«No me dejen solo porque así casi no valgo nada. Yo ya no me pertenezco. Pertenezco al pueblo de México», dijo Andres Manuel López Obrador (AMLO) ante más de 60.000 seguidores en la gigantesca Plaza del Zócalo en México D.F, en una ceremonia de investidura en la que el primer izquierdista en alcanzar la presidencia muchas décadas en la historia del país azteca se reafirmó en la consigna que repitió en campaña: “vamos a gobernar para todos, pero vamos a dar preferencia a los vulnerables y a los desposeídos. Por el bien de todos, primero los pobres”.
La Plaza del Zócalo es una de los espacios abiertos más grandes del globo, pero no cabía ni un alfiler. Arriba del estrado, una amplia representación de los 68 pueblos indígenas del país le entregó un Bastón de Mando tradicional, y le hicieron un ritual de purificación.
No era mera liturgia, era toda una declaración de intenciones hacia los -hasta ahora- invisibilizados pueblos originarios. “Vamos a darle atención especial a los pueblos indígenas de México, es una ignominia que nuestros pueblos mexicanos vivan bajo la opresión y la pobreza a cuestas”, dijo AMLO.
López Obrador es consciente de las inmensas espectativas que ha levantado al ganar en julio con el 53% de los votos, pero también de los gigantescos retos que supone ponerse al frente de un país sumido en una sangrienta guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado, con índices de corrupción sin precedentes y con un 53% de la población viviendo en la pobreza. Y sobre todo en una nación que vive bajo la sombra y la injerencia -más o menos evidente, pero siempre presente- de la superpotencia del Norte.
AMLO dedicó su investidura a consagrarse a su misión. Ha prometido que sus seis años de mandato no van a ser un gobierno más, sino de cambios profundos -al nivel de «las grandes transformaciones como la Independencia, la Reforma y la Revolución»- dijo. «Comienza la Cuarta Transformación», insistió, en un discurso que fue especialmente incisivo contra el «neoliberalismo».
«Haremos a un lado la hipocresía neoliberal. El Estado se ocupará de disminuir las desigualdades sociales, no se seguirá desplazando a la justicia social de la agenda del gobierno. Es inhumano utilizar al gobierno para defender intereses privados y desvanecerlo cuando se trata de proteger el beneficio de las mayorías. No es jugar limpio defender la facultad del Estado para rescatar instituciones financieras en quiebra y considerarlo una carga cuando se busca promover el bienestar de los más necesitados. Todo eso se ha acabado»
Anunció que destinaría los ingresos del petróleo y los recaudado con un «plan de austeridad republicana» -que recortará drásticamente los honorarios y privilegios de los altos cargos de la administración- para financiar políticas sociales. «Van a bajar los sueldos de los de arriba porque van a aumentar los sueldos de los de abajo», dijo AMLO entre grandes aplausos.
AMLO se comprometió a medidas como subir el salario mínimo e indexarlo a la inflación; en doblar las pensiones y extender el número de beneficiarios hasta hacerla universal; a iniciar el programa de atención médica y medicamentos gratuitos en las zonas marginadas de México y volverlo universal en todo el país; a otorgar 10 millones de becas a estudiantes en todos los niveles de escolaridad, creando 100 universidades públicas; a ayudar a productores del campo con subsidios y precios de garantía, y vender a precio justo una canasta de alimentos básicos para combatir la desnutrición y el hambre…
Para acabar su alocución, AMLO pidió a sus seguidores «paciencia y confianza». La «purificación de la vida pública de México» no será tarea sencilla, reconoció AMLO, pero todo será peor si aquellos que lo votaron y lo aclamaron le dan la espalda o se desencantan pronto. «Sin ustedes, los conservadores me avasallarían fácilmente. Les pido apoyo porque reitero mi compromiso. No tengo derecho a fallarles; antes muerto que traicionarles».