Iniciamos un ciclo de entrevistas encadenadas en el que un profesional del psicoanálisis entrevista a otro, y este es el encargado de hacer las preguntas en la siguiente entrega.
Una iniciativa que pretende dar pasos en la creación de un espacio plural de reflexión, colaboración y apoyo, sobre el psicoanálisis y la postpandemia, la infancia y la adolescencia. A los y las profesionales que han participado hasta ahora (Fabián Appel, José Luis Mellado, Luisa Borondo, Roque Hernández y Laura Cevedio), se une en este número María Elízaga.
María Elízaga es Psicoanalista, Psicóloga Especialista en Psicología Clínica, Doctora en Filosofía, Máster en Psicoterapia individual y de grupo y especialista en Psicología Comunitaria.
Combina, desde hace 30 años, la actividad como clínica individual y con grupos en su consulta, con otros trabajos entre los que destaca el Instituto Psiquiátrico Montreal. Supervisa y forma a profesionales de la Psicología y la Psiquiatría, y colabora con medios de comunicación para la divulgación científica. La más reciente en una serie documental ‘True crime’ para Cuatro. Además de realizar conferencias y artículos de opinión en medios como El Imparcial. Es docente universitaria en la Universidad Pontificia de Comillas ICAI-ICADE. Además de haber ejercido como Coordinadora de Prácticas del Grado de Psicología y el doble grado de Psicología y Criminología.
La entrevista la realiza el psicoanalista Roque Hernández, que también participó en el ciclo de entrevistas anterior.
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A lo largo de las entrevistas realizadas hasta ahora, está presente la importancia de lo comunitario y de lo pluridisciplinar para promover espacios de acogida y escucha de sujetos singulares, y ello desde la primera infancia. Desde tu experiencia a partir de la psicología comunitaria, ¿qué podrías decir de la influencia de los discursos sociales en los sufrimientos psíquicos singulares y cómo pensarlos desde el psicoanálisis?
Siempre me ha interesado estudiar la relación de lo social y lo individual desde la perspectiva clínica. Una de las características del psicoanálisis es que no compartimentaliza al/la individuo, no lo desliga de su contexto social, está atento a cómo influyen los discursos en cada momento sociohistórico, a través de muchas vías, en la vinculación social. Así puede ver cómo, en los distintos tiempos, se habilitan diferentes posibilidades de enfermar psíquicamente. Es decir, malestares hay siempre, claro, conflictos intra e interpersonales existirán siempre, pero toman formas diversas según cada época. Actualmente no vemos la sintomatología de los primeros momentos de Freud, a finales del XIX principios del XX, como parálisis de miembros o cegueras. En estos momentos, la depresión, ansiedad, adicciones y trastornos de alimentación, son los prevalentes.
En concreto, lo que más nos atañe actualmente, son las dificultades para vincularse, desde la primera infancia hasta la juventud. Niños, niñas y jóvenes establecen, con mayores dificultades, vínculos más frágiles, más superficiales, menos duraderos. Ya no son espacios seguros. Tanto ellas como ellos lo expresan muy claramente, por ejemplo diciendo que temen contar eso que les preocupa en su grupo de amistades, por si les consideran gente ’tóxica’ y se alejan de ellas. Prefieren ser ‘vitaminas’, así que construyen una falsa apariencia de felicidad e interés por el resto, y ocultan su sufrimiento. También hablan de sus dificultades para los encuentros en directo y en persona. Incluso tienen miedo de las conversaciones telefónicas. Prefieren intercambiar textos o audios, que siempre podrán diseñar para mostrar lo que quieren y ocultar lo que no, o borrarlos a tiempo y hacer tantos como sea necesario hasta que consigan el aceptable.
En tanto psicoanalista, ¿qué valor le das a la prevención comunitaria para reconocer y tejer los vínculos simbólicos fragilizados en las instituciones familiares y sociales que tienen la función de velar por la infancia y la juventud?
Habría que repensar lo público para poder prevenir. Por supuesto empezando por el sistema de Salud, en el que sería bueno, para empezar, incluir el trabajo grupal, tanto en prevención como tratamiento de las distintas dificultades psíquicas, así como entretejerlo con el sistema Educativo y el Social. No tiene sentido que sean entidades independientes, que sólo bajo el sobreesfuerzo de algunas profesionales se consigan pequeñísimos ejemplos de coordinación, que, a propósito, son muy exitosos, pero no se valoran en las encuestas de evaluación estandarizadas de cada servicio. Esas profesionales se agotan, como es lógico, y abandonan.
“Se construye una falsa apariencia de felicidad”
De nuevo, el discurso social quiso imponer la idea de que lo mejor era la ‘súper especialización’ de los y las profesionales, dividir en micro compartimentos aislados, que les impiden ver globalmente a las personas en el sistema familiar, educativo y social en el que viven, para poder intervenir multidisciplinarmente, y de forma más adecuada en sus malestares. Se privatizaron los espacios públicos que habría que recuperar para la infancia y la juventud. Lugares donde socializar, más allá de bares y discotecas, (que también, claro), competiciones deportivas o actividades extraescolares.
No cabe duda que desde el acontecimiento de la pandemia, la tecnología ha venido a taponar y sacar réditos de dicha herida y ha relanzado y multiplicado las posibilidades de vínculos a través de pantallas que han cambiado las relaciones, ¿qué efectos piensas que está teniendo esa deriva en los sujetos de carne y hueso, niños, jóvenes y mayores?
Obvio que los avances científicos y tecnológicos están beneficiando enormemente a la humanidad. Ahora hablemos del lado perverso. De haber normalizado mostrarse a través de un filtro que te engrosa los labios para resultar sexualmente deseable, o que te estrecha la cintura y aumenta el tamaño de tus nalgas, pechos y ojos, elimina señales de tu piel y la rejuvenece, mientras hace desaparecer el natural encrespamiento de tu pelo. Justo antes del tiempo de la pandemia nos parecía todo eso ocultable, despertaba cierto pudor, se trataban de ocultar los efectos de Photoshop.
Llegó 2020 y todo lo que iba en esa dirección eclosionó, el aislamiento social aumentó exponencialmente, y con ello el daño, especialmente a la infancia, adolescencia y juventud. Ojo, no olvidemos el efecto en adultos y cómo se lo transmiten a los niños y niñas. El discurso social tuvo vía libre para radicalizar sus mensajes y, por ejemplo, los pequeños grupos familiares justificaron su cierre. Cada vez se escucha más a madres y padres que ‘mejor no vaya a casas de amigos o amigas, y menos a dormir, porque se escuchan muchos casos de abusos’, o porque ‘tienen que estar tiempo de calidad con su padre o su madre’; ’va a sentir vergüenza por usar aún pañal por las noches’; ‘no le gusta la comida de fuera de casa’, y tantos otros mensajes, aparentemente propios de cada familia, pero realmente generalizados, consecuencia del discurso actual. Han dejado de existir los espacios físicos públicos a los que acudían espontáneamente, -y sin vigilancia adulta,- niñas y niños, para aprender a relacionarse, a tejer vínculos con otras niñas y niños con quienes explorar el mundo, inventar respuestas para sus preguntas incesantes, construir sus mundos imaginarios, elaborar conflictos, e ir estructurando así un tejido psíquico con el que, posteriormente, lidiar con las dificultades de cada etapa vital.
“Han dejado de existir los espacios públicos en los que relacionarse”
Al llegar a la pubertad se les entrega Su Móvil. Este es el actual Rito de paso a la adultez, o Rito de iniciación. A ese momento llegan dañados, sin relaciones consistentes en las que volcar sus dificultades, sin espacios propios en los que explorar de forma segura, sin libros que les ayuden a formularse las preguntas propias de cada edad y situación, y les faciliten esbozar respuestas a ellas, a continuar pensando y así creciendo. En su lugar, buscan respuestas en las redes sociales. Creen que seguir en TikTok o Instagram a profesionales de la psicología o a influencers de la Salud Mental que les dicen ‘Escúchate a ti mismo, es lo mejor que puedes hacer hoy por ti’, es estar ‘ocupándose de su salud mental’. Como si fuera posible que eso provocara una atención real a su inconsciente, a su deseo, que descubrieran sus necesidades y elaboraran sus conflictos.
Mientras tienen perfiles que sólo les permiten relacionarse desde avatares y filtros, nunca desde sus realidades, lo único que consiguen es reforzar esa creencia de que nuestro Yo consciente tiene poder. ‘Si quieres, puedes’, les dicen a nuestras criaturas quienes ignoran el poder -¿y la existencia?- del inconsciente. Se genera una ilusión de control por la que la consciencia, (‘racional y emocional’, actualmente), cree tomar decisiones sobre lo importante, cuando lo único que está haciendo es adaptarse a lo que la sociedad dice que debe hacer.
Escuchemos algunos mandatos generalizados: Debes estar sana, pero no fofisana, claro, sino definida, es decir, pagando un gimnasio, entrando en tal talla de ropa, no te relajes, que llega la operación bikini… qué curioso que relajarse no sea saludable.
Debes tener un discurso ‘positivo’ ante la vida: ¿alguna señal más clara de que se está adoctrinando en hiperadaptación?; debes tener rutinas: el orden es el rey, lo mortecino, lo obsesivo. Olvida la vida, lo espontáneo, la carcajada, los encuentros inesperados que te cambian los planes, las comidas que terminan en noches, el desorden o el exceso. Mientras, has de estudiar determinados Módulos o Grados, aquellos que te permitirán un buen nivel de vida, o lo que es lo mismo, que te harán productivo para el sistema.
“Se adapta a lo que la sociedad dice que debe hacer”
¿A quién se le ocurre alentar que el deseo te empuje y te abra caminos, que estudies lo que te haga disfrutar profundamente de tu vida profesional, dar espacio a lo creativo y lo intelectual?, ¡Eso son hobbies! No temas, cuando luego te sientas perdido, nervioso o triste, puedes acudir a tu médico de familia, que tiene indicaciones de no derivarte a salud mental -no hay profesionales suficientes, tampoco podrían atenderte-, sino medicarte en pocos minutos. Seguramente tendrás Depresión y Ansiedad, se te prescribirán sin casi escucharte (no pueden, no les permiten el tiempo), un par de medicamentos que te anestesiarán emocionalmente, para no llegar a enterarte de qué es lo que no está funcionando, qué produce los síntomas, qué podrías plantearte cambiar para sentirte mejor, o, simplemente, vivir y sentir la tristeza y los nervios propios de las situaciones vitales que los provocan, como parte de la vida, como el dolor por las pérdidas. Es decir, ser y sentirte dueño o dueña de tu propia historia, entendiendo tus aciertos y errores, para poder seguir construyendo tu relato.
La proliferación de las pantallas que ofrecen vidas virtuales de ensueño para nuestro propio avatar, comparte escenario con la oferta de intervenciones quirúrgicas irreversibles en cuerpos reales que se fraguan desde la infancia. ¿Hasta qué punto las distorsiones de la imagen especular, vividas por algunos niños y jóvenes con angustia, encuentran en el discurso de la tecnociencia un paso al acto, en la creencia en la verdadera identidad, sin que se transite con algunos otros, un tiempo necesario de elaboración singular?
Este punto resulta especialmente terrorífico. No sólo vemos a pequeñas de 9 años haciendo ‘skin care routines’, aberrante de por sí, sino que además, incluyen cremas antiarrugas. Las niñas planean intervenciones quirúrgicas desde los 10 años, las realizan desde los 15, con autorizaciones y financiaciones familiares, reitero, dirigidas mayoritariamente a mujeres, que ‘deben’ seguir siendo objetos de deseo. Acuden a las consultas de estética con fotos hechas con los filtros que usan en redes, y que, por supuesto, no calman ninguna angustia, sino que producen una compulsión de repetición de cirugías e intervenciones estéticas sin fin.
Es la negación de la subjetividad, la tendencia a asimilarse con el Ideal (imposible siempre, por algo se llama ideal y no real), por no aceptar el no-todo, no se puede todo; la no existencia de la completud, de la perfección, lo que en una relación sería la complementariedad, la fantasía de la media naranja. Siempre corriendo tras una zanahoria inalcanzable, se pierden mientras sus posibles vidas, pero son sujetos de consumo funcionales para el sistema.
“Corren tras la zanahoria inalcanzable, perdiéndose sus posibles vidas”
El psicoanálisis propone esencialmente lo opuesto: ‘caso por caso’, no universalizar, entender que la falta produce el deseo inconsciente que mueve cada vida, desbrozar el camino para poner ese deseo en juego, de forma que la persona vaya viviendo con el menor sufrimiento psíquico posible. Es decir, tratar de facilitar que puedan tomar las decisiones más cercanas a su deseo, asumiendo los sufrimientos inevitables, no esquivándolos, pero tampoco castigándose ni regodeándose en ellos. Un espacio propio, individual y grupal, para elaborar, para liberarse de tanta expectativa ajena y crear, construir, sus propios caminos.