Tras la invasión de Ucrania, en algunos pronunciamientos, artículos, tertulias de radio o televisión, podcast y redes sociales, se utiliza un “lenguaje de guerra” repleto de trampas que distorsionan la realidad. Presentadas además como un discurso de izquierdas.
Su centro es diluir que nos encontramos ante la invasión por parte de una potencia imperialista de un país para sojuzgarlo, y frente a un pueblo que se defiende de una criminal agresión.
Unas trampas que, especialmente entre mucha gente de izquierdas, siembran una confusión que es necesario despejar.
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En Ucrania no asistimos al estallido de “un conflicto” sino a una invasión imperialista.
No es principalmente una “disputa entre dos imperios” -EEUU y Rusia-. Sino sobre todo la lucha entre una potencia imperialista invasora, Rusia, y un país y un pueblo que defiende su soberanía y libertad.
Se nos plantea a la gente de izquierdas que hoy en Ucrania se está dirimiendo la lucha entre dos imperios, el norteamericano y el ruso, por el control del gas o de áreas de influencia. No habría “bando bueno” por el que tomar posición.
No es verdad. Claro que existe una disputa entre Washington y Moscú, donde ambos defienden sus intereses imperialistas. Pero quien ha invadido Ucrania, provocando la guerra y una catástrofe humanitaria, es el imperialismo ruso.
Entender lo que sucede en Ucrania como una “disputa entre dos imperios” es una trampa. Desaparece la potencia imperialista invasora, y desaparece el país y el pueblo que luchan por su independencia. Esto es lo que está ocurriendo en Ucrania, y no hay duda de con quién hay que estar.
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En Ucrania no hay “dos partes enfrentadas” a las que “hay que obligar a sentarse a negociar” para “alcanzar una solución que acabe con la guerra”. Hay un agresor, el imperialismo ruso, y un agredido, Ucrania. No se puede igualar a verdugos y víctimas.
Rusia es una potencia imperialista con el tercer ejército más poderoso del mundo, y la mayor fuerza nuclear del planeta. Su historial de crueldad y barbarie durante las presidencias de Putin la conocen en Chechenia, en Georgia, en Siria… Ahora ha invadido un país soberano como Ucrania para convertirlo en una colonia. Está atacando premeditadamente a la población civil, bombardeando ciudades, hospitales…
Y enfrente hay un país y un pueblo, el ucraniano, que como siempre ha sucedido en la historia no acepta ser invadido y ocupado, luchando por defender su independencia, su libertad y su vida ante la agresión del imperialismo ruso.
No hay “dos partes” que estén al mismo nivel, y tengan parte de razón cada una. Cualquier acuerdo pasa por poner fin a la invasión, la retirada de todas las tropas rusas del país ocupado y la defensa de la soberanía ucraniana.
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En Ucrania no asistimos a una “escalada militar”, alimentada por las dos partes, a la que hay que poner fin a cualquier precio. La violencia de una potencia imperialista que invade y ocupa un país es una cosa, y otra muy distinta es la legítima defensa del país y el pueblo invadido.
Apoyar la resistencia del pueblo ucraniano frente a la invasión -con ayuda humanitaria, acogida a los refugiados, y también con armas que les permitan defenderse- no es “alentar una peligrosa escalada militar” ni participar de ningún “clima belicista”.
¿Podía calificarse de “escalada militar” la lucha del pueblo vietnamita por su independencia, la de los antifascistas españoles en el 36 o la de los partisanos antinazis durante la Segunda Guerra Mundial?
El pueblo ucraniano se defiende de una invasión, y de una masacre que el imperialismo ruso ejecuta para intentar quebrar su resistencia.
El apoyo cerrado a la resistencia ucraniana no significa de ningún modo no apostar firmemente por una solución diplomática. Al contrario, es contribuir a obligar al imperialismo ruso a aceptar un acuerdo que ponga fin a la invasión, y que garantice tanto los derechos de los ucranianos como una paz estable en Europa.
La confusión que esparcen entre mucha gente luchadora estas “trampas del lenguaje de guerra” son ajenas a las tradiciones de la izquierda. Nunca ha habido en la izquierda confusión ni atisbo de duda ante casos similares: siempre se ha denunciado a la potencia invasora, sin buscar “explicaciones” que justificaran su agresión; y siempre se ha apoyado sin reservas la lucha de cualquier país y pueblo, por encima de las diferencias que pudieran tenerse, contra una invasión imperialista.