¿Sabía usted que el gobernador del Banco de España ya ha exigido públicamente la ejecución de nuevos recortes… que deberían prolongarse durante diez años?
Seguramente no, porque ese es el gran elefante en la habitación de la política española. Abulta demasiado, determinará nuestras vidas… pero se dedican enormes esfuerzos a ocultarlo.
No podemos ser conscientes del brutal ajuste que las élites económicas preparan… porque seremos nosotros, la mayoría de la población, quienes deberemos pagarlo.
Una década de recortes
El pasado 18 de mayo, el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, comparecíó en el Congreso de los Diputados para pronunciar un contundente y amenazador discurso.
Presentó las cifras económicas, multiplicando la caída del PIB para este año desde el 6% al 12,4%. Y sobre todo, anunció que, ya que “habrá que gastar [dinero público] con contundencia (…) el ajuste es inevitable”.
Fue una exigencia perfectamente cuantificada: un mínimo de 6.000 millones anuales de “ajustes” -la palabra utilizada para no tener que decir recortes-. Y con plazos delimitados: los recortes durarán “varias legislaturas”, prolongándose “más allá de 2030”.
Otros organismos oficiales se han pronunciado en la misma dirección. La AIReF (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal) considera imprescindible “unesfuerzo similar al realizado tras el rescate de 2012, equivalente a 0,9 puntos del PIB cada año (unos 10.000 millones)”. Mantenido al menos hasta 2028.
Estas cifras supondrían un ajuste por un montante que duplicaría todos los recortes ejecutados en sanidad y educación durante la última década.
Y ya se está empezando a dibujar quién, cómo y en qué cantidad deberá pagar ese ajuste.
El mismo gobernador del Banco de España ha desvelado que los trabajadores jóvenes hoy “consiguen, en promedio, cerca de un 25% menos de ingresos laborales” que hace una década. Y varios estudios afirman que en las nuevas contrataciones van a reducirse los salarios entre un 10% y un 20%.
Simultáneamente, se ha abierto una nueva campaña para difundir que las consecuencias de la pandemia van a agravar “la insostenibilidad de las pensiones”. Planteando incluso que va a ser necesario no solo congelarlas sino también recortar su cuantía.
El programa que las élites nos quieren imponer
Se nos intenta convencer de que estos recortes son inevitables, y debemos aceptarlos si queremos hacer frente a los gastos que requiere enfrentar la contención del virus o reconstruir la economía.
No es verdad. Imponernos una década de recortes forma parte de todo un programa impulsado por las grandes élites nacionales e internacionales.
Empezamos a conocer el contenido de ese “programa”, y lo que puede suponer para cada uno de nosotros. El País está publicando un serial de entrevistas con los responsables de las principales empresas españolas, bajo el título “Los empresarios ante la crisis”. En el primero de ellos, Ana Patricia Botín, presidenta del Banco de Santander, nos ofrecía toda una hoja de ruta sobre como enfrentar la pandemia, basada en tres pilares: más deuda pública, un ajuste pactado, y una masiva llegada de capital extranjero.
En primer lugar, la presidenta del Grupo Santander, anima al Estado a endeudarse. Asumiendo que evitar un estallido social exigirá algunos gastos sociales -como una renta mínima-, pero destacando que la prioridad deberá ser “apoyar a las empresas”… a las grandes se entiende.
Hasta los más ultraliberales, como el Círculo de Empresarios o la FAES de Aznar, gritan ahora: más gasto público, más deuda. Saben lo que dicen. La mayor parte de los bancos españoles anuncian que cerrarán 2020 con beneficios. Esas ganancias sí son privadas. Pero el pago del gasto generado por la pandemia debe socializarse. Es el Estado quien debe hacerse cargo de él, a través de un aumento de la deuda pública que todos acabaremos pagando.
El segundo eje de ese programa de las élites es exigir a los principales partidos un acuerdo político. ¿Con qué contenido? Las palabras de Ana Patricia Botín dejan claro primero lo que no se puede hacer: es necesario olvidarse de subidas de impuestos a bancos o grandes fortunas. Y establece lo que será inevitable ejecutar, al recordarnos que “el Estado de bienestar no se puede pagar indefinidamente con deuda”. Es decir, habrá que asumir que más deuda implica peor educación o sanidad. La presidenta del Santander deja también claro que el aumento de la deuda exigirá también “cambios estructurales” -otra maniobra del lenguaje para no decir recortes masivos-, que además deben aprobarse con “amplios consensos para que sean irreversibles”.
Algo muy similar planteó el gobernador del Banco de España al reclamar, para ejecutar la década de recortes anunciada, “un pacto político para varias legislaturas”. Necesario porque “lo previsible es que se produzcan alternancias en el poder, pero las reformas estructurales deben permanecer”.
Lo que las élites económicas afirman es que no van a permitir que se apruebe en 2012 una reforma de las pensiones… que en 2019 es derogada tras un cambio de gobierno.
Y la tercera pata de este proyecto que presidentas de bancos, o altos ejecutivos de eléctricas o constructoras presentan públicamente en los medios es abrir, más todavía, la puerta a la entrada de capital extranjero.
Ana Patricia Botín lo confiesa abiertamente: “necesitamos inversión y la nacional no es suficiente”. Por lo que, según la presidenta del Santander, “debemos crear las condiciones para que los inversores de fuera inviertan y confíen en nuestro futuro”.
Acabamos de comprobar, con la decisión de Nissan de cerrar las fábricas de Zona Franca, los peligros que supone entregar al capital extranjero el control de sectores de la economía nacional.
Pero el patriotismo de las élites económicas españolas es tan extraño que incluso muchos de ellos defienden abiertamente un rescate europeo que intervenga el país para imponer, como desvela un reportaje publicado en La Vanguardia, “los que el gobierno no es capaz de hacer: recortes en el gasto en sanidad, en educación, en el salario de los funcionarios y congelación de las pensiones”.
Endeudamiento sin límites para socializar las pérdidas, recortes drásticos y blindados sea cual sea el color del gobierno, y un país con su soberanía todavía más reducida y más hipotecado respecto al exterior. Estos son los pilares de todo un proyecto cuyo objetivo es imponernos una década de recortes.
Claro que hay alternativas
Se sube muchos decibelios el volumen del ruido político (provocaciones de la ultraderecha, bronca entre partidos…), mientras se pone sordina a la amenaza de diez años de recortes.
Seguiremos sufriendo los peligros que tienen su origen en el coronavirus hasta que no dispongamos de otra vacuna. Pero los efectos de la “pandemia económica” no son naturales, y no tenemos por qué aceptarlos.
Hay otras alternativas. No debemos asumir un aumento de la deuda que acabaremos pagando con intereses, mientras la gran banca todavía no ha devuelto el dinero público entregado durante el “rescate”.
Movilizarse ante esa década de recortes que nos ocultan es una necesidad cada vez más urgente.