La mecha venía prendiendo durante largo tiempo, pero la bomba de la crisis económica le ha estallado a Mauricio Macri en su peor momento, justo a las puertas de unas elecciones generales (27 octubre) en las que tiene el viento en contra. Las mismas “recetas” del FMI que hundieron a Argentina en 2001, atrapando a sus clases populares en un corralito y en un brutal empobrecimiento, son las que ahora han gestado esta tormenta perfecta contra el país.
Macri llegó a la Casa Rosada con la promesa de «pobreza cero». En sus cuatro años de mandato, cuatro millones de argentinos han vuelto a la miseria, tres millones durante 2018, pasando la tasa de pobreza del 27% al 35%. Macri prometió combatir la inflación que castiga los bolsillos. Durante los seis primeros meses de este año, la inflación galopó hasta el 22%, la más alta de los últimos 28 años. Casi desde el inicio de la legislatura, toda clase de tarifazos y subidas de los servicios básicos -los precios de la electricidad y el gas se han llegado a multiplicar por cinco o incluso por diez- agobia las rentas de millones de familias.
Macri prometió hacer despegar la economía argentina y ponerla en el “tercer intento de modernización». Para ello primero (2017) emitió bonos de deuda para los capitales internacionales, a 100 años, y con un inaudito y elevadísimo interés, el 8,25% anual. Y posteriormente (2018) pidió al FMI el mayor préstamo que este organismo con sede en Washington ha concedido jamás -57.000 millones de dólares- a cambio del estricto cumplimiento de «reformas y medidas estructurales», entre ellas «la disminución contundente del déficit fiscal», esfuerzos para reducir el gasto en salarios y avances en la privatización de las pensiones.
El resultado de estas recetas -prácticamente gemelas a las que Washington y el FMI, «recomendaron» a los gobiernos de Menem, De la Rúa y Duhalde- es que en estos cuatro años, el PIB de Argentina ha caído un 3,2%, que el peso se ha devaluado un 473% respecto al dólar, y que la deuda externa ha escalado hasta el 80% del PIB.
En las últimas semanas los factores catastróficos se han acelerado, agravándose las señales que indican que el país se encamina a un precipicio.
El Banco Central cuenta con escasas reservas de divisas, y en consecuencia, con poca liquidez. Y eso acerca al país al peligroso borde del ‘default’, es decir, a no poder cumplir con los astronómicos compromisos financieros con sus acreedores: los capitales internacionales y el FMI. Pero tampoco para poder pagar servicios públicos, pensiones o sueldos de funcionarios.
Las reservas de dólares son para una economía como la Argentina de suma importancia. Suponen una herramienta de política monetaria vital para evitar aún más la devaluación de su moneda, el peso argentino. La insuficiencia de billetes verdes se ha visto agravada por la salida de capitales (unos 12.000 millones de dólares) del país tras la victoria del kirchnerismo en las PASO.
Un día después de las primarias, que dieron un 47,36% de los votos a la oposición, mientras que Macri lograba apenas el 32,24%, las acciones y los bonos argentinos se desplomaron en la apertura de los mercados. Algunas acciones cayeron más del 50% y los bonos cerca del 15%. El candidato de la oposición, Alberto Fernández, ha sugerido que su gobierno impondría una moratoria sobre los intereses de los bonos de deuda a muy corto plazo, que renegociaría el acuerdo con el FMI y que reintroduciría los controles de capitales eliminados por Macri.
Los grandes capitales no pueden ocultar su inquietud ante la perspectiva de la derrota de Macri en las presidenciales, y la llegada de un Frente de Todos -una heterogénea coalición que agrupa a las distintas familias del peronismo, reconciliadas con la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, y a diversos partidos socialistas, bolivarianos o comunistas- que promete dar un giro de 180º en las políticas económicas que les han permitido enriquecerse aceleradamente. Pero, paradójicamente, su “espantada” está cavando la tumba de su mejor gestor.
Pero además, debido a la fuerte devaluación del peso y a la asfixiante inflación, muchos argentinos han comenzado a sacar sus ahorros de los bancos, a transformarlos en dólares (que no pierden valor) y a guardarlos en cajas de seguridad, o en sus casas. Algo que hace escasear aún más las reservas de dólares de los bancos.
La situación se ha desbocado tanto que el gobierno de Macri ha tenido que imponer restricciones cambiarias a empresas y ciudadanos: es el «cepo cambiario» que años atrás Macri criticara ferozmente a Cristina Fernández de Kirchner. Una medida que a muchos les recuerda demasiado… al corralito.
Muchos economistas, dentro y fuera de Argentina, y de distintas orientaciones ideológicas, hace tiempo que vieron venir los nubarrones. La pregunta era si la bomba le estallaría a Macri antes o después de la fecha crítica de las elecciones presidenciales. Eso es lo que ha ocurrido.
Siguiendo los mandatos y las directrices económicas del Imperio y del capital extranjero, Macri ha ido conduciendo a Argentina a un abismo de megadeuda, megadevaluación, inicio de default y control cambiario. Una megatraición.