EEUU, a través del portavoz adjunto del Departamento de Estado, Robert Wood ha declarado que la «retórica» de Corea del Norte «claramente no ayuda» pero que eso no les impedirá «continuar con los esfuerzos por lograr la desnuclearización de la península norcoreana a través de las conversaciones a seis bandas». El régimen norcoreano ha conseguido así al menos uno de sus objetivos tras anular ayer todos los acuerdos de no confrontación con Corea del Sur: llamar la atención de la administración Obama y lograr que se pronuncie en un compromiso por desatascar las negociaciones en la península coreana.
El diálogo a seis bandas –en el que articipan las dos Coreas, China, Japón, Rusia y EEUU- , que se inició bajo la administración Bush, se encuentra estancado desde que en diciembre, en una reunión en Pekín, Corea del Norte se negara a firmar un protocolo de verificación, un paso considerado imprescindible por Estados Unidos y los otros países negociadores. Wood reiteró la postura de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, sobre las negociaciones, que considera útiles, y afirmó que ella trabajará con sus socios regionales. "Corea del Norte es una prioridad para nosotros y todavía creemos que el marco del diálogo a seis bandas es útil. Estamos comprometidos con el objetivo de la desnuclearización y trabajaremos con nuestros aliados en la región y con otros para conseguir la desnuclearización que todos queremos ver", dijo el portavoz. Las ya de por sí tensas relaciones entre las dos Coreas se empezaron a crispar tras la subida al gobierno de Seúl del conservador Lee Myung-bak, partidario de la mano dura con el Norte y de condicionar cualquier avance en la normalización de las relaciones a pasos verificables en la desnuclearización. Esto ha irritado al régimen norcoreano, que fiel a su estilo, decidió ayer dar un puñetazo encima de la mesa para forzar a Seúl a reconsiderar los riesgos de su osadía y para obligar a Washington –centrado en Oriente Medio- a poner a Pyonyang en su agenda inmediata, al mismo tiempo que ponían a prueba el temple del nuevo inquilino de la Casa Blanca El régimen de Kim Jong Il ha declarado públicamente que quiera negociar con la administración Obama más a fondo de lo que lo hizo con la administración Bush, dentro o fuera del marco de las seis bandas. Pyonyang busca la normalización de la situación de la península de Corea –dividida en dos mitades por la frontera más militarizada del mundo, el paralelo 38-, y estaría dispuesto a ofrecer en el quid pro quo el desmantelamiento de su programa de armas nucleares. De entrada el Departamento de Estado ha designado a Wendy Sherman, ex asistente del presidente Clinton y su coordinadora de la política para Corea del Norte, para establecer contactos en la zona, en lo que se interpreta como un signo alentador por parte de la administración Obama. Y algunos analistas auguran que en breve la delegación diplomática puede ser reforzada con algún “peso pesado”. Se barajan nombres como la ex Secretaria de Estado Madeline Albright, que ya se reunió con Kim Jong-il en 2002, o incluso… Henry Kissinger. Parece que EEUU –por visión o por obligación- ha entrado al trapo y ha aceptado el reto de Pyonyang. Pero la normalización de la península de Corea –que inmediatamente pondría sobre la mesa reiniciar el proceso de reunificación del Norte y el Sur- puede ser antagónica con las vías regias del diseño global de la hegemonía norteamericana. Es uno de los más destacados estrategas del imperio, Zbigniew Brezinski, quien lo sintetiza mejor que nadie en su libro El Gran Tablero Mundial: “Japón posee, sin lugar a dudas, el potencial necesario para ejercer un poder político de primera clase. Sin embargo no lo hace, prefiriendo evitar la tentación de ejercer un dominio regional y actuando, en lugar de ello, bajo la protección estadounidense (…) Corea del Sur es un pivote geopolítico del Lejano Oriente. Sus estrechos vínculos con los Estados Unidos permiten a éstos proteger a Japón y, por lo tanto, impedir que se convierta en una gran potencia militar sin necesidad de una abrumadora presencia estadounidense en el propio Japón. Cualquier cambio significativo en la situación de Corea del Sur, ya sea mediante la unificación y/o mediante un desplazamiento hacia una esfera de influencia china en expansión, alteraría necesariamente de manera crucial el papel de los Estados Unidos en el Lejano Oriente, modificando por lo tanto también el de Japón. Además, el creciente poder económico de Corea del Sur la convierte en un “espacio” más importante por derecho propio, por lo que controlarla es cada vez más vital”. EEUU debe desactivar el peligro norcoreano y estabilizar la península, pero no hasta el extremo de verse forzado o presionado a hacer las maletas. El Maestro de Estrategas Brezinski es rotundo: la península de Corea es el último lugar del mundo del que puede retirarse la presencia militar norteamericana.