Cientos de miles de apoyos impulsan esta candidatura. Respaldada por Celso Amorim, exministro de Exteriores del Gobierno de Brasil con Da Silva o entre otros por el ex presidente de Colombia Ernesto Samper (1994-98), los sociólogos Jean Ziegler y Éric Fassin, la activista Angela Davis, el actor Danny Glover o el filósofo y activista Noam Chomsky.
Para Pérez Esquivel: “El Nobel de Lula ayudará a fortalecer la esperanza de continuar la construcción de un nuevo amanecer para dignificar el árbol de la vida”. Los avances sociales que Da Silva conquistó para el pueblo de Brasil, convirtieron al “gigante enfermo” de Iberoamérica en una de las 10 mayores economías del planeta. Y lo hizo sacando a más de 36 millones de brasileños de la extrema pobreza (saliendo del Mapa del Hambre de Naciones Unidas), creando 15 millones de puestos de trabajo y aumentando el salario mínimo hasta los 724 reales, con un poder adquisitivo que el sometido pueblo brasileño no conocía desde 1979. Fuentes como FAO, el Banco Mundial o el FMI no pudieron negar o tapar esos avances.
Lula llevó un programa que sacó de la pobreza a más de 36 millones de brasileños y creó 15 millones de puestos de trabajo.
Los logros sociales de Lula y el Partido Trabajadores como el programa Bolsa Familia que benefició a 11 millones de familias (unos 44 millones de brasileños), fueron un ejemplo que impulsó la cooperación de Brasil con más de 78 países de América Latina, Africa o Asia. El país se transformó en un pilar regional fundamental y en uno de los BRICS con mayor crecimiento.
Estos avances innegables, la mejora radical de las condiciones de vida de millones de brasileños y la apuesta por un futuro mejor, son la base en la que Pérez Esquivel se apoya para lanzar la candidatura al Nobel de la Paz para Lula. Tal vez de serle concedido, haya justicia y pueda ser liberado de unos cargos y una condena que no tiene pruebas sólidas, excarcelado como ocurrió con el propio Esquivel en 1980.
Un crimen ¿Contra quién?
Cualquier demócrata o progresista, incluso algún sector conservador puede valorar con honestidad el camino de desarrollo y progreso que supuso el gobierno de Lula y sus políticas para buena parte de su población. Pero como él mismo dijo cometió un crimen: “Yo soñé que era posible gobernar incluyendo a millones de pobres, que un metalúrgico sin título llevara a los negros a la universidad. Cometí el crimen de poner pobres en las universidades, pobres comiendo carne y viajando en avión”.
El crimen no estaba en mejorar las condiciones de vida de las clases trabajadoras de Brasil. Hay que buscar contra quién ocurrió ese crimen para entender la virulencia de la respuesta a los gobiernos del PT y en particular contra Lula, al que hace unos días ni siquiera dieron permiso para ir al entierro de su hermano.
El crimen de Lula no fue mejorar las condiciones de vida sino en hacerlo enfrentándose a los intereses de EEUU.
El uso de la guerra jurídica (lawfare) para paralizar al PT, sacar del gobierno a Dilma Roussef o impedir que Lula se presentara a las elecciones ha sido más que escandaloso. El hecho de que el juez Sergio Moro que encarceló a Lula fuera nombrado ministro de justicia por Bolsonaro, deja poco lugar a la imaginación. Y es una práctica que hemos visto contra Fernando Lugo en Paraguay, Zelaya en Honduras o ahora en Venezuela.
No se trata de una regresión derechista o conservadora. Es una visión simple sobre el recorte de libertades democráticas que supone. La derecha es la expresión más voraz y agresiva del capital. Los gobiernos conservadores que se han instalado en los últimos tiempos en Latinoamérica tienen el sello “Made in USA”. Así como Venezuela se aferra a su autonomía sobre la injerencia yanqui, Brasil se enfrentó a los mandatos del FMI y se apoyó en otras economías para crecer y emerger. El emperador no perdona.
Apoyarse en los BRICS ser apoyo para otras economías de Iberoamérica le permitió ser uno de los países que menos sufrió la crisis de 2008 y que más rápido se recuperó en 2009. Para EEUU Brasil es uno de los principales peones a tener bajo control de sus intereses económicos.
Un Nobel de la Paz “revolucionario”
Debemos apoyar la libertad de Lula y esta campaña como estímulo internacional para conseguirlo. En estos momentos es revolucionario defender las conquistas y avances del PT y Lula frente a los buitres proyanquis que quieren mantener sometidos a los pueblos del mundo. Es una lucha que nos une y refuerza.
En esta línea, Pérez Esquivel se dirigió en agosto de 2018 a la CONAIE (Confederación de nacionalidades indígenas del Ecuador) defendiendo la autonomía frente a la intervención e injerencia imperialistas:
“La unidad de los pueblos es fundamental y determinante en el continente. Algunos quieren ser colonia y estar sometidos a los intereses extranjeros, y otros aprenden de la historia y pelean por ser pueblos libres y soberanos”. Frente a las políticas de opresión de los EEUU que impulsó las dictaduras latinoamericanas de los 70 y 80 con graves violaciones de los derechos humanos en todo el continente, y hoy intenta frenar la libertad de nuestros hermanos.