Tras 580 de cautiverio, el expresidente brasileño Lula da Silva ha sido puesto en libertad y, a las puertas de la prisión de Curitiba se ha abrazado con sus compañeros y seguidores. Su salida de prisión tiene lugar después de una disputada deliberación del Tribunal Supremo, tras dos años donde el clamor popular por su liberación ha sido incesante, y después de que las revelaciones de junio de The Intercept Brasil, demostraran con luz y taquígrafos la farsa judicial que ha encarcelado, durante casi dos años, al presidente más popular de la historia de Brasil.
Tras 19 meses entre rejas -condenado por corrupción en el Caso Lava Jato e imposibilitado de concurrir a las últimas elecciones brasileñas a pesar de ser el claro favorito- Luis Inácio Lula da Silva ha vuelto a pisar la calle, aclamado por sus seguidores.
Frente a la sede de la Policía Federal de Curitiba, el líder izquierdista se reunió con compañeros y seguidores, entre ellos la presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, y al excandidato presidencial Fernando Haddad. Micrófono en mano, y en un escenario montado a pocos metros de la que ha sido su cárcel, les dirigió estas palabras:
«Ustedes no saben la dimensión que para mí tiene estar hoy junto a ustedes. Me he pasado la vida conversando con el pueblo brasileño, pero nunca pensé que estaría hoy aquí, con hombres y mujeres que, sin importar la lluvia, el calor y el frío, estuvieron conmigo 580 días. Todos esos días, durante 19 meses, ustedes me gritaron buenos días, buenas tardes y buenas noches. Fueron el alimento de la democracia que yo necesitaba para resistir lo podrido de lo que hicieron conmigo y con la justicia brasileña. No tengo como pagarles, les estaré eternamente agradecido»
Y añadió: «Quiero que todos sepan que [el exjuez Sérgio] Moro no encarceló simplemente a un hombre; encarcelaron a una idea. Y una idea no muere. El pueblo brasileño es el único que puede salvar a este país»
Meses después de destaparse la farsa judicial
La orden de excarcelación ha sido dada por el juez federal Danilo Pereira, que aceptó el recurso de los abogados del expresidente, y ocurre un día después de que el Tribunal Supremo decidiera por la mínima, seis a cinco, revocar un criterio establecido hace tres años —y crucial en las investigaciones de Lava Jato—, de modo que ahora los condenados solo entrarán en prisión cuando la sentencia sea firme, no tras la condena en segunda instancia.
Pero también ocurre pocos meses después de que las revelaciones del prestigioso medio de investigación The Intercept Brasil y su primera espada -el Premio Pulitzer Glenn Greenwald, un periodista norteamericano ganador que reside en Brasil- revelaran años de conversaciones, audios y videos, que muestran hasta qué punto el juez Moro y el fiscal Deltan Dallagnol se coordinaron durante la investigación contra Lula para afinar una estrategia común, algo prohibido por la Constitución y el Código Penal brasileño.
Greenwald demostró como Sergio Moro -hoy ministro de Justicia del gobierno ultraderechista de Bolsonaro, presentado como un «apolítico» e insobornable magistrado- actuaba en privado como el jefe de los fiscales, dinamitando cualquier ilusión de imparcialidad entre defensa y acusación.
Hay una tonelada de evidencias que demuestran la farsa jurídica contra Lula, que ha pasado 580 días en prisión sin una sola prueba sólida que demuestre los delitos de corrupción que se le imputan que no sean «delaciones premiadas»: confesiones de otros encausados del Lava Jato que conseguían mejoras en sus condenas a cambio de cambiar sus declaraciones contra el expresidente.
El objetivo de esta cacería jurídica es claro: impedir la continuidad en Brasil de los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT). Un golpe blando en el que inquisidores como Sergio Moro son solo uno de los muchos instrumentos utilizados. También se han utilizado medios oligárquicos hostiles al PT (O Globo, Folha de Sao Paulo, O Estado de Sao Paulo, Veja…), o bandas de ultraderecha y tramas paramilitares en el Ejército o la policía para asesinar izquierdistas o líderes sociales como Marielle Franco.
Todo para derribar al PT e impedir su retorno al gobierno, cambiando la alineación internacional del gigante económico y demográfico de América Latina. Una estrategia que tiene sus orígenes más profundos y ocultos en la ofensiva de la superpotencia norteamericana para recuperar en América Latina el terreno que la lucha de los pueblos le arrebató.
Una victoria del pueblo brasileño
El viacrucis judicial de Lula no está ni mucho menos resuelto. El expresidente tiene todavía casos pendientes con la justicia y está a la espera de que el Supremo resuelva un recurso. Podría volver a la cárcel en el futuro y su inhabilitación electoral sigue en pie.
Pero ahora es tiempo de celebrar. Poco después de la victoria electoral de la izquierda en Bolivia o Argentina, o de que grandes movimientos de masas torcieran la muñeca a los títeres de Washington en Ecuador o Chile, la noticia de la libertad de Lula ha sido festejada por toda la Patria Grande y el mundo entero por millones de progresistas y revolucionarios.
No hay duda de que la liberación de Lula es una enorme victoria para la izquierda carioca y el vasto movimiento popular brasileño, que no ha parado de exigir ¡Lula livre já». Hacemos nuestra su inmensa alegría.