En todas las encuestas publicadas de diferentes fuentes, el PS, el Bloque y el PCP-PEV salen reforzados en intención de voto, y lo más destacable, pueden revalidar una nueva mayoría absoluta aún más holgada. Según los datos, muy parecidos, de los sondeos -realizados por dos empresas portuguesas especializadas, Aximage y Eurosondagem-, la suma de los votos del Partido Socialista, del Bloque de Izquierda y del Partido Comunista de Portugal-Partido Ecologista “Los Verdes” (PCP-PEV) alcanzaría un resultado de mayoría absoluta de alrededor de un 53%.
En el lado opuesto, la suma del Partido Social Demócrata (PSD), que a pesar del nombre es de centroderecha, y del Centro Demócrata Social-Partido Popular (CDS-PP), que es una derecha dura que aplicó salvajemente los recortes, no llegaría al 30% de los votos. Los partidos de centroderecha y derecha aparecen cada vez más débiles e incluso con la aparición de una fragmentación. Indudablemente en el previsible éxito electoral algo ha tenido que ver su común apuesta por un acuerdo parlamentario que ha aportado la estabilidad necesaria para la aplicación de los acuerdos alcanzados.
Aunque desde las anteriores elecciones han aparecido dos nuevos partidos -el partido de las Personas, los Animales y la Naturaleza (PAN), de orientación animalista, y Alianza, liderado por un ex-presidente del PSD- no cambiaría en lo fundamental la correlación de fuerzas existente.
Los enemigos de esta inédita alianza la denominaron la “geringonça”, palabra que en portugués quiere decir “artilugio, artefacto, un aparato improvisado, mal hecho y de funcionamiento complicado”. No parece que los hechos hayan dado la razón a los que aplicaron un término peyorativo a lo que se conoce como “gobierno a la portuguesa”.
Avances en Portugal
Porque el avance para la mayoría social portuguesa ha sido innegable. En unas recientes declaraciones, Francisco Louçã (uno de los fundadores del Bloque de Izquierda, coordinador y diputado entre 2005 y 2012) ha valorado que el acuerdo “funcionó, interrumpió la política de austeridad. Permitió subir los salarios, crear empleo y evitar el chantaje social, que era la política de austeridad. Hubo avances importantes en áreas como educación, el aumento de los salarios mínimos y medidas para enfrentar la precariedad de los empleos para los jóvenes. Naturalmente, hubo tensiones en torno a cómo administrar el sistema financiero, por ejemplo. Pero, en conjunto, estos cuatro años representaron un cambio político importante en Portugal”.
Fue Catarina Martins, la coordinadora del Bloque de Izquierda cuando las elecciones de 2015, la que propuso apoyar un gobierno del Partido Socialista siempre y cuando éste se comprometiera a poner fin a las políticas de austeridad y aprobara una amplia lista de medidas progresistas. Durante un mes y medio, los tres partidos negociaron las medidas recogidas en dos acuerdos. A cambio de los votos del Bloque de Izquierda y el PCP-PEV, el gobierno socialista, por ejemplo, ha repuesto los salarios de los funcionarios públicos, restaurado las pensiones recortadas por la Troika, cancelado la privatización de los transportes públicos y frenado la venta de la aerolínea estatal TAP.
Se han elevado las pensiones -siguen creciendo por encima de la inflación- frente al recorte, o congelación, sufrido entre 2011 y 2014. Se ha incrementado el salario mínimo interprofesional hasta un 15%, con el compromiso firmado de subirlo un 20% el próximo año. Y se han destinado ayudas económicas a las pymes.
En estos cuatro años, el Gobierno portugués ha logrado reducir el paro -situado en el 6,7%, un mínimo histórico- y ha aprobado además otras medidas progresistas, como que los libros escolares sean gratuitos y que elIVA cultural se haya reducido del 13% al 6%. También se han aprovechado los fondos generados por el boom del turismo y del sector inmobiliario para cuadrar las cuentas del Estado. Las cuentas públicas no solo no se descuadraron sino que, al aumentar los ingresos, el déficit se ha reducido del 4,4% al 0,8%, y se anuncia superávit para el próximo año.
Como afirmó el primer ministro socialista, Antonio Costa, “definimos una alternativa a la austeridad centrada en más crecimiento, más y mejor empleo y más igualdad. Lo hicimos de diferentes formas a las marcadas por Europa, pero cumpliendo las reglas”.
Sin cuestionar las líneas rojas
Aunque se han impulsado medidas para reducir la temporalidad, no se ha derogado la reforma laboral impuesta por la Troika. Y se ha aceptado, negociando más flexibilidad, la “camisa de fuerza” de los plazos de reducción del déficit impuestos por la UE. Otras cuestiones nodulares, como la continuidad de las inyecciones de dinero público a la banca, la toma de control del capital extranjero de importantes industrias, o evidentemente la participación de Portugal en las operaciones de la OTAN, han quedado fuera del debate político. Como ejemplo, en los últimos presupuestos se acordaron subidas salariales a los funcionarios y de pensiones, pero se eliminó un impuesto energético que perjudicaba a EDP, uno de los grandes monopolios.
De confirmarse los resultados que todas las encuestas pronostican para las elecciones generales del 6 de octubre en Portugal, éstos podrían volver a permitir la formación de un gobierno basado en un acuerdo de programa progresista como el actualmente existente en nuestro país hermano.