No es casual que ETA fuera fundada, hace ya cinco décadas, un 31 de julio, festividad de San Ignacio de Loyola, el mismo día elegido por Sabino Arana para fundar en 1895 el PNV. ETA ha sido durante cincuenta años el brazo armado del nacionalismo étnico, cuyo terror han esgrimido los Arzallus, Ibarretxe o Eguibar para imponer sus planes excluyentes. ¿Pero cómo es posible que durante cinco décadas un grupo terrorista mantenga un enorme poder de desestabilización e influencia política, sin que la octava potencia del mundo haya sido capaz de desarticularlo? Sabemos que sin el apoyo activo de los Arzallus e Ibarretxe, ETA no habría podido sobrevivir. Pero sigue sin responderse la pregunta que Suárez formuló hace casi treinta años: «Me voy de la presidencia sin saber si ETA cobra en dólares o en rublos». ¿Pueden explicarse los cincuenta años de ETA sin la intervención de potencias extranjeras azuzando el terrorismo para incrementar su dominio sobre España?
Arzallus apunta y ETA dispara
Dos acontecimientos demuestran, mejor que cualquier explicación, el papel jugado por ETA en la historia reciente de Euskadi. El 20 de agosto de 1981, Arzallus se reunió en secreto en el sur de Francia con los dirigentes de ET-pm, justo cuando la organización terrorista estaba debatiendo si proseguía con la tregua anunciada meses atrás o reanudaba la actividad criminal.
Arzallus les recordó que las negociaciones del nuevo estatuto no estaban cerradas, y que era necesario que ellos siguieran intimidando. Los argumentos de Arzallus fueron utilizados por los dirigentes etarras más agresivos para imponer la ruptura de la tregua.
En 1990, Arzallus volvió a reunirse en secreto con los dirigentes de ETA para firmar el pacto de Lizarra, y estableció una ya famosa “división del trabajo”: “No conozco de ningún pueblo que haya alcanzado su liberación sin que unos arreen y otros discutan. Unos sacuden el árbol, pero sin romperlo, para que caigan las nueces, y otros las recogen para repartirlas. Antes, aunque sin un acuerdo explícito, había un cierto valor entendido de esta complementariedad”.
A este pacto le siguió la escalada de terror de ETA, sobre la que se asentó la ominosa década de los gobiernos de Ibarretxe. ¿Pero estos, los Arzallus e Ibarretxe, han sido los únicos padrinos de ETA?
El terrorismo, un arma del imperio
Norman Birmbaum, un analista independiente norteamericano no duda en afirmar que «el terrorismo rojo italiano, era a menudo bastante negro (o rojo, blanco y azul)», es decir, los colores de la bandera de barras y estrellas. Y es que, las Brigadas Rojas secuestraron y asesinaron a Aldo Moro, justo cuando el líder de la Democracia Cristiana se disponía a cerrar un acuerdo con el PCI, violando la regla de oro impuesta por EEUU. En Alemania, grupos terroristas como el RAF aparecieron justo cuando el presidente Helmut Smichdt proponía, en plena guerra fría, un acercamiento a la RDA, y por extensión a la URSS. Y su actividad cesó cuando Smichdt perdió las elecciones.
Desde hace cincuenta años el terrorismo en Europa Occidental ha ido apareciendo y desapareciendo en los momentos en que EEUU –o antes la superpotencia soviética- necesitaban forzar la situación política de uno u otro país. ¿Por qué España iba a ser diferente? ¿Por qué ETA no iba a estar también recorrida por esta contradicción?
Intervenidos desde su nacimiento
Cuando ETA nace, el PNV había fundado sus Servicios de Información, dirigidos por Antonio Irala, que tras obtener la nacionalidad norteamericana trabajaría en el Departamento de Estado. Tal era la colaboración con EEUU que el propio Irala afirma que “EEUU no tuvo necesidad de enviar agentes autóctonos a algunas zonas, porque los vasco-americanos jugaron ese papel”.
José Murúa, que trabajaba en los servicios vasco-americanos se convirtió en el enlace entre las juventudes peneuvistas y EKI, embrión de ETA. El Servicio de Información del PNV facilitaba la infraestructura para la impresión de propaganda y el pase de fronteras. Julen Madariaga, uno de los fundadores de ETA, ha reconocido que mantenía contactos periódicos con el vicecónsul norteamericano en Bilbao.
Actuando siempre al servicio del imperio
Las sospechas se convierten en certezas cuando comprobamos que la actuación de ETA siempre ha ido en la dirección que interesaba a las grandes potencias extranjeras. El asesinato de Carrero Blanco se produjo 24 horas después de que mantuviera una tormentosa entrevista con Kissinger. Carrero era un obstáculo para el cambio de régimen, que EEUU precisaba para integrar plenamente a España en la OTAN.
Hoy sabemos que la facilidad de atentar contra Carrero, a escasos metros de la embajada norteamericana, se la proporcionaron a ETA personas de “fuera de la organización” y alguna de ellas “extranjera”. Que, como cuenta Pilar Urbano en Yo entré en el CESID o La Reina, los servicios de inteligencia españoles sabían que se estaba “preparando algo” contra el jefe de gobierno y no movieron un dedo, que entre los altos jerarcas del franquismo no existía la más mínima duda de que la CIA estaba detrás del atentado, o que, como más recientemente ha publicado Alfredo Grimaldos en su libro “La CIA en España”, el fiscal que fue apartado del caso tenía el convencimiento tras su investigación de que “la CIA sabía, cuanto menos, que iban a atentar contra Carrero”.
La mayor ofensiva criminal de ETA se produjo en los meses anteriores al 23-F. Tras la llegada de Reagan a la Casa Blanca, Washington exigía a España “poner fecha y hora para su entrada en la OTAN. La negativa de Suárez a cumplir con la orden le convirtió en un objetivo a abatir para Washington, a cualquier precio. EEUU tiró de todos sus hilos de desestabilización, desde ETA al golpismo, con el objeto de acabar con la política neutralista de Suárez.
Pero no sólo EEUU ha utilizado a ETA como medio de intervención en España. Sabemos que ETA mantiene desde su nacimiento un santuario en el sur de Francia. París dispone de una unidad de los servicios secretos especializada en la vigilancia y control de los miembros de ETA residentes en Francia, y maneja la llave del santuario a su conveniencia. Hace 150 años, el carlismo también disponía de un santuario en Francia, y el embajador galo declaraba que “cuanto más suba el carlismo, más bajarán las minas de Almadén”, y más barato le saldrá a la burguesía parisina el despojo de las riquezas españolas.
De la misma manera, la agudización de la ofensiva etarra a partir del año 2000, no puede separarse del proyecto de la “Europa de los Pueblos”, viejo diseño hitleriano que la burguesía alemana desempolvó para implantar su hegemonía sobre un continente fragmentado en pequeñas y manejables naciones étnicas. Arzallus se lo explicó claramente a ETA en las conversaciones secretas que dieron origen a Lizarra: “Europa está interesada en que para el 93 esto esté en vías de solución… Nosotros tenemos un plan diseñado ya, y le hemos puesto fechas. La soberanía de Euskadi estilo Lituania, a proclamar entre 1998 y el 2002”. A lo largo de sus cincuenta años de existencia, detrás de cada crimen de ETA encontramos indefectiblemente los intereses de una u otra potencia por desestabilizar y dominar España.