Las estrechas relaciones del entorno de Puigdemont con Rusia

Lo que la “pista rusa” revela… de las élites del procés

Está comprobado. Ocurrió. La "caverna de Waterloo", los círculos más agresivos de las élites del procés nucleados en torno a Puigdemont, buscaron en las fechas del 1-O y de la DUI el reconocimiento de la Rusia de Putin. La "independencia" consistía en entregar Cataluña a la primera potencia extranjera que apadrinara la secesión.

Es ya un hecho probado. Lo ha reconocido la Oficina del President, que actúa como portavoz de Puigdemont, o Víctor Terradellas, encargado de la “internacionalización del procés”. Los círculos más agresivos de las élites del procés, lo que hoy se conoce como “la caverna de Waterloo”, buscaron el reconocimiento de la Rusia de Putin a una Cataluña independiente, y el apoyo económico, político y militar de Moscú a sus planes de ruptura.

Aunque no se consumaran, estas tóxicas relaciones con el Kremlin dicen mucho del auténtico carácter de las élites del procés. Para segregarse de un país como España, la cuarta economía de la UE, deben tener la cobertura de grandes centros de poder globales. Y la buscaron desesperadamente, en cualquier parte. No solo en Moscú.

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Los hechos probados

Víctor Terradellas no es un personaje menor en la jerarquía de las élites del procés. Como presidente de la Fundació CATmon desvió una parte de las cuantiosas subvenciones entregadas por la Generalitat a sufragar los gastos de la “corte” de Puigdemont en Waterloo. Y, utilizando su cartera de contactos forjada durante su larga etapa como encargado de relaciones internacionales de la ex Convergencia, fue comisionado por Puigdemont para buscar apoyos internacionales a la independencia de Cataluña.

Terradellas acaba de declarar ante el juez que investiga las relaciones del entorno de Puigdemont con Moscú. Confirmando que el día antes de proclamar la DUI, Puigdemont se reunió con un emisario oficial del Kremlin, el exdiplomático Nikolái Sadovnikov, que ofreció a una Cataluña independiente apoyo financiero, para pagar la deuda pública, suministro energético y respaldo militar -se llegó a hablar de hasta 10.000 soldados-. A cambio de que Cataluña se convirtiera en un Gibraltar económico para Moscú, con una legislación favorable a las criptomonedas. En esa reunión estuvo también presente Elsa Artadi, que llegó a ser portavoz del govern catalán. Y se llegó a ofrecer una videoconferencia entre Putin y Puigdemont una vez consumada la secesión catalana.

Puigdemont ha reconocido que esa reunión tuvo lugar. Alega que “no se acabó concretando nada”, y que “no se otorgó credibilidad a los ofrecimientos del Kremlin”. Pero se escucharon, muy atentamente. Y los emisarios de Moscú fueron recibidos no por funcionarios sino por una delegación de máximo nivel encabezada por el president de la Generalitat.

No fue un hecho puntual, ni un “desliz” producto de la tensión vivida en unos momentos donde se acumularon el 1-O, la DUI y la aplicación del 155.

Los contactos con Moscú del entorno de Puigdemont se mantuvieron durante largo tiempo. Buscando siempre el apoyo del Kremlin a la independencia de Cataluña.

Terradellas viajó a Moscú en mayo de 2018, para “comprobar la fiabilidad de la oferta de Sadovnikov”. Alardeando de que ha sido escogido por el Kremlin como “una especie de delegado en Cataluña”. Y explicando directamente a Puigdemont que viajaba a Moscú para “comprobar todo esto [el apoyo ruso a la independencia] y verlo con mis propios ojos”.

Los contactos de la “caverna de Waterloo” con Moscú, para recabar apoyo a la independencia, se mantuvieron activos desde el 2017 al 2020.

A partir de 2018 el encargado de mantener las conexiones de la “caverna de Waterloo” con el Kremlin fue Josep Lluís Alay, jefe de la oficina de Puigdemont en Bélgica. Alay mantuvo, entre marzo de 2019 y febrero de 2020, cinco reuniones con emisarios del Kremlin, tres de ellas en Moscú, dos en Barcelona.

El estrecho colaborador de Puigdemont se vanagloriaba de haber mantenido contactos con el exparlamentario ruso Yevgueni Primakov, al que califica como “la mano derecha de Putin en el Kremlin para relaciones internacionales”.

¿Sólo con Moscú?

Las turbias relaciones de la “caverna de Waterloo” con la Rusia de Putin son un escándalo de enormes proporciones. Evidencian hasta dónde están dispuestos a llegar las élites del procés en su búsqueda de “padrinos internacionales” que avalen sus planes de ruptura.

Pero la capacidad de intervención de Moscú en Cataluña es limitada. Las potencias que sí tienen “mando en plaza” en España son otras. Y las relaciones internacionales de las élites independentistas están de acuerdo con esta realidad.

Los sectores más agresivamente independentistas de las élites del procés han cultivado el apoyo de los círculos más reaccionarios de la superpotencia norteamericana. Carles Puigdemont con los congresistas de EEUU Dana Rohrabacher (izquierda, halcón republicano) y Brian Higgins (derecha, demócrata)

Los círculos que respaldan a Puigdemont cruzan el Atlántico. El lobby norteamericano de apoyo al procés está encabezado por algunas de las figuras más reaccionarias y agresivas de la administración Trump, como el congresista Mario Díaz-Balart -defensor de una intervención militar en Venezuela-, o el ex presidente del influyente subcomité  para Europa, Eurasia y Amenazas Emergentes del Congreso de los Estados Unidos, Danna Rohrabacher, especialista en respaldar movimientos independentistas -desde Kosovo a Irán- para utilizarlos al servicio de los intereses de la superpotencia.

Según ha revelado Independent Diplomat, un lobby americano especializado en procesos secesionistas y que fue contratado por la Generalitat entre 2013 y 2015, el govern de Artur Mas se puso en contacto con altos cargos de la OTAN antes de la consulta del 9-N de 2014 -precedente del 1-O- para que apoyara la hipotética declaración unilateral de independencia (DUI) de Catalunya. El ejecutivo catalán ofreció un espacio para que la alianza militar abriera una subsede en territorio catalán.

Para la “caverna de Waterloo” la “internacionalización” del procés era entregar Cataluña a la potencia extranjera que más ofrezca. A Rusia… o mejor a EEUU.

Y entre los planes de las élites del procés para una futura Cataluña independiente, estaba el de “privatizar” el ejército. Encargándoselo a Dyncorp, uno de los gigantes militares norteamericanos. Es propiedad de Cerberus, uno de los grandes fondos estadounidenses, y su relación con el Estado norteamericano es tan estrecha que el 98% de su facturación es con el Pentágono. Una de sus “especialidades” es movilizar mercenarios para las operaciones internacionales, desde Bosnia a Irak o Yemen. Los mercenarios de Dyncorp han sido acusados repetidamente de agresiones y violaciones en diferentes países.

Un ejército de mercenarios, y de la peor calaña, bajo mando norteamericano. Este era el futuro que la “caverna de Waterloo” preparaba para Cataluña.

Con estos precedentes, sería ingenuo pensar que la búsqueda de apoyos internacionales a la independencia de las élites del procés se limitó a llamar a la puerta de Moscú.

No es un “asunto interno”

La confirmación de los estrechos contactos del entorno de Puigdemont con el Kremlin confirma que la independencia de Cataluña no es, ni puede ser, un “asunto interno español”. Intervienen grandes centros de poder globales, que utilizan el “conflicto catalán” para intervenir en nuestro país.

Moscú juega a respaldar todos los movimientos que generen desestabilización en Europa, desde los movimientos de extrema derecha al “procés”. Y Washington ha utilizado la “herida abierta” en Cataluña para intervenir en España. Todavía recordamos la confesión del ex ministro de Exteriores, García Margallo, reconociendo que la declaración de apoyo a la unidad de España de Obama en los momentos álgidos del procés, fue a cambio de que el gobierno de Rajoy enviara soldados y aviones a los países bálticos bajo mando de la OTAN.

Sería ingenuo pensar que los contactos internacionales de las élites del procés se limitaron a llamar a la puerta de Moscú

Se apoyan para intervenir en unas élites independentistas para las que la “internacionalización” del procés no es otra cosa que la entrega de Cataluña al mejor postor, llamando a la intervención de una gran potencia para desgajarse de España.

Saben que nunca van a ganarse el apoyo de la mayoría de la sociedad catalana, y que jamás dispondrán por sí mismos de la suficiente fuerza para fracturar a una España que es la cuarta economía de la zona euro. Su única posibilidad de éxito es que grandes potencias los amparen. Y para ello están dispuestos a cualquier cosa, a llamar a cualquier puerta, a las más “clásicas” -situadas al otro lado del Atlántico- o a otras más “novedosas”, como la Rusia de Putin.