciudades con alcaldes del PP bajaría a 3,2 millones.
La fortaleza territorial del PP, y la posición de Ciudadanos, le permite conservar o en alguno casos ganar poder municipal y autonómico. Este es un aspecto negativo. Pero las condiciones políticas hacen que, incluso allí donde ha conservado o recuperado la alcaldía, el PP afronte una mayor debilidad.
La pérdida de apoyo electoral -920.000 votos menos en las municipales- provoca que necesite gobernar con un acuerdo que incluya no solo a Ciudadanos sino también a Vox. Así ha sucedido en 8 grandes capitales que concentran un 64,4% de la población de las que tendrán alcalde o influencia del PP. Lo que, como ya se está comprobando en Madrid -con los permanentes chantajes de la dirección de Vox y los esfuerzos de la dirección de Ciudadanos por “esconder a Vox bajo la alfombra”- agudiza todas las contradicciones y tiende a producir turbulencias y crisis de gobierno.
En muchos otros lugares el retroceso del PP se deja ver en toda su crudeza. Como en Galicia, donde Vox apenas tiene presencia, y donde el PP queda por primera vez fuera de la alcaldía de las siete principales ciudades, consiguiendo solo entrar indirectamente en Orense apoyando a Democracia Orensana. O incluso en Madrid, donde excluyendo la capital el PP solo puede gobernar en otra gran ciudad, Torrejón.