Editorial

Los árboles de Putin y el bosque de Trump

La cuestión rusa se ha convertido en las últimas semanas en el principal centro de atención de la situación política internacional.

La Casa Blanca y Donald Trump son el epicentro de las noticias entorno a la conexión rusa con los asesores y el propio presidente. Destitución del asesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn, cese fulminante del director del FBI y ahora la acusación de revelar información de los servicios de inteligencia altamente reservada al ministro ruso de Exteriores. Noticias que se suman a las denuncias de la intervención rusa en las elecciones francesas y de otros países europeos.

Un ciudadano lector de las portadas de los periódicos o viendo los noticiarios sacaría la impresión de que ha vuelto la “superpotencia rusa”, capaz de imponer presidentes hasta en EEUU, principal enemigo de occidente y de todos los pueblos del mundo.

Pero nada más lejos de la realidad. Estamos ante una lucha a muerte entre las dos fracciones en que está dividida la clase dominante norteamericana. Y las noticias sobre la revelación de secretos es un claro ejemplo.

El Washington Post y el New York Times lanzaron la noticia de que Trump habría revelado secretos de Estado al ministro ruso de Exteriores en la entrevista que mantuvieron en la Casa Blanca, relacionada con la posibilidad de que el Estado Islámico utilice ordenadores portátiles con explosivos para cometer actos terroristas en aviones comerciales. Se iniciaba una escalada de acusaciones y descalificaciones mutuas. «Estamos ante una lucha a muerte entre las dos fracciones en que está dividida la clase dominante norteamericana»

Desde la filas del Partido Demócrata se acusa a Trump de poner en peligro la seguridad de Estados Unidos y las fuentes de los servicios de inteligencia, y al presidente de “no saber cuáles son los límites” y de pérdida de credibilidad: “el pueblo estadounidense dudará con razón si su presidente puede manejar los secretos más delicados de nuestra nación”. Y se esgrimen las encuestas para amenazar con un proceso de destitución de Trump. Según una encuesta, el 48% de los norteamericanos quiere que se inicie un proceso de “impeachment” contra el presidente.

Desde la Casa Blanca y el Partido Republicano se justifica la actuación de Trump. En palabras del consejero de Seguridad, el general M.R. McMaster: “No hizo nada inapropiado ni puso en riesgo la Seguridad, ya que Trump no habría revelado nada sobre “las fuentes, los métodos y sobre operaciones militares”. Y el propio Trump justificaba su actuación en Twitter por tener “derecho absoluto a compartir hechos relacionados con el terrorismo y la seguridad de vuelo de las líneas aéreas”. Y se preguntan, si el terrorismo de ISIS es el principal enemigo ¿por qué no compartir la información para combatirlo?

La fase de acelerado declive imperial en la que ha entrado Estados Unidos ha agudizado aún más la división en la clase dominante yanqui y en el establisment político y mediático respecto a cómo hacer frente a esta situación. Y la llegada de Trump, con una nueva estrategia que propone una alteración de todo el sistema de relaciones y alianzas internacionales, entre ellas el acercamiento a la Rusia de Putin para romper o debilitar la alianza Moscú-Pekín, multiplica los enfrentamientos, las tensiones internas y el antagonismo entre los dos sectores.

El giro de la política internacional de Trump afecta directamente a los intereses de los sectores económicos más dinámicos y competitivos, a las tecnológicas como Apple, Microsoft, H-P, Dell, Cisco, Intel Symantec…, o las multinacionales del automóvil. Unas y otras tienen en China y México dos de sus principales fuentes de beneficios. La nueva estrategia de Trump pisa sus cuentas y aumentan las tensiones internas y el antagonismo entre los dos sectores.

Rusia trata de intervenir, en la medida que puede para sacar beneficios en aquellas áreas en las que tiene intereses, pero es la superpotencia norteamericana la que ha establecido una estrategia global, la que está alterando todo el equilibrio mundial y haciendo demostraciones de fuerza como el ataque a la base militar del régimen sirio, el lanzamiento de la “madre de todas las bombas” no nucleares o el despliegue militar en el Pacífico.

Que los árboles de Putin no nos impidan ver el gigantesco bosque de Trump.