Luisa Carnés, la escritora que nunca posó en la fotografía de la Generación del 27

Hoja de Lata, una pequeña editorial radicada en Gijón, recupera la obra de una de las autoras más olvidadas de la historia reciente de nuestra literatura. En palabras de David Becerra Mayor profesor de Literatura en la Universidad de Lieja y artífice de que la editorial descubriera a la autora: «Luisa Carnés ha sido triplemente olvidada: por comunista, por exiliada y por mujer».

Tras más de 80 años de desatención, si no de olvido, Luisa Carnés (Madrid, 1905-México DF, 1964) empieza ahora a ser reconocida como una de las narradoras más potentes y representativas de su generación, que fue la de la República.

Nacida en 1905 en el seno de una familia humilde y obrera en el madrileño barrio de Las Huertas, a los once años empezó a trabajar en un taller de sombreros. Pese a los apuros económicos, Carnés se dedicó en cuerpo, pero sobre todo en alma, a la escritura. «A los once años aprendí un oficio. Entonces, quizás, surgieron en mí las inquietudes, que aún no me han abandonado, las preguntas a las que todavía no he hallado contestación. ¿Por qué las mujeres se odian entre sí tan terriblemente?», aseguraba, en una entrevista publicada en la revista «Crónica» en marzo de 1930. En esas mismas páginas confiesa que en 1923 cogió «la pluma por primera vez para hacer un cuento» y que, como no se podía «gastar un duro en un libro», se alimentaba «espiritualmente con los folletones publicados en los periódicos y con las novelas baratas» y así fue ascendiendo «hasta Cervantes, Dostoievski, Tolstói…».

En 1928, Luisa Carnés publicó su primera novela, «Peregrinos del calvario», ambientada en un taller textil como en el que trabajó durante un tiempo. El año de la aparición de esta última obra coincide con su entrada, como taquimecanógrafa, en la editorial Compañía Iberoamericana de Publicaciones (CIAP), uno de los mayores grupos editoriales de la época. Comienza a redactar material para sinopsis y solapas. Mientras tanto, continúa creando en casa y sumando alguna colaboración en prensa hasta que, poco después, publica su siguiente novela, Natacha, esta vez editada por la CIAP. Allí también es donde conoce a Ramón Puyol, su primer marido, que elabora material gráfico para la editorial. En 1931 la CIAP quiebra y deja a todo el mundo en la calle. Luisa, sin empleo, no tiene otra que marcharse a Algeciras, donde se encuentra la familia Puyol, acompañada de su marido y su hijo pequeño.

Tras un año en Algeciras, Luisa decide hacer su propia vida. Se separa de Ramón y regresa a la capital acompañada de su hijo. Publica artículos, escribe cuentos, pero como el dinero no le llega, acepta un empleo como camarera en un salón de té. Será el origen de Tea Rooms. Mujeres obreras, publicada en 1934, su novela más conocida, marcadamente social, con experiencias reales de las mujeres trabajadoras de la época. Reeditada en 2016 por Hoja de Lata, la obra supone una reflexión sobre la realidad social femenina, los bajos salarios, las jornadas extenuantes y la realidad del acoso. Apostando por una mujer nueva, que pueda emanciparse gracias al valor de su propio trabajo.

Gran parte de su obra está imbuida de su ideología, pues fué militante del PCE y apoyaba a Clara Campoamor en su defensa del sufragio femenino. Todo está impregnado de esa lucha por la igualdad femenina que promueve su coetánea. Cuando se hace un acto de apoyo para ayudar a Clara Campoamor, la última firma de la convocatoria de los actos es la de Luisa Carnés.

Todo se quiebra con la guerra. Cuando esta llega, Luisa ya ha conocido al poeta Juan Rejano, su compañero para el resto de su vida. Ambos se implican en apoyar de distintas maneras al bando republicano. A los artículos de las revistas Estampa y Ahora se suman los de Mundo Obrero, publicación auspiciada por el PCE. Luisa acompaña a la redacción de Frente Rojo, uno de los periódicos más importantes en la propaganda republicana y marchará junto con el Gobierno a Valencia y luego a Barcelona, que tiene que abandonar apresuradamente con la llegada de la Quinta Columna. Esta experiencia está relatada en: De Barcelona a la Bretaña francesa, editada por Biblioteca del Exilio el 17 julio de 2017.

Después, marcha hacia el exilio. Lo hace a bordo del buque holandés Veendam, que la lleva hasta Estados Unidos, para después trasladarse a México, lugar donde finalmente se instala acompañada por su hijo y Juan Rejano.

«De los veinte mil exiliados que parten en distintas etapas a México, acogidos por Lázaro Cárdenas, había un cogollo de intelectuales muy importante, explica Juan Ramón Puyol, nieto de la autora, los mejores médicos, escritores, poetas, pintores… esos son de los que nosotros oíamos hablar cuando éramos pequeños. El abuelo, Juan Rejano, decía “tengo que ir a ver a un amigo mío” y pasábamos a visitar a León Felipe”.

Una recuperación emocionante

Son muchos los motivos que silencian la voz de Luisa Carnés, además de los motivos comunes por su condición de comunista, exiliada y mujer, en el caso de Carnés se añade uno personal, y es el de su muerte temprana. Luisa fallece en 1964 en un accidente de coche mientras regresa de celebrar el 8 de marzo en una fiesta campestre.

«Hay un valedor de todo esto, una figura indispensable que es Antonio Plaza, confiesa Juan Ramón, nieto de Luisa, el se puso en contacto con mi padre en los años noventa. Decidió recuperar a Luisa. Era consciente de quién era ella cuando realmente ni los nietos nos lo planteábamos. Fuimos conscientes gracias a Antonio. Nunca le estaremos suficientemente agradecidos».

Antonio Plaza Plaza, historiador y especialista en la cultura de la Segunda República y el exilio, fue el primero en decidirse a recoger los guijarros. Luisa Carnés estaba escondida y fue él quien comenzó a devolverle el color. Recuperó algunos de sus escritos, los prologó y los llevó a la editorial Renacimiento, preparó la edición de El eslabón perdido (Sevilla, 2002) y la edición de sus cuentos completos en dos volúmenes, Rojo y gris y Donde brotó el laurel, en Ediciones espuela de plata de la misma editorial en el año 2018.

Su libro más famoso, Tea rooms, «Un libro muy atractivo, sobre todo teniendo en cuenta su subtítulo “Mujeres obreras”», explica Laura Sandoval, editora de Hoja de Lata, responsable de la reedición. Ella utilizó un subtítulo más: “novela-reportaje”. La publicación del libro surgió como una carambola. Durante la presentación de uno de los títulos de la editorial, Laura Sandoval y Daniel Álvarez, la otra mitad de Hoja de Lata, coincidieron con David Becerra, doctor especialista en la literatura de este periodo. Becerra les habló de Luisa y de Tea Rooms. El libro había salido en 2014 en una versión facsímil realizada por la Asociación de Libreros de Lance de Madrid, una edición conmemorativa de su ochenta aniversario. «La leímos y nos encantó, cuenta Sandoval, conseguimos editarla para la Feria del Libro de Madrid de 2016 y empezó a venderse poco a poco».

Laura Sandoval está de acuerdo en que el de Tea rooms es uno de esos casos en los que el libro se ha defendido por sí mismo, sin una campaña de marketing potente que lo respaldara. Luisa se ha abierto camino ella sola, escudada por su texto. Y lo más sorprendente es que no lo ha hecho una, sino dos veces. La primera en los años treinta y la segunda, ahora, ochenta años más tarde. Una con veinte y nueve años de vida y otra a los cuarenta de fallecer.

En 2017 la editorial Hoja de Lata publica una selección de sus cuentos englobados bajo el título Trece cuentos (1931-1963) y en el 2018 una biografía novelada de Rosalía de Castro.

Una figura excepcional

En palabras de David Becerra Mayor, «Luisa Carnés, fue una mujer de clase obrera, autodidacta, que antes de dedicarse a la literatura había ejercido distintos oficios, entre los cuales se cuenta el de camarera. Por eso podríamos decir que es un caso exepcional, casi único, porque ella no cuenta, desde una posición privilegiada, la vida de las clases subalternas, no se dedica a dar voz a los que no tienen voz; ella misma representa al sujeto subalterno que precisamente porque le han negado la posibilidad de expresarse, porque le han robado la palabra, ha decidido ella misma tomar la palabra para contar su propia historia y la de su clase. Tal vez por eso su olvido ha sido incluso mayor que el que sufrieron las otras mujeres de la (mal) llamada Generación del 27: su discurso era doblemente transgresor, subvertía desde la clase y desde el género».

Desde 1930 compaginó literatura y periodismo, colaborando en revistas y periódicos, como Crónica, Estampa, La Linterna, As, Ahora, Mundo Obrero y Frente Rojo. Críticos e investigadores la sitúan dentro de la narrativa social de preguerra o como integrante de los llamados «prosistas del 27». Decantados en su mayoría por el compromiso político, estos autores se manifestaban partidarios de reformas sociales en beneficio de las clases populares, imprescindibles para modernizar el país. Desde 1934 y al igual que otros muchos escritores españoles de su generación, Carnés mostró un creciente interés por los temas sociales, que plasmó en su obra escrita. Su posición en defensa de la mujer, de la causa de los trabajadores y de la legalidad republicana, que reafirmará durante la Guerra Civil, perduró en el exilio mexicano, después de 1939, a través de sus incursiones periodísticas y literarias. Carnés brindó un sólido legado literario, en buena parte inédito, que siempre puso al servicio de sus ideales.