Bajo el nombre de Reunión de Iniciativa Ciudadana, cuyas siglas en francés, RIC, coinciden con las de una de sus principales reclamaciones políticas -el referéndum de iniciativa ciudadana: que cualquier propuesta de ley que recoja 700.000 firmas ciudadanas tenga que ser obligatoriamente pasada por un referéndum vinculante al cabo de un año-, su propuesta dice querer aportar “respuestas a los franceses que apoyan” la protesta desde hace meses.
El comunicado fundacional de la RIC se compromete a que sus “futuros” eurodiputados tendrán como misión principal servir “de portavoces de los ciudadanos, que serán consultados a lo largo de todo el mandato”. Se comprometen a hacer asambleas y consultas con sus representados «para servirles de portavoces». “Queremos dejar de sufrir las decisiones de las instancias europeas y los ‘diktats’ de las castas de financieros y tecnócratas, que han olvidado lo principal: lo humano, la solidaridad y el planeta”, dice la nota.
La iniciativa de la RIC para concurrir a las elecciones de mayo está liderada por una de las líderes más conocidas de los gilets jaunes: Ingrid Levavasseur, una auxiliar de enfermería de 31 años. Entre sus diez primeros candidatos, que tienen entre 29 y 53 años de edad, hay una ama de casa, un comercial, un contable, un jurista y consejero municipal o un funcionario.
La propuesta de este sector de los chalecos amarillos ha recibido felicitaciones y críticas. Desde el Eliseo se ha saludado la integración electoral del movimiento de protesta, creyendo ver en ella a un interlocutor razonable que puede ayudar a bajar la tensión en las calles, amén de un competidor electoral para robarle votos tanto a Reagrupamiento Nacional de Le Pen como a Debóut France (antigua Francia Insumisa) del izquierdista Jean Luc Melénchon. Incluso una parte de los chalecos amarillos, partidarios de una línea más radical y de mantener las protestas callejeras a toda costa, han cargado con dureza contra la iniciativa de Ingrid Levavasseur.
Pero lo cierto es que, si la iniciativa RIC cuaja electoralmente, si mantiene sus compromisos democráticos con sus electores (referéndums, consultas y asambleas), y sobre todo si mantiene el programa político «oficioso» de los Gilets Jaunes, pueden convertirse en una alternativa real para el descontento popular, y en un serio quebradero de cabeza para la resabiada clase dominante francesa y para los centros de poder europeos y mundiales.
La «Carta de los Chalecos Amarillos», una hoja de reivindicaciones que circuló por las movilizaciones a modo de «mínimo común denominador» de las aspiraciones del movimiento, planteaba ambiciosas exigencias populares.
En lo económico, la Carta exigía la subida de salarios (SMI en 1.300 euros netos, salario máximo de 15.000 euros) y pensiones (ninguna por debajo de 1.200 euros) y su indexación obligatoria a la inflación; una política fiscal progresiva (que eleve impuestos a grandes empresas y los baje para las pequeñas); la protección de las pensiones, la sanidad o la educación públicas y la prohibición de su privatización; la protección de la industria francesa y la prohibición de deslocalizaciones, privatizaciones de empresas públicas o de rescates bancarios; obligación de mismos salarios y derechos a trabajadores franceses y extranjeros; cortar la evasión fiscal recuperando “los 80 millones de euros abandonados por el Estado cada año en las empresas del CAC40” (el equivalente francés al IBEX35)…
En lo político, además de los mencionados referéndums vinculantes, la Carta exigía la salida inmediata de la OTAN, la prohibición de que ejército francés intervenga en guerras de agresión («cesar el pillaje y la injerencia política y militar en el África francófona») así como el «Fréxit», la salida de Francia de la UE “para recuperar la soberanía”…
¿Se imaginan estas exigencias en el Parlamento Europeo?