La noticia de que los Mossos d’Esquadra están identificando a los ciudadanos que quitan lazos amarillos y que pueden ser sancionados con multas de entre 601 y 30.000 euros eleva un grado más la tensión provocada por la proliferación de cruces y lazos amarillos ocupando espacios públicos en poblaciones catalanas.
La noticia eleva un grado más la tensión provocada por la proliferación de cruces y lazos amarillos ocupando espacios públicos -playas, plazas…- en poblaciones catalanas.
Como nuevos cruzados armados con la cruz y el lazo, los llamados CDR y grupos independentistas han convertido en habitual la ocupación del espacio público -ese que debe ser de todos, independientemente de las ideas de cada uno, y que las autoridades debieran proteger de cualquier uso privado partidista- con total impunidad ante la complacencia, cuando no el aliento y complicidad, de ayuntamientos con alcaldes soberanistas y la Generalitat.
Una ocupación tan habitual como los altercados y enfrentamientos que provocan entre los vecinos. Incluso con algún herido, como decían las noticias de lo ocurrido en playas catalanas como la playa de Canet de Mar en Barcelona la de Llafranc en Girona.
No estamos ante un problema de “libertad de expresión”, sino ante la ocupación del espacio público para imponer a la mayoría social no independentista la presencia, sí o sí, de los símbolos de parte, cruces amarillas y lazos del mismo color.
Miles de cruces y lazos que fomentan la división y el enfrentamiento entre los vecinos ocupando grandes zonas de playas, plazas céntricas o cruzando calles de parte a parte… que son tolerados y protegidos por los ayuntamientos, los mismos ayuntamientos que en sus ordenanzas municipales imponen multas graves o muy graves a quienes “ocupen ilegalmente el espacio público”.
En pleno siglo XXI, cuando se está tratando de sacar a Franco del Valle de los Caídos y clausular esa gran cruz como símbolo franquista impuesto a todos los españoles, vivimos otra muestra de totalitarismo con acciones que tratan de imponer por las bravas, con la complicidad del poder independentista, la cruz y el lazo amarillos a quienes no comulgan con ellos.
Una versión de “la calle es mía” que proclamó Fraga, el famoso ministro de la Gobernación franquista, que los nuevos cruzados independentistas proclaman con su “la playa es mía”, “la plaza es mía”, frente a quienes se sienten agredidos por la simbología esotérica en calles, plazas y playas. Como la señora de Llafranc que desclavaba las cruces que ocupaban gran parte de la playa reprochando a los CDR: “Una cosa es política y otra que los niños piensen que esto es un cementerio”. Denuncia que otros ciudadanos han compartido por banalizar sus lugares públicos con el recuerdo de los cementerios de Normandía por los muertos de la Segunda Guerra Mundial.
Sorprende que los Mossos hayan acusado a los ciudadanos identificados por retirar lazos amarillos de estar “organizados” y llevar “un mapa”, como si no lo estuvieran quienes los colocan perfectamente anclados al suelo y farolas. ¿O acaso encargar cientos o varios miles de cruces y lazos, y colocarlos, y financiarlos, es la acción individual de unos ciudadanos? ¿No será la acción de comandos de cruzados perfectamente organizados y protegidos del poder que gobierna desde la Generalitat y los ayuntamientos independentistas?«Vivimos una muestra de totalitarismo con acciones que tratan de imponer la cruz y el lazo amarillos a quienes no comulgan con ellos»
Se acusa a quienes los quitan de “incitar al odio” ¿y por qué no a quienes los ponen y a quienes les alientan y protegen? ¿Acaso incitan a la convivencia y la paz? ¿No son ellos los que alientan el enfrentamiento civil?
Hemos visto videos en la televisión pública catalana con niños pintando cruces amarillas en los colegios. Y conviene no olvidar que el entonces todavía presidente de la Generalitat, Puigdemont incitaba en los días previos al 1-O a acosar a los alcaldes socialistas que por no facilitar en sus ayuntamientos el referéndum-estafa. Como denunciaba entonces el primer secretario del PSC Miquel Iceta en La Sexta: “Hemos tenido ya pintadas, insultos, amenazas, charnega de mierda, no os queremos en Cataluña. Puigdemont es un inconsciente, un temerario, un irresponsable y tengo más palabras pero no las diré porque estamos en horario infantil”.
Se ponen la piel del victimismo pero el totalitarismo más reaccionario les sale por todos los lados.