Inundaciones en Libia

Libia no es un Estado fallido, es un país desgarrado

Libia es una nación desgarrada por la agresión de EEUU y ahora disputada por varios imperialismos. Es sobre ese sangriento lodazal sobre el que ha llovido sobre mojado.

Casi al mismo tiempo que tenía lugar el terrible seísmo en Marruecos, Libia soportaba las peores inundaciones en cuatro décadas, dejando un devastador balance: más de 11.300 muertos, decenas de miles desaparecidas, presas reventadas, ciudades inundadas y aisladas, carreteras y puentes arrasados…

La tormenta Daniel -un fenómeno claramente ligado al cambio climático- también se cebó con Grecia. donde sólo en 24 horas cayeron el equivalente a 18 meses de lluvia. Pero si este país europeo las infraestructuras y los organismos de protección civil pudieron amortiguar los efectos (15 muertos, 2 desaparecidos), en Libia el huracán desató un nivel de destrucción comparable al de un gran seísmo, un tsunami… o una guerra.

El desastre ha afectado a más de 880.000 personas en un país que desde 2011 ya sufre las terribles consecuencias de una guerra civil interminable, con Libia disputada por dos gobiernos: el gobierno del primer ministro, Abdelhamid Dabeiba, apoyado sobre todo por Turquía y Qatar así como por las potencias occidentales, y el del general Jalifa Hafter, un antiguo protegido de la CIA fuerte en el este de Libia, y apoyado hoy -entre otros- por Egipto, Rusia y Emiratos Árabes Unidos.

A las fuertes lluvias y vientos se sumó el colapso de dos represas y cuatro puentes en el río Derna, en la localidad del mismo nombre y que se encuentra en un valle, rodeada de colinas. Esto hizo que la ciudad quedara arrasada y sumergida en agua, con los habitantes de barriadas enteras arrastrados hacia el mar. Años atrás, estas infraestructuras -adecuadamente mantenidas- habrían evitado el desastre, pero la guerra civil es la causa del deterioro de todas las obras públicas.

Se habla de que «a los efectos del cambio climático se ha sumado un Estado fallido», pero esta es una formulación perversa. El Estado Libio no colapsó por sí solo. El caos sangriento que vive hoy no es otra cosa que el resultado de la intervención militar, en 2011, del hegemonismo norteamericano, de la administración de Obama y Hillary Clinton dirigiendo a la OTAN, provocando -en nombre de «derribar la tiranía de Gadafi»- una guerra que acabó con la vida de 140.000 libios, el 7% del país, convirtiendo a lo que era una próspera nación en un agujero negro de horror, violencia y esclavitud.

No es un Estado fallido, es una nación desgarrada por la agresión de EEUU y ahora disputada por varios imperialismos. Es sobre ese sangriento lodazal sobre el que ha llovido sobre mojado.