El nuevo president Quim Torra, ha propuesto un gobierno que sabe imposible, con dos consellers en prisión y otros dos fugados de la justicia. Al mismo tiempo, proclama que el principal error del procés fue no haber llevado hasta el final la DUI tras celebrarse el 1-O. Estos dos hechos auguran un conflicto inevitable. Pero sin embargo, y coincidiendo con estos preocupantes hechos, se suceden otros que parecen ir en la dirección contraria.
El diputado del PDeCAT en el Congreso, Ferran Bel, ha anunciado que “habrá nuevo gobierno en Cataluña con toda seguridad”, pues se propondrán nuevos candidatos para ocupar el cargo de los consellers que no sean aceptados. Y el propio Torra ha reconocido que “ahora no es el momento de declarar la independencia, fue el 10 de octubre”, abogando por “estar alerta, crecer, hacer las cosas bien”… y “buscar otro momento”.
Aparentemente estamos ante una paradoja o un nuevo disparate. En realidad no es así. Todo responde a una planificada estrategia, que solo busca hacer todo lo posible para mantener el conflicto enconado y sin visos de normalizarse.
Puigdemont y Torra sabían que un govern con consellers presos o fugados jamás iba a ser aceptado, y que eso supondría la continuidad del 155. Y ya tienen preparada la alternativa. Igual que acabaron presentando un candidato a president libre de horizonte judicial, harán lo mismo con todos los miembros del govern.
Pero no iban a dejar pasar la oportunidad de colocar un nuevo palo en las ruedas. Forzando a Rajoy a no publicar los nombres de los ex consellers en el boletín de la Generalitat. Y utilizando este hecho para crear una mayor discordia.
No es una simple estrategia efectista, “una política de símbolos” como algunos la definen. Saben que no están en condiciones de un enfrentamiento directo, y necesitan a toda costa recuperar el control sobre la Generalitat. Pero están dispuestos a todo para mantener abierta la herida contra la unidad, y en un grado permanente de tensión lo más elevado posible.
Esta es la estrategia de los círculos nucleados en torno a Puigdemont. Los más aventureros y agresivos dentro del independentismo. No coinciden con la defendida por ERC. En una reunión mantenida en la cárcel, Junqueras le ha recordado a Torra que la prioridad es conseguir “un govern efectivo”. Y mientras la dirección de Junts per Catalunya, vinculada a Puigdemont, defendía que los miembros del govern tomarán posesión aunque su nombramiento no hubiera sido publicado en el diario de la Generalitat, los consellers de ERC anunciaron que no acudirían. Tampoco sigue a Puigdemont la actual dirección del PDeCAT, ni cuadros históricos como Artur Mas que han abogado públicamente por un repliegue controlado.
A esto se suma que la elección de Torra, con un perfil ultrareaccionario, aísla más a las élites independentistas, colocadas ante un espejo deforme que provoca un amplio rechazo social en Cataluña.
¿Por qué entonces se empeña Puigdemont en seguir un camino que ni siquiera respaldan buena parte de los dirigentes independentistas?
La razón está en los apoyos que están recibiendo los círculos más aventureros representados por Puigdmont. No están en Madrid, desde luego, pero tampoco en Cataluña. Sino en los tribunales europeos. En la audiencia de Schleswig-Holstein, en Alemania, que ha reiterado su negativa a extraditar a Puigdemont por rebelión o sedición, e incluso cuestiona la entrega por malversación. La constitución germana prohibe la formación de partidos independentistas. Puigdemont no podría hacer política en Alemania, se lo impediría el mismo Estado que le protege para que siga atacando la unidad española.
Están también en EEUU. La agencia Stratfor, considerada como “la CIA en la sombra”, una entidad privada pero vinculada al corazón de la inteligencia de la superpotencia, ha declarado que habrá solución a corto plazo para el conflicto catalán. Anticipando que “una nueva administración catalana presumiblemente no presionará para una independencia inmediata o declarada unilateralmente”. Y “cambiará de estrategia” para “centrarse en objetivos más inmediatos”, como la liberación de los presos o el final del 155. Pero dejando claro que “la cuestión del sececionismo no se resolverá”, y “la solución al conflicto catalán será difícil de alcanzar”.
Los hechos nos dicen que desde los grandes centros de poder mundiales se trabaja para que Puigdemont y el procés sigan siendo un peligro para España.
Habrá finalmente un gobierno catalán que pueda ser aceptado por el Estado, y que seguramente no se planteará en el corto plazo volver en la práctica a ninguna vía unilateral. Pero que a nadie le quepa ninguna duda de que van a seguir sembrando división y enfrentamiento.