A los oligarcas del Ibex35 y a los centros de poder mundial hubieran preferido un resultado bien distinto en las últimas elecciones generales. Uno que hubiera posibilitado un gobierno de los recortes en torno al PP, un gobierno para llevar a cabo nuevas vueltas de tuerca en la reforma laboral, en la degradación del sistema público de pensiones, o nuevos ataques a derechos y libertades.
Pero tal posibilidad fue frustrada por la masiva movilización de las urnas. El resultado dejó como claro ganador al PSOE. No hay -exceptuando una repetición electoral- una alternativa viable a un gobierno que no sea con Pedro Sánchez en la Moncloa, y por tanto un gobierno con un grado mayor o menor de influencia de las exigencias de la mayoría social progresista.
Ahora bien, la oligarquía y los centros de poder mundial están maniobrando en conseguir -si no, ya que no es posible, un gobierno refractario a las exigencias del viento popular- al menos un ejecutivo donde esa influencia esté lo más diluída o atenuada posible.
Para esas clases dominantes hay mucho, muchísimo en juego. España es la 14º potencia, por volumen de PIB del mundo y la cuarta economía de la zona euro. Por eso todos los grandes centros de poder nacionales e internacionales -desde el Banco de Santander a la Comisión Europea, desde Washington a París o Berlín- han tomado posición en la formación del gobierno español.
No disimulan sus preferencias: un gobierno del PSOE con Ciudadanos como socio preferente es el que -dadas las circunstancias- menos inconvenientes tendría para ellos, menos se mostraría dispuesto a hacer excesivas concesiones a los anhelos de las clases populares, y más inclinado se mostraría a satisfacer los intereses fundamentales de la oligarquía y las potencias extranjeras.
Están moviendo sus hilos para frustrar un acuerdo del PSOE en la dirección contraria, con Unidas Podemos. Y la posibilidad de forzar una nueva cita electoral que dé como resultado un gobierno más proclive a sus intereses no es hoy por hoy en absoluto descartable.
Esos centros de poder tienen poderosas palancas para reconducir la situación. Pero no juegan ellos solos. La mayoría social progresista, un actor cada vez más decisivo, también juega en esta partida.