Los intelectuales y la transición

En España no ha habido batalla política de envergadura, al servicio de los intereses populares, en que intelectuales y artistas no hayan ocupado un lugar destacado.

Una corriente muy extendida de opinión asegura que en España los intelectuales (las personas dedicadas a trabajos creativos, artísticos o de reflexión), carecen de la menor influencia social, han dejado de interesar a la gente, viven en torres de marfil, alejados de la realidad, y apenas si se comprometen con las reivindicaciones y demandas del pueblo. O hablando en plata: que ni se interesan por la gente ni le interesan a la gente.

Los cenáculos donde esa idea se proclama a toda hora, y desde los que se alienta una actitud despectiva y hasta de desprecio hacia los intelectuales, no se paran en barras a la hora de ignorar o encubrir hechos que son muy fáciles demostrar y sacar a la luz, y que ponen en evidencia la falsedad de ese aserto.

No vamos a recurrir, para desmontar esa falacia, a un periodo anterior, como fue la etapa republicana (e incluso la guerra civil), un momento en el que el compromiso e incluso la militancia antifascista fue un santo y seña de la intelectualidad española, reconocida en el mundo entero. Figuras como Lorca, Machado, Marañón, Falla, Azaña, Cernuda, Buñuel, Miguel Hernández, Sánchez Albornoz, Madariaga, Ortega…, por citar solo algunos, fueron asesinados, detenidos y encarcelados o vivieron un largo exilio por su compromiso con el pueblo.

También la lucha antifascista de los años sesenta y setenta y el comienzo de la transición democrática -con vistas al restablecimiento de un sistema de libertades- puso en evidencia de forma muy clara el compromiso de los artistas e intelectuales españoles con el pueblo y con la democracia. Cantantes, grupos de teatro, escritores, editores, periodistas, filósofos… así como un número incalculable de profesionales de todos los ámbitos educativos y culturales (desde los institutos a las universidades, desde el mundo académico al científico, abogados, funcionarios, arquitectos, médicos…) colaboraron activamente para echar abajo el decrépito edificio totalitario del régimen franquista.

Con la llegada de la democracia, es cierto que una parte de dicha intelectualidad pasó a considerar que los objetivos principales estaban ya conseguidos y que estaba justificado dejar a un lado la lucha y el compromiso y centrarse en el propio trabajo artístico e intelectual. Pero tal actitud ni fue mayoritaria ni conllevó en absoluto un abandono generalizado de la escena ni la reclusión en un silencio cómplice.

Cada vez que en los últimos 40 años (de 1978 a 2018), el país ha tenido que enfrentarse a una situación crítica, un ataque a sus libertades, o a ataques a los intereses generales del pueblo o de una parte significativa del mismo, enseguida se ha visto como artistas e intelectuales salían a escena y hacían oír su voz.

Así ocurrió en el el 23-F o en la campaña contra el ingreso de España en la OTAN, donde todos recordamos la figura de Antonio Gala, y en la que se comprometieron cientos de intelectuales de todos los ámbitos. Una batalla que continuó con la campaña “Las bases a referéndum”, exigiendo que se cumpliera la retirada progresiva de las bases norteamericanas en suelo español, respaldada entre otros muchos, por Gabriel Celaya y Caro Baroja, Juan Marsé y Vázquez Montalban, Fernan Gómez y Paco Rabal…

Cuanto ETA asesinaba, y Arzallus e Ibarretxe utilizaban y alentaban su terror para “recoger nueces” políticas, un grupo de intelectuales valientes dio un paso al frente para plantar cara al fascismo étnico. Los Fernando Savater, Agustín Ibarrola, Elías Querejeta… participaron en primera persona en la creación de las principales organizaciones de la rebelión democrática.

La rebelión contra la participación en la guerra de Irak tuvo en el mundo de la cultura su principal emblema. La plataforma Cultura contra la guerra, con gentes del cine como Pilar Bardem, Pedro Almodóvar, Imanol Uribe, Imanol Arias… personificaron lo que era un clamor general en toda la sociedad española.

Ya sea para defender el pan (en las huelgas generales, en las movilizaciones contra los recortes, en las protestas por las pensiones), ya sea para luchar por la libertad, en las mil y una batallas libradas contra los recortes o ataques a la democracia, ya sea en la lucha contra el terror, escritores, actores, directores de cine, filósofos, periodistas… han puesto su voz y su espíritu de lucha en favor del pueblo.

No forma parte del pasado sino del rabioso presente. Los manifiestos que exigieron un gobierno de progreso que representara a la mayoría enfrentada a los recortes ejecutados por Rajoy, estuvieron encabezados por escritores como Juan José Millás o Lorenzo Silva, directores de cine como Fernando Colomo, músicos como Joaquín Sabina. En las movilizaciones contra los intentos de fragmentació en Cataluña personalidades como Isabel Coixet, Javier Marías o Javier Mariscal se “han mojado” en defensa de la unidad. Hasta culminar en la batalla de las pensiones. Personalidades tan emblemáticas como Juan Goytisolo o Antonio López respaldaron a la MERP (Mesa Estatal por el blindaje de las pensiones) desde su mismo nacimiento. Y ahora artistas de indudable trayectoria progresista, como Miguel Ríos, Ana Belen, Maía Botto, Maruja Torres… se han unido a la exigencia de que se blinden las pensiones en la Constitución.

Ya sea para defender la paz (oponiéndose al ingreso en la OTAN o rechazando la participación en la guerra de Irak), ya sea para defender el pan (en las huelgas generales, en las movilizaciones contra los recortes, en las protestas por las pensiones), ya sea para luchar por la libertad, en las mil y una batallas libradas contra los recortes o ataques a la democracia, ya sea en la lucha contra el terror, escritores, actores, directores de cine, filósofos, periodistas… han puesto su voz y su espíritu de lucha en favor del pueblo.

Es cierto que la evolución de las cosas ha hecho que el papel de los intelectuales ya no sea tan decisivo, que su voz ya no se escuche tan alto y tan fuerte como antes, que la reflexión tiene hoy que vérselas hoy con la miríada de voces de todo tipo que saltan al escenario público a través de las infinitas tribunas de internet. Pero una cosa es eso y otra muy distinta pregonar a toda hora que los intelectuales españoles viven refugiados en sus torres de marfil, entre la desidia y la cobardía. Esa es una mentira de patas muy cortas. La realidad es que en España no ha habido batalla política de envergadura, al servicio de los intereses populares, en que intelectuales y artistas no hayan ocupado un lugar destacado e incluso de vanguardia.

Así fue en la República, así fue en la lucha contra el franquismo, así fue en la transición y así sigue siendo en nuestros días.

Y por mucho y alto que ladren desde las cavernas de la reacción, con la evidente finalidad de desacreditarlos y aun callarlos, su voz se va a seguir escuchando cada vez que haya un ataque a la paz, al pan y a la libertad.