Myanmar: la jornada más sangrienta desde el golpe de Estado

Matanza del Ejército en Myanmar

La brutal represión del Ejército de Myanmar sobre las protestas deja un trágico saldo de más de 100 muertos.

Represión Myanmar

Manifestantes birmanos huyen de los disparos del Ejército

Myanmar, la antigua Birmania, ha vivido muchos días trágicos desde el golpe de Estado del 1 de febrero. Pero ninguno tan sangriento como éste. El poderoso Tatmadaw, como se conoce a un Ejército que lleva décadas imponiendo su ley en el país, cumplió su amenaza de disparar “por la espalda y en la cabeza” a los manifestantes que salieron a las calles de 40 ciudades de todo el país, a desafiar su autoridad en el Día de las Fuerzas Armadas. El resultado de la brutal represión son al menos 114 muertos, entre ellos varios niños.

Las Fuerzas Armadas de Myanmar celebraban su día con un desfile castrense en la capital, Naypyidó. Su comandante en jefe, el general de 64 años, Min Aung Hlaing, líder del golpe de Estado, se dirigía por televisión a toda la nación. «El Ejército protegerá al pueblo de Myanmar y defenderá la democracia. Los actos violentos que afectan a la seguridad y la estabilidad son inapropiados. El Ejército quiere tender la mano a toda la población y salvaguardar la democracia», dijo el hombre fuerte de los golpistas, en tono marcial.

Exactamente a la misma hora comenzaba el baño de sangre. A una orden, la policía y los soldados del Tatmadaw abría fuego con munición real contra los miles de manifestantes que se habían congregado en la capital, así como en otras grandes ciudades como Yangón y Mandalay, causando más de un centenar de víctimas mortales. La misma sentencia de muerte se dictaba en pequeñas localidades, como se puede comprobar en imágenes divulgadas por medios locales y ciudadanos en las redes sociales.

Entre los asesinados hay varios niños, como un menor de 5 años alcanzado por las balas en Mandalay, u otro menor de un año muerto en Yangón. Pero no son, ni mucho menos, las primeras víctimas infantiles de la brutal represión del ejército birmano. Pocos días antes el país vibraba de indignación ante la muerte de Khin Myo Chit, una niña de siete alcanzada por las balas cuando se acurrucaba en el regazo de su padre, tras derribar los militares la puerta de su casa en una redada.

El país vive desde hace meses un reinado del terror. Con las últimas víctimas, el número de civiles muertos desde la asonada de febrero, que derrocó el Gobierno civil, supera los 440, según la Asociación de Asistencia a Presos Políticos de Myanmar.

Un golpe de Estado de un sangriento Ejército

El pasado 1 de febrero el brutal Tatmadaw ponía punto y final a un paréntesis en la historia de Myanmar, diez años de transición democrática que parecía haber sido capaz de enterrar largas décadas de dictadura militar. Desde 1962 a 2011, los distintos gobiernos dictatoriales y militares, siempre apoyados por EEUU, han perpetrado todo tipo de violaciones contra los derechos humanos. El último golpe militar se produjo en 1988, cuando las manifestaciones encabezadas por los estudiantes dejaron más de 10.000 muertos a manos de los militares.

Pero en estos 10 años, el poder se había estado escapando de las manos de la cúpula militar, que mantenía una relación cada vez más tirante con el partido gobernante Liga Nacional por la Democracia (LND), del cual forma parte la principal figura política del país -y Premio Nobel de la Paz 2001, a pesar de su plena responsabilidad en el genocidio rohingya- Aung San Suu Kyi, quien cumplía funciones como Consejera de Estado, aunque de hecho era la jefa del gobierno.

En las elecciones del pasado 8 de noviembre el LND alcanzó 396 de 476 sitios en el parlamento contra los 33 escaños del Partido Unión, Solidaridad y Desarrollo, apoyado por los militares. Una derrota electoral aún más humillante si tenemos en cuenta el enorme poder que conserva el Tatmadaw: tiene la prerrogativa de vetar cualquier reforma constitucional y puede nombrar directamente al 25% de los escaños del Parlamento.

El país vive desde hace meses un reinado del terror. Con las últimas víctimas, el número de civiles muertos supera los 440.

El Ejército alegó que se había producido fraude, pero sus acusaciones decayeron por falta de pruebas. Así que el día en el que debía constituirse el nuevo parlamento, el Tatmadaw lo disolvió por la fuerza y decidió declarar el «Estado de Emergencia» por un año, fecha en la que se convocarían nueves elecciones. Desde entonces la oposición en las calles ha sido creciente, masiva y frontal, a pesar de la brutal represión.

La reacción de las potencias.

Los medios de comunicación internacionales destacan la «equidistancia de Pekín», que aunque ha condenado el golpe y cultivaba buenas relaciones con el gobierno depuesto del LND, ha dicho que «no se inmiscuirá en los asuntos internos de Myanmar». O critican el apoyo explícito del Kremlin al Ejército golpista.

Lo cierto es que Myanmar, que durante décadas ha estado en la órbita norteamericana, estaba llegando a importantes acuerdos políticos y comerciales con todas las naciones de la región, en el marco de un gran acuerdo comercial -el RCEP- impulsado por China aprovechando las políticas «proteccionistas» y el abandono comercial de los últimos años por parte de EEUU, durante la presidencia de Trump.

Los centros de poder hegemonistas están buscando que la salida a la crisis de Myanmar sirva para poner una pica en Flandes en el vientre de su principal enemigo geoestratégico, China.

La administración Biden, que ahora ha vuelto a tomar con fuerza la bandera de los derechos humanos, ha condenado el golpe en Myanmar y la violenta represión posterior, y ha impuesto sanciones al régimen militar. Pero lo cierto es que el Tatmadaw ha construido, durante décadas, un «Estado dentro del Estado» con el apoyo militar, económico y diplomático, con el asesoramiento y cobertura de los centros de poder y los aparatos de intervención norteamericanos.

Enclavado en el golfo de Bengala, Myanmar es un país que comparte más de 2.000 kilómetros con China. No es posible saber si Washington ha tenido o tiene algún papel en el golpe de Estado birmano, pero nadie debería dudar ni por un momento que los centros de poder hegemonistas están buscando que la salida a la crisis de Myanmar sirva para poner una pica en Flandes en el vientre de su principal enemigo geoestratégico, China.