Iker Azkoitia

Libre, libre, libre…

Iker Azkoitia

Con 700 euros y una productora independiente, Iker Azkoitia y Moebius Films han sorprendido por su forma de hacer cine y contar historias

Sacar adelante una obra que tiene éxito con poco presupuesto, ¿crees que pone de manifiesto que las cosas están cambiando y que se abre una grieta en el monopolio de la producción artística?Últimamente la forma de hacer cine ha cambiado mucho. Se han abaratado los medios, con cámaras digitales que antes valían mucho dinero es mucho más fácil conseguir una mayor calidad técnica. En ese sentido, la producción se ha democratizado, porque se puede hacer cine con menos recursos. El resultado depende del esfuerzo, el trabajo y el entusiasmo que le ponga cada miembro del equipo técnico y artístico, porque el cine y el teatro es un trabajo en equipo, y sin el esfuerzo de todos es imposible.Te has lanzado con productora propia, un camino que están emprendiendo cientos de artistas. Entiendo que os ocupáis de aspectos de la producción que se salen de lo artístico, ¿como lo llevas?, ¿son un inconveniente o te permite valorar de otra manera tu trabajo?La verdad, una cosa que solemos comentar, mis socias Natalia Sprenger, Marta Arrabal y yo, es que ponerte en la piel de otro profesional te hace valorar mucho más la profesión. Cuando haces el trabajo de actor estás totalmente enfocado en el personaje, la situación, en trabajar el conflicto, la relación y perseguir su objetivo. Pero cuando además desempeñas otras labores, como el guión o la dirección, respetas y valoras mucho más el trabajo de los demás y adquieres un conocimiento más extenso y global a la hora de poner en pie una nueva historia. Para mí ha sido muy complicado dirigir y actuar al mismo tiempo, es como partirte la cabeza en dos.Lo de la productora (www.moebiusfilms.es), en realidad somos una asociación porque no teníamos el capital suficiente para crear una empresa cinematográfica, se trata de crear nuestras propias oportunidades y trabajar nuestras ideas ante la dificultad de meter la cabeza como actores en el mundo laboral. Los tres creamos historias y las distribuimos una vez rodadas y montadas. Marta gestiona la asociación, yo me encargo de la comunicación y diseño web y Natalia es genial en trabajos de producción, aglutinando los recursos y técnicos necesarios para los proyectos. De hecho contamos con una pequeña red de colaboradores para nuestros proyectos.Nuestro primer trabajo fue “Libre” (www.libretheshortfilm.com). Luego vino “Gatos”, dirigido por Natalia Sprenger y grabado con una cámara Red One Panavisión. Nuestro próximo proyecto es un largometraje, que se llama “En la ciudad de los gatos” (www.enlaciudaddelosgatos.com). De hecho “Gatos” es una de las cinco historias que componen la película. Natalia y yo estuvimos en la Berlinale buscando coproducción alemana. Seguimos buscando financiar el proyecto y con el corto tenemos una pequeña muestra de lo que podría ser la película. Y mientras con la productora distribuimos los proyectos por festivales nacionales e internacionales, que es uno de los trabajos más pesados.«La producción se ha democratizado»Respecto a “Libre”, hay una cadencia en todo el corto, un ritmo que al final se acelera y se resuelve de forma inesperada, casi podría hablarse de dos cortos diferentes que consigues entrelazar, como un macguffin, una historia de conflictos familiares y concepciones del modelo familiar y de relaciones que esconden la tragedia. ¿Lo buscaste o surgió a medida que construíais la historia?Es buscado. Desde el principio tuve la duda de cómo trabajar lo explícito y lo implícito, la línea entre dar la información al espectador o trabajar el guión lo más sutilmente posible para que sea el espectador el que imagine y elabore su historia. Lo concebí como un corto para verlo dos veces y sacar lecturas diferentes.Me ha pasado que gente que lo ha visto, en la última parte en la que se acelera la historia, cuando los hermanos se reencuentran en la salida del cementerio y el padre entra en la comisaría, no se dieron cuenta de que era un cementerio o una comisaría. A lo largo de todo el corto se van escapando detalles que te pueden ayudar a construir la historia de una forma o de otra. Por ejemplo, la mezcla entre las líneas temporales ha creado confusión en los espectadores y cada persona lo entiende a su manera, que era lo que yo también buscaba. Hay espectadores que no lo han entendido así, pero no me preocupa, porque lo que me interesa es que el espectador piense y se emocione.Sinceramente, yo no había entendido que en la escena de los dos hermanos al final estaban en un cementerio, lo que casi es mejor, pero no cambia la intensidad de la historia. En definitiva, desnudar la emoción, descarnar las formas para dejarlo en manos del espectador…Exactamente. Se trataba de contar una historia sobre el maltrato y sus consecuencias, pero, en este caso, prescindiendo de la figura de la mujer maltratada. Quería acercarme a la historia con mucho respeto, pero sin entrar en prejuicios y buscando la situación límite del marido, la locura… Nosotros, entre los actores, tenemos nuestra versión de la historia, pero no la vamos a desvelar.Luego está la historia de una familia rota, y quise indagar en las consecuencias cogiendo el punto de vista de los hijos en el futuro, y de cómo se enfrentan a lo que pasó. En realidad, el papel de la mujer lo recupero con la taxista. Aquella escena en la que el hombre le dice, casi ausente, que se quite el anillo, y sin saberlo está cambiando la vida de la taxista. Con el final del anillo quise reflejar la capacidad de la mujer para cambiar su vida frente a los estereotipos y prejuicios sociales que le dicen: “necesitas un marido o a un hombre para ser una mujer, para criar a tu hija o dirigir tu vida”. Podrías haber elegido cualquier otra tragedia social. Se trata de enfrentarse al miedo, es decir, no enterrar sino hacer aflorar las contradicciones y enfrentarse a ellas valientemente, huyendo de estereotipos y maniqueismos…Exactamente. No se trata de presentar a los buenos y a los malos, sino de presentar las contradicciones y los demonios de los personajes, porque el juicio debe emitirlo el espectador. Realmente no sabes quién es el hombre hasta el final. Quería presentar a alguien débil, fuera de sí, invadido por la culpa y un dolor que no puede controlar, hasta el punto de permitirse llorar delante de una mujer desconocida; que el espectador empatizase con él para darse cuenta al final, que a lo mejor no era la persona con la que tenía que haber empatizado. Quería producir ese choque, ese cambio de punto de vista al final del corto. Para buscar esa idea de que todos nosotros podemos llegar a una situación límite. En el fondo “Libre” es una historia sobre el miedo que nos impide tomar las decisiones en la vida que nos permitirían ser felices. (www.ikerazkoitia.com / www.youtube.com/ikerazkoitia)