Hemeroteca: Ruth Hernández (UCE)

«Hubo una izquierda cómplice. Y otra que -como nosotros- jugó un papel clave en la derrota de ETA»

Ahora que se cumplen diez años del fin de la banda terrorista, reproducimos la entrevista que realizamos en 2019 a Ruth Hernández, dirigente de Unificación Comunista de España y activa luchadora contra el fascismo de ETA

Ruth Hernández tiene 42 años, es de Bilbao y madre de una hija. Licenciada en Psicopedagogía y educadora. Empezó como activista social en varias ONG y lleva casi dos décadas como dirigente comunista en UCE.

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Realizamos esta entrevista en un receso de una reunión del Comité Ejecutivo de Euskadi, cuando aún resuena otra, la que la periodista Laura Rosell en TV3 ha hecho a un asesino etarra en la que dice que “no se arrepiente” de sus crímenes y que no tiene ninguna “necesidad de pedir perdón”…

Sí. La conozco y estoy al tanto. Desde luego que haya terroristas que digan eso no me sorprende, el problema es que se hagan ese tipo de entrevistas en un medio público en el que se impone un relato que oculta los hechos, se blanquea lo que ha sido el terrorismo y se falta a las víctimas para que no se vea quiénes son las víctimas y los verdugos.

ETA ha sido derrotada, no hay tiros en la nuca ni bombas bajo los coches, son hechos incontestables, pero eso es lo que se quiere borrar o blanquear. La batalla está ahora en la memoria.

Pero no solo, y yo diría que principalmente, por el relato que quiere hacer ETA de sus crímenes, sino del relato que quieren hacer otros, porque si se tira del hilo de los hechos lo que aparecen son otros que ampararon, justificaron y se sirvieron del terrorismo para sus objetivos políticos.

Cuando tienes que escuchar frases como que “olvidar no es traición” en boca de dirigentes del PNV es evidente que lo que se quiere imponer es que haya un borrón y cuenta nueva, donde no aparezcan ellos. ¿O es que tenemos que olvidar que durante los años más negros del terror los dirigentes del PNV, los Arzallus e Ibarretxe, defendían aquello de ‘el árbol y las nueces’? Que unos, ETA, tenían que arrear el árbol con el terror y quebrar la voluntad de los vascos para que otros, los dirigentes del nacionalismo, pudieran recoger los réditos políticos para su proyecto independentista.

ETA ha sido derrotada, no hay tiros en la nuca ni bombas bajo los coches, son hechos incontestables, pero eso es lo que se quiere borrar o blanquear. La batalla está ahora en la memoria.

¿Cómo ha sido posible más de medio siglo de terrorismo?

Para empezar, para que haya sobrevivido más de 50 años una organización de este tipo y sobre todo para que haya podido hacer lo que ha hecho tiene que tener padrinos y un aliento político directo. Porque los números son brutales, casi 1.000 asesinatos, más de 6.000 heridos, decenas de miles de extorsionados, 250.000 vascos obligados a exiliarse de Euskadi y toda una sociedad sometida al silencio fascista por el terror.

Como denunciamos desde Unificación Comunista de España los asesinatos de ETA, el terrorismo, no son consecuencia de eso que llaman “el conflicto”, sino de que había un plan para imponer un proyecto independentista de nacionalismo étnico y excluyente. Y para eso había que eliminar mediante el terror a la oposición política, por eso decía antes lo del árbol y las nueces. Y ese era el proyecto de la línea nazifascista que encabezaban los dirigentes del PNV Arzallus e Ibarretxe y de la burguesía vasca.

Puede sonar duro, pero es así, si en la Alemania nazi había una burguesía monopolista que apoyaba a Hitler y tenía a los ‘camisas pardas’, que eran grupos paramilitares organizados encargados del trabajo sucio y sembrar el terror, aquí ETA ha jugado ese papel, y los Arzallus el de la alta burguesía.

Algunos recuerdan ahora las palabras que dijo Adolfo Suárez al dimitir en 1981, poco antes del 23F, en un contexto en el que había un atentado de ETA casi a diario. Dijo: “me voy de la presidencia sin saber si ETA cobra en dólares o en rublos”. ¿Qué piensas de eso? ¿Qué relación ha guardado el terrorismo con la desestabilización política?

Bueno es que además de los padrinos internos, había otros padrinos exteriores con intereses no ya sobre Euskadi sino sobre toda España, que se sirvieron del terrorismo, lo alentaron, lo financiaron y lo acogieron en santuarios. Sobre todo, para mantener una herida abierta en nuestro país y poder utilizarla para intervenir y favorecer sus intereses.

Nunca está de más recordar una y otra vez esa frase del presidente Adolfo Suárez cuando dijo que se iba de presidente “sin saber si ETA cobraba en dólares o en rublos”. También hay documentos y películas [«Operación Ogro», de Gillo Pontecorvo, o la miniserie «El asesinato de Carrero Blanco» de Miguel Bardem] que denuncian cómo la CIA se sirvió de ETA para el atentado a Carrero Blanco.

Se quería imponer un proyecto independentista de nacionalismo étnico y excluyente. Y para eso había que eliminar mediante el terror a la oposición política. Ese era el proyecto de la línea nazifascista que encabezaban los dirigentes del PNV Arzallus e Ibarretxe

Arzallus era un entusiasta del proyecto de la llamada Europa de los Pueblos, un diseño alentado desde la Alemania de los años treinta basado en fragmentar Europa en pequeños estados étnicos, y que siempre ha estado ahí al servicio de la Europa Alemana. Por no hablar de los santuarios, como el francés, sin los cuales ETA no habría sobrevivido 60 años.

Y sin olvidar el aliento que ha habido por parte de la alta jerarquía de la Iglesia vasca, que ahora ha pedido perdón el mismo día que ETA anunciaba que se disolvía.

¿Cuándo se empezó a derrotar a ETA?

A ETA la ha derrotado la sociedad vasca y también la española cuando empezaron a decir “¡basta ya!”. A perder el miedo y salir a la calle. Y ahí quiero señalar varias cosas. En primer lugar en esa rebelión democrática han sido las víctimas del terrorismo, sus familiares, las mismas que también ahora siguen peleando por que no se imponga el silencio y el relato del olvido.

La izquierda también ha jugado un papel decisivo en la rebelión popular contra el terrorismo y el fascismo de ETA. Y en particular desde UCE se ha contribuido cualitativamente al situar no solo a ETA sino a la línea del nacionalismo étnico y excluyente de Arzallus e Ibarretxe como una línea reaccionaria, fascista y nazi. Ir a las manifestaciones de Basta Ya, especialmente las de San Sebastián, con la bandera roja de la hoz y el martillo tuvo un efecto liberador para mucha gente.

Pero no toda la izquierda actuó así. Una izquierda que ha comulgado con la teoría del “conflicto” y conciliado con el carácter fascista que tenía lo que estaba ocurriendo, que consideraba que ser de izquierdas era ser nacionalista y eso de que “algo habrán hecho”…

También ha habido una izquierda colaboracionista con el nacionalismo étnico que llegó a tener a un representante, Javier Madrazo de Ezker Batua, como consejero de Vivienda durante ocho años en el Gobierno de Ibarretxe.

Digamos, ha habido no solo confusión, sino meter a la gente en el terreno del nacionalismo burgués, completamente ajeno a los intereses del pueblo. Todo esto no se puede olvidar, forma parte de la memoria histórica.

La izquierda actual tiene un reto que es no volver a caer en esas posiciones, tomar una posición clara y no mantener la ambigüedad. No se puede condenar el relato de ETA y al mismo tiempo ir al acto de Cambo en Francia donde ETA justificaba su disolución sin condenar su historia de terror.

¿Qué piensas cuando lees encuestas que dicen que casi la mitad de los jóvenes vascos no saben quién era Miguel Ángel Blanco?

Sí la verdad es que resulta alucinante. Miguel Ángel Blanco, el joven concejal del PP secuestrado y asesinado a sangre fría de un tiro en la nuca, fue un antes y un después en la rebelión democrática contra ETA. Como alucinante es que tampoco sepan del mayor atentado de ETA como fue el de Hipercor de Barcelona.

Seguramente no lo saben porque aún funciona o ha funcionado el silencio del miedo, pero el fondo es otro; hay intención de que todos esos hechos no aparezcan. Y son hechos, no valoraciones, pero que por sí solos lo dicen todo.

¿Cómo ha funcionado el silencio del miedo, eso que se ha llamado el txirimiri fascista? ¿Cómo lo has vivido tú?

Txirimiri ya sabemos que es la gotita que va cayendo y calando… Ocurre que cuando uno está en una situación de excepción, como en este caso en Euskadi, de miedo, esperando cuánto tiempo va a tardar en haber un nuevo atentado, dónde va a saltar la próxima amenaza, a quién van a colocar en la diana o con comentarios en la televisión como que “algo habrá hecho”… esta cotidianidad te va calando.

“Los asesinatos de ETA no eran fruto de ningún ‘conflicto vasco’, sino de un proyecto independentista, etnicista y excluyente”

Y hay miedo a hablar con los amigos, incluso dentro de la familia, para que no se preocupen, porque no piensan igual que tú o por las repercusiones que pueda haber, no solo físicas, sino lo que es más profundo, por que no te consideren propio.

Cuando sales y viajas fuera y luego vuelves te das cuenta cuánto ha calado y se ha impuesto el silencio del terror.

Yo he tenido la oportunidad de viajar y volver y es tremendo el contraste con la falta de libertad. El txirimiri va calando y por eso ha sido tan importante la denuncia desde la izquierda democrática del fascismo impuesto por el nacionalismo étnico y excluyente. Por eso ha sido tan importante el papel de UCE en las manifestaciones con los carteles que denunciaba a Arzalluz como “Aníbal el caníbal”.

Imponer el silencio con el terror y ahora con el olvido y una amnesia colectiva. ¿Qué se busca con todo esto?

Como ya he señalado antes, que no se vea que ETA ha sido un grupo terrorista asesino que no tenía nada que ver con el pueblo vasco ni nada de eso y que ha sido derrotado. Que el hilo no lleve a quienes se sirvieron del terrorismo para su objetivo de fragmentar el País Vasco.

Porque detrás hay proyectos de clase que han intentado imponer con el coche bomba, el tiro en la nuca, la extorsión y la expulsión de su tierra de miles de vascos.

Y ahora también se quiere imponer un relato al servicio de unos objetivos políticos.

Aún no había terminado la banda terrorista de anunciar que se disolvía definitivamente y ya estaban en el “procés vasco” por decirlo de alguna forma. Y no ya Bildu con Otegui pregonando las excelencias de los independentistas catalanes de Puigdemont, sino el PNV, proponiendo la reforma del Estatuto de Gernika e introducir el “derecho a decidir”.

Creo que hay dos batallas indisolublemente unidas y que desde la izquierda nos debemos poner al frente de darlas: la batalla por el relato y la memoria y la batalla por la unidad. Desde luego yo, como militante comunista, lo veo fundamental porque el futuro no se puede edificar echando tierra sobre las víctimas, los principios y las políticas que sirvieron para mantener el terror y un proyecto de independentismo excluyente. Y sobre todo no se puede construir fraccionando la unidad del pueblo trabajador. Porque defender la libre unidad de las nacionalidades y regiones de España es revolucionario.