El Parlament catalán acaba de bloquear la tramitación de una iniciativa promovida por la plataforma “Units per la Independència”, que llamaba a aprobar nuevamente la Declaración Unilateral de Independencia (DUI). Los votos claves para rechazar este llamamiento a “fer república catalana”, no fueron los del PSC, ni los del PP, ni los de Ciudadanos… sino la abstención de ERC.
El final del juicio oral a los dirigentes del procés presos ha exacerbado el discurso independentista. Pero una cosa es predicar, y otra dar trigo. ERC sabe que las condiciones en Cataluña ya no permiten un nuevo 1-O.
Ha quedado demostrado en las recientes elecciones municipales. A pesar de que había menos concejales independentistas, ERC ha ganado las alcaldías de Lleida y Tarragona. Pero la principal batalla se dirimía en Barcelona, cuyo ayuntamiento es el segundo gran centro de poder en Cataluña. La reelección de Ada Coalu, con los votos de socialistas y tres de los diputados del grupo de Ciudadanos, encabezados por Manuel Valls, ha cerrado el paso a la alcaldía a ERC. El daño infringido con la pérdida de la alcaldía de Barcelona puede medirse por las virulentas reacciones de las élites del procés y sus representantes.
Paralelamente, hemos vivido la sorprendente reaparición de Artur Mas, postulándose como posible candidato a volver a presidir la Generalitat, y negociando con Puigdemont el reparto de fuerzas en la tercera refundación de la ex-Convergencia.
CiU fue el “pal de paller” de la política catalana durante décadas. Pero la agresividad y aventurerismo del procés ha dinamitado el más poderoso aparato político que sus élites disponían.
Los resultados de las municipales han supuesto un duro golpe. Junts per Catalunya ha sido la fuerza con más alcalías -370- pero ha perdido 60 de las que tenía CiU. Y ha retrocedido especialmente en las grandes capitales. En las poblaciones de más de 50.000 habitantes ha pasado de tener 5 alcaldías a 3, y en las de más de 100.000 se ha quedado solo con Reus y Girona. Mientras que ERC -en un mundo municipal históricamente dominado por Convergencia- ha pasado de 259 a 359.
Puigdemont ha ganado las europeas, pero donde se decidía poder territorial era en las municipales. El retroceso de Junts per Catalunya ha provocado la airada reacción de una parte de los alcaldes de la ex-Convergencia, que ven amenazado su tradicional dominio.
Algunos medios catalanes han planteado que “Mas busca reorganizar el espacio neoconvergente para neutralizar la influencia de Carles Puigdemont”. Antes de que el empecinamiento del inquilino de Waterloo por mantener a cualquier precio el enfrentamiento