Si Barcelona tiene a Manuel Vázquez Montalbán y Atenas a Petros Márkaris, Marsella se encomendó un buen día a la prosa fácil, directa, y negra de Jean-Claude Izzo.
Ningún escritor ha cartografiado como Izzo el ritmo vital de esa ciudad mediterránea en los últimos tiempos.Sus costumbres, gentes, calles y bares son siempre el decorado en el que transcurren sus novelas policíacas. ”Es imposible entender Marsella si su luz te resulta indiferente”, escribió Izzo en un pasaje de su novela «Soleá». “Se puede palpar. Incluso a las horas más calurosas. Incluso cuando te ves obligado a bajar la vista”.
El autorJean-Claude Izzo nació en Marsella en 1945, hijo de un inmigrante italiano que llegó a Francia con 14 años y trabajó como camarero y una marsellesa, hija de españoles, que fue costurera. Estudió CAP (formación profesional) como tornero-fresador en el Liceo des Remparts. En 1963 comienza a trabajar como vendedor en la librería Clairière. En esta época milita en Pax Christi (movimiento católico por la paz). En 1964 realizó el servicio militar en Toulon y Yibuti, hizo una huelga de hambre, perdió 15 kilos y fue condenado a prisión. A la vuelta, en 1966, ingresa en el PSU (Partido Socialista Unificado), donde se presenta a las elecciones legislativas por Marsella. Posteriormente milita en el PCF (Partido Comunista Francés).
En 1969 comienza a trabajar como redactor para el periódico comunista «La Marseillaise». En 1970 publica su primer libro de poesía «Poèmes à haute voix» y pasa a trabajar como bibliotecario. En 1978 rompe con el PCF, y empieza a escribir en diferentes revistas («La vie mutualiste», «Viva»…). En 1995 se inicia la cosecha de sus mayores éxitos, gracias a la publicación de su serie de novela negra «Total Khéops», la primera novela de la trilogía marsellesa con Fabio Montale. En 1996, publica «Chourmo». En 1997, una recopilación de poesías «Loin de tous rivages» y la obra «Les Marins perdus». En 1998 Izzo publica «Soleá», la última novela de la trilogía marsellesa y se consagra como un gran analista y documentalista de la mafia marsellesa. En 1999 se publica su última novela, «Le soleil des mourants». Murió de cáncer en el año 2000 con 54 años.
Trilogía de novelas negras
En las tres novelas de la serie Montale, el autor introduce una nota previa en la que nos dice: “Esto es una novela. Nada de lo que en ella se cuenta, ha sucedido. Pero como me es imposible permanecer indiferente ante la lectura diaria de los periódicos, mi historia acaba tomando a la fuerza los caminos de lo real. Al fin y al cabo, todo ocurre en la realidad. Y el horror, en la realidad, supera –y con mucho– cualquier ficción imaginable. En cuanto a Marsella, mi ciudad, siempre a medio camino entre la tragedia y la luz, se hace eco de lo que nos amenaza.”
Así pues, nada tiene de extraño que en «Solea» aparezcan los jueces Baltasar Garzón y Carlos Jiménez Villarejo, que «Chourmo» (esto es, parte de la chusma) esté dedicada a la memoria de Ibrahim Ali, “abatido el 24 de febrero de 1995 en los barrios del norte de Marsella, por militantes del Frente Nacional” y que en «Total Khéops» (khéops puede traducirse por follón) encontremos a algunas iluestres personalidades de la mafia marsellesa como Mémé Guérini, Gaëtan Zampa, Jacky Le Mat o Francis le Belge.
Las tres aventuras están protagonizadas por Fabio Montale, que como buen marsellés es hijo de extranjeros, en concreto de italiano y española. Nació a finales de los cuarenta en Le Panier, el barrio de los marineros, allí creció Fabio, al lado de la prima Gélou (ese amor que no se toca), junto a Manu y Ugo, con quienes dará sus primeros “palos” en gasolineras y farmacias. Manu y Ugo siguieron su carrera delictiva; Fabio se metió a policía, un policía tan atípico, que en la segunda novela ya vemos separado del Cuerpo. Un expolicía solitario y mujeriego, bebedor de pastis y whisky Lagavulin, amigo de sus amigos, y con una gran facilidad para meterse en jaleos con la mafia marsellesa. Izzo le presta siempre su mirada para descubrirnos el paisaje que le acompaña, barrios y calles y montañas y el mar, un mar que recorre en su barca y se que conoce como la palma de su mano…
“Marsella solo puede amarse llegando por mar. A primera hora, cuando el sol aparece detrás del macizo de Marseilleveyre, abraza a sus colinas y devuelve el color rosado a sus viejas piedras”, escribió Izzo. Gracias a este mar, pues, Marsella es una ciudad mítica, “hecha de otras partes, de exilios, que se da sin resistencia a quienes saben tomarla y quererla”
Fabio Montale, un ‘poli’ especial.
Primero apareció el detective privado Pepe Carvalho, un outsider que contempla la sociedad barcelonesa de su tiempo. Eso ocurría en 1974, con Tatuaje, la novela de Manolo Vázquez Montalbán. Veinte años más tarde, Andrea Camilleri, en un claro homenaje a Manolo y a su personaje, se inventaba el comisario Salvo Montalbano, un poli de Catania (La forma dell’acqua, Palermo, 1994). Y al año siguiente, en Marsella, surgía otro, Fabio Montale (otro explícito, confeso homenaje a Manolo y a su detective).
Fabio Montale, es un poli muy especial. Es, como su autor, un antifascista visceral, y, encima, no es corrupto, lo cual, entre la policía marsellesa, no es moneda corriente, Montale vive solo en Les Goudes, un pequeño puerto a las afueras de Marsella. Habita en una cabaña de dos piezas, construida sobre las rocas, junto al mar. Tiene una barquita en la que, de noche, sale a pescar doradas.
Fabio Montale suele tomar el pastis en Le Bar des Maraîchers o en el bar de Hassan. En el bar de Hassan se escuchan las canciones de Léo Ferré: A Fabio Montale le encata Ferré y Paco de Lucía, Sabicas. El mejor jazz de Django Reinhardt, Billie Holliday, Coltrane, Duke Ellington, Thelonious Monk o Dizzy Gillespie del que Montale disfruta en sus momentos de intimidad. El reggae de Bob Marley y su variante electrónica, el ragga, con los Massilia Sound System a la cabeza y también los raperos de los barrios del norte de Marsella.
Conocer Marsella.
Jean-Claude Izzo fondea en los barrios más populares para retratar Marsella. Le vemos recorrer La Capelette, el barrio donde tradicionalmente viven los inmigrantes italianos, o La Castellane, el barrio árabe donde nació Zinedine Zidane y en el que todavía viven sus hermanos. Sus amigos más jóvenes escuchan el hip-hop de grupos como IAM, o Le 3ème Oeil, que salen de las barriadas del norte y que recitan la mala vida de los que se apretujan como ovejas en las cités, en las que se hacinan los miles de inmigrantes que en algún momento llegaron a la ciudad pensando que un buen día lograrían ser franceses. Han pasado los años, pero siguen siendo lo que eran, inmigrantes ahora ya sin ilusión alguna y sin futuro.
En las calles de esas cités, además de en las de su barrio de toda la vida, es donde Montale se mueve como pez en el agua, porque conoce a sus gentes, porque las comprende, porque forma parte de ellas. Unas calles que, para la mayoría de los marselleses son lugares que existen, pero que no conocen.
Tampoco puede entenderse la diversión y la vida de la calle de esta ciudad mediterránea, sin bares, muchos bares, algunos reales como La Samaritaine y su terraza en el Vieux Port o la cercana del Le Péano. Otros costará más encontrarlos, como Chez Félix en la Caisserie, Chez Ange en la plaza de Treize Coins o el ya citado Chez Hassan en La Plaine, junto a la plaza Jean Jaurés, uno de los lugares favoritos de Montale. Según en cual de ellos entremos podremos degustar una bullabesa auténtica, un buen pistou, la variante marsellesa del pesto italiano, una lubina a la plancha, spaghetti con almejas… Disfrutar, si así lo deseamos con los intensos sabores árabes de las Mil y Una Noches o dar buena cuenta de la exquisita pizza que preparan en Chez Ettiene, la mejor de la ciudad. Y regarlo todo, según el momento del día y el estado de ánimo con el tradicional pastís, el whisky Lagavulin, el preferido de Montale, un vino de Bandol o un Côtes de Provence o, llegado el caso, unas generosas dosis de tequila.
La mezcla humana, la eterna mezcla humana.
Manu, Ugo, Mavros, Hassan. Español, italiano, griego, moro, pero todos ellos amigos de Fabio y marselleses. Gélou, Lole, Leila, Marie-Lou, Babette. Italiana, española, mora, negra, francesa, pero todas ellas mujeres de Fabio y marsellesas. Porque esta ciudad es de quienes viven en ella. Porque, según Izzo, “hayas nacido aquí o hayas desembarcado un día, a esta ciudad te agarras enseguida con suelas de plomo”.