Si hacemos caso a algunos grandes medios nacionales y europeos, la victoria de Donald Trump en las elecciones norteamericanas «pone en riesgo el orden internacional», y supondrá «un repliegue» de unos EEUU que se «desentenderán de los asuntos internacionales».
La realidad es exactamente la contraria. Trump encarna una línea con una alternativa para defender el dominio y la explotación de la superpotencia norteamericana sobre el conjunto del planeta.
¿Cuál es el programa de Trump en política internacional? ¿Qué sectores de la burguesía norteamericana lo han apoyado? ¿Qué consecuencias puede tener su presidencia para los países y pueblos del mundo?
Si Donald Trump ha ganado las elecciones es porque representa la opción que ha triunfado, en el mismo seno de la burguesía norteamericana, sobre cómo gestionar su hegemonía mundial en unos momentos donde se agudiza su declive.
Frente a los superficiales análisis presentados por los grandes medios, Trump no es un “outsaider”, sin apoyos significativos en las élites y el establishment, ni un “multimillonario demagogo y populista” que ha arrastrado a los votantes.
Quien accede a la Casa Blanca encarna los intereses de importantes sectores de la clase dominante, y representa una línea sobre como mantener y consolidar el dominio mundial de la superpotencia.
Trump no solo ostentará la presidencia, el corazón del poder ejecutivo. También contará con una mayoría republicana en el Senado y el Congreso. Frente a las trabas que ha debido enfrentar Obama en su segundo mandato, Trump contará con un escenario relativamente libre durante los próximos cuatro años para desarrollar su política.
¿Cuáles son los ejes principales de la “línea Trump”?
En política internacional, Trump sitúa como enemigo principal a China. Pero defiende una opción más “realista” que la agresividad de la “línea Clinton”. Aceptando que EEUU no puede contener en solitario -ni tampoco con el apoyo de sus aliados más cercanos- la emergencia de Beijing. Y proponiendo formar un “frente global antichino” en el que pueda incluirse a Rusia y otros países, reconociendo sus intereses y ofreciéndoles concesiones.
En su política económica, la defensa del proteccionismo y la oposición a la ampliación de los grandes tratados comerciales (como el TTIP o el acuerdo transpacífico) es también una defensa ante la expansión economica, no solo de China sino también de otros países emergentes.
La globalización ha reportado ingentes beneficios al gran capital norteamericano, pero ha alimentado un desarrollo no controlado de rivales que socavan la hegemonía norteamericana. Trump propone someterla a un mayor control para intentar revertir esta tendencia.
¿A quién representa Trump?
Frente la difundida imagen de un excéntrico multimillonaario que “va por libre”, Trump en realidad representa a un sector de la burguesía norteamericana, suficientemente importante como para decantar a su favor los resultados de unas elecciones presidenciales.
Todos los pronunciamientos públicos de la clase dominante (desde importantes bancos de Wall Street al general que dirige el Pentágono, o los principales periódicos) han apoyado a Clinton.
Pero la irrupción del FBI en la última semana de campaña, favoreciendo las aspiraciones de Trump y perjudicando las de Clinton, no puede ser casual. Expresa que importantes aparatos del Estado -lo que quiere decir en la burguesía norteamericana- se decantaban por Trump.
¿Qué ofrece Trump a la gran burguesía norteamericana?
Trump propone una rebaja generalizada de impuestos, que daría un respiro a la clase media y a sectores de los trabajadores, pero sobre todo beneficiaría a grandes bancos y monopolios.
Su rotunda oposición a cualquier tratado medioambiental coincide con los intereses de las grandes petroleras. Y las medidas proteccionistas benefician a los sectores monopolistas perjudicados por la globalización, algunos tan importantes como la industria del automóvil.
Difiriendo en las formas, la política internacional propuesta por Trump coincide en el fondo con la defendida por Brzezniski, uno de los principales estrategas y “hombres de Estado” de la superpotencia (partidario también de trabajar por incluir a Rusia y otros países en un frente global contra la emergencia china capitaneado por EEUU), que ha criticado la orientación, excesivamente agresiva, defendida por Clinton.
Peligro para España
Las consecuencias para los pueblos de la elección de Trump no provienen de su carácter más reaccionario, sino de representar la política para mantener y fortalecer la hegemonía norteamericana.
Hillary Clinton, la opción presentada como “progresista” frente a Trump era en realidad una linea más agresiva en el plano internacional.
Con Trump se intensificará el saqueo y el encuadramiento político-militar de los países más dependientes. Esta es una necesidad estratégica de EEUU, impulsada por Obama y continuada por su sucesor, a pesar de las diferencias que los separan.
Trump afirmó que EEUU no protegería a los aliados de la OTAN que “no estuvieran al corriente de sus obligaciones de pago”. No estaba planteando un repliegue, sino la exigencia de que los “Estados vasallos” aumenten su contribución -vía recortes- a sufragar la maquinaria militar norteamericana.
Una amenaza que va a concentrarse particularmente en Europa, y que va a tener importantes consecuencias para España, un peón militar cada vez más importante para EEUU.
No vamos a enfrentarnos a “un presidente facha” en EEUU, sino a un representante de los intereses de dominio del hegemonismo norteamericano.
Frente a quienes ahora claman por “otro presidente” en EEUU, menos “reaccionario”… ¿es que acaso Clinton como presidenta no iba a imponer los intereses norteamericanos de dominio? ¿No fue Obama, el primer presidente negro, quien impuso los recortes en España a Zapatero y ha intervenido para que gobierne Rajoy?