Violentas protestas hacen caer el gobierno del comunista K.P. Sharma Oli

Llamaradas de malestar en Nepal

El origen del malestar que ha desatado estas protestas está anclado en las propias contradicciones de Nepal. Pero ¿tratará de intervenir en ellas EEUU?

En medio de una grave crisis política y social, una violenta serie de disturbios -incluido el incendio del palacio presidencial- han acabado derribando el gobierno del primer ministro K.P. Sharma Oli, veterano líder del Partido Comunista de Nepal (Marxista-Leninista Unificado), que ha sido sustuído por un gobierno de transición dirigido por una figura conciliadora, la expresidenta del Tribunal Supremo Sushila Karki.

¿Qué ha pasado? ¿Cuáles son los contornos de esta crisis en el país del Himalaya?

Nepal, capital Katmandú, con casi 30 millones de habitantes, está empotrado entre dos gigantes demográficos y geopolíticos: China e India. Por tanto, crisis políticas como la actual tienen potenciales repercusiones mucho más allá del Himalaya, incluso de Asia.

Desde la abolición de la monarquía del sátrapa pronorteamericano Gyanendra Shah, depuesto en 2008 tras una década de guerra civil, en Nepal se han sucedido una larga lista de 14 gobiernos republicanos más o menos efímeros e inestables, pero siempre bajo el liderazgo de uno de los dos partidos comunistas del país: el Partido Comunista de Nepal (Marxista-Leninista Unificado, o CPN-UML) de K.P. Sharma Oli, y el Partido Comunista de Nepal-Centro Maoísta de Pushpa Kamal Dahal, alias «camarada Pachandra». Actualmente, el CPN-UML de Sharma Oli gobernaba en coalición con el Partido del Congreso Nepalí, de centro izquierda.

Bajo los gobiernos izquierdistas se han producido notables progresos socioeconómicos en uno de los países más pobres del mundo. La economía ha crecido en un 60% en una década, con medias de aumento del PIB del 4% anual. Aunque el 20% de la población sigue viviendo bajo el umbral de la pobreza, los índices de miseria han caído un 5% en la última década, y la pobreza extrema ha disminuido drásticamente. Sin embargo, la desigualdad de ingresos ha crecido, y la pandemia de Covid en 2020 junto a problemas migratorios han creado importantes bolsas de miseria.

En este contexto de inestabilidad y desafección, una medida en torno a una cuestión particular ha hecho estallar un polvorín de malestar. El detonante de las protestas fue la decisión del gobierno de Oli de bloquear hasta 26 redes sociales. La prohibición fue percibida como un acto de censura directa, porque se produjo en medio de una campaña viral en TikTok, conocida como «Nepo Kid», que denunciaba la corrupción de la élite política, particularmente de los hijos de altos cargos o de altos funcionarios, que mostraban impúdicamente en las redes su lujoso tren de vida -con bolsos Gucci, vehículos de lujo, vacaciones exóticas, educación en el extranjero- en un contraste indecente a la pobreza cotidiana de muchos nepalíes comunes. Algunos de estas élites nepotistas eran hijos y nietos de dirigentes comunistas, pero la mayoría apuntaban a una élite transpartidista mucho más amplia.

¿Qué pasará ahora en Nepal? Hasta ahora, los gobiernos progresistas habían logrado cierto equilibrio estratégico entre China e India, manteniendo su independencia, y sobre todo evitando ser utilizados por otros centros de poder imperialistas -como EEUU- como elemento de arrojadizo contra alguno de los dos gigantes asiáticos.

No cabe duda de que el origen del malestar que ha desatado estas protestas es endógeno y está anclado en las propias contradicciones de Nepal. Pero ¿tratará de intervenir en ellas la superpotencia norteamericana, como en tantas ocasiones, para meter una cuña desestabilizadora entre China e India?