Ante las llamas que devoran la Amazonia las últimas semanas -con más 75.000 incendios, un 85% más respecto al año pasado en esta época del año- muchas voces se han alzado denunciando que no sólo es el fuego lo que devora la selva más importante del planeta.
“No es fuego, es capitalismo”, gritan. No es una sentencia hueca.
No solo son forestas impenetrables lo que aniquilan las llamas, son los terrenos de miles de tribus indígenas o de comunidades quilombolas. Son millones de hectáreas de pluvisilva tropical virgen, son millones de especies animales y vegetales extintas, una biodiversidad de valor tan inmenso como intangible.
Es un cáncer que se come uno de los principales pulmones del planeta, un área fotosintética que genera en torno a un 5% del oxígeno global y que es un formidable sumidero de millones de toneladas de carbono atmosférico. Hace tres décadas la selva amazónica capturaba el doble de toneladas de CO2 que ahora (1.000 millones). Sin selvas tropicales, sin la ayuda de los bosques de todo el planeta, no habrá forma de detener el calentamiento global.
Son más que “incendios de origen humano” los que secuestran terreno a la Amazonia. Son los intereses de grandes terratenientes ganaderos, o de las gigantes del agronegocio en Brasil, o de las multinacionales de la minería los que alientan de forma pirómana la destrucción de amplias zonas de selva para transformarlas en zonas explotables
El capitán de los pirómanos es el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. «[En la Amazonia] no va a haber ni 1 cm de tierra demarcada para reserva indígena o para quilombolas [comunidades tradicionales afrodescendientes]», dijo sin pudor el ultraderechista hace apenas dos años, antes de llegar a Planalto.
Pero él es sólo un instrumento de los intereses de la oligarquía carioca y, sobre todo, de Donald Trump y del hegemonismo norteamericano. Por la boca de Bolsonaro hablan los intereses de los grandes terratenientes ganaderos, o de las grandes multinacionales de la minería, la industria maderera, las hidroeléctricas o del agronegocio, en especial las norteamericanas.
Es un gobierno que le ha declarado la guerra a las clases populares brasileñas, a los empobrecidos, a los obreros, a los movimientos sociales, a los indígenas y campesinos pobres… y a la naturaleza. Todo por servir al Moloch del máximo beneficio de los grandes capitales de Sao Paulo, y sobre todo de Wall Street.
No, no es meramente fuego: es capitalismo. Son las burguesías monopolistas y las potencias imperialistas, los centros de poder hegemonistas y sus gobiernos lacayos y ultrareaccionarios, los que están inmolando la Amazonia.
AnarcoÑ dice:
Es una tragedia para el mundo económico brasileñi y para Brasil en general: están perdiendo su gran fuerza productiva. Es una catástrofe humana, de futuro, de salubridad, cultural… Y también económica. Brasil pierde arrendamientos y fiscalidad sobre el potencial operativo de industrias como la maderera, celulosa y papel, corcho, perfumería, cosmética, farmacéutica botánica… Sólo la farmacopea derivada de la masa floral y forestal es competidora en alza de los laboratorios… Y la farmacéutica cada vez sustituye enmayor grado el petróleo como materia prima de sus productos.
Decir que Brasil está prendiendo su mayor fuente de pib es un sinsentido.
Otra cosa es qye las Potencias hace setenta años andan a la caza de convertir ña Amazonía en àrea «internacional», como la Antártida. También quieren Groenlandia, Patagonia, Tierra de Fuego. Detrás de las palabras de Macron hay olfato colonial de oportunidades.