Mientras los ojos del mundo están puestos en el horror de Gaza, el gobierno de Netanyahu -el más ultraderechista, aventurero y pirómano de la historia de Israel- no ceja en su intento de extender la guerra a Líbano y Siria, siempre apuntando a Teherán. El objetivo de los halcones de Tel Aviv -en íntima comunión con los halcones de Washington- es desatar una conflagración a gran escala en Oriente Medio que obligue a EEUU a intervenir con toda su fuerza, recuperando el considerable terreno perdido tras las derrotas en Irak, Siria y Afganistán. Un espacio que han ocupado potencias como Rusia o Irán.
En el sur de Líbano, la tensión crece cada semana, en una espiral que se acerca cada vez más al estallido de una guerra abierta. En respuesta al lanzamiento de cohetes por parte de Hezbollah contra el norte de Israel, la aviación israelí ha desatado una serie de ataques aéreos extensivos sobre el país del cedro, bombardeando intensamente no sólo el sur de Líbano -como lo vienen haciendo desde el 7 de octubre- sino adentrándose mucho más profundamente en el interior del país de lo que lo suelen hacer, lanzando sus misiles sobre ciudades como Adchit, Chehabiyah, Kfar Dunin, Souneh o Bouslaiya, esta última a 25 kilómetros de la frontera.
La frontera entre Israel y Líbano vive su mayor pico de tensión desde 2006, con un intenso intercambio de fuego durante más de cuatro meses que se ha cobrado la vida de al menos 242 personas, incluyendo unos 29 integrantes de milicias palestinas, un soldado y 19 civiles -entre ellos tres niños y tres periodistas-, además de los milicianos de Hezbollah.
Pero Netanyahu no sólo lanza cerillas al barril de dinamita libanés, también bombardea la capital de Siria. Un bombardeo israelí contra un barrio de Damasco dejaba dos muertos. Desde el estallido de la guerra civil de Siria en 2011, Israel ha lanzado cientos de ataques aéreos contra su vecino, principalmente contra grupos armados respaldados por Irán -como Hezbollah, también presentes en territorio sirio-, así como contra posiciones del Ejército de Bachar Al Assad, alineado con Moscú y Teherán. Los ataques han aumentado considerablemente desde el 7 de octubre.
Todos los expertos en Oriente Medio señalan una realidad. El grupo chií Hezbolláh, alineado y financiado por Irán y aliado de Hamás, y que retiene gran parte de los resortes del poder de Líbano, es la milicia más poderosa del mundo. Cuenta con un enorme arsenal de misiles y una larga experiencia de combate contra Israel, curtida en la larga guerra civil libanesa, que instigada por Tel Aviv y Washington desangró al país con más de 120.000 muertos de 1975 a 1990. Si esta milicia chií se lanzara con todo su potencial contra Israel, ni siquiera la famosa defensa antiaérea del ejército sionista -la «Cúpula de Hierro»- podría contrarrestar la lluvia de miles de cohetes lanzados contra todas las ciudades israelíes. ¿Por qué golpear el avispero de Hezbollah o lanzar dinamita sobre Siria mientras no se ha resuelto -en absoluto- la conquista a sangre y fuego de la Franja de Gaza?
La respuesta está a muchos miles de kilómetros, al otro lado del Atlántico. Poderosos sectores de la clase dominante norteamericana, vinculados orgánicamente con sus contrapartes israelíes, necesitan del fuego de la guerra para «rediseñar el mapa de Oriente Medio», una región donde la superpotencia norteamericana -y su gendarme sionista- han perdido poder e influencia en la última década.
Los halcones de la línea Trump y de la línea Netanyahu buscan una conflagración a gran escala en la región, que fuerce a la administración Biden -que mantiene su apoyo militar y diplomático a Israel, pero que se niega a permitir un incendio descontrolado en Oriente Medio- a intervenir de manera decidida, golpeando al gran enemigo de Washington y Tel Aviv en la zona: el Irán de los ayatolás.
Una guerra a gran escala que fuerce a las potencia sunnies -Arabia Saudí, Emiratos, Egipto, Turquía- a alejarse de las veleidades antioccidentales y de los acercamientos a Irán, China o Rusia, y que les encuadre bajo la batuta norteamericana.
Estas son las intenciones de los halcones pirómanos de Tel Aviv… y Washington.