Cuatro millones de obreras de la industria de la confección de Bangladesh han protagonizado una gigantesca huelga de cinco días que ha paralizado el país asiático. Las fábricas del textil de Bangladesh -que producen para cadenas occidentales como Zara, H&M, Primark, Walmart, Benetton, Mango o Armani- mantienen a estas trabajadoras sometidas a condiciones extenuantes, bajos salarios e insalubridad. Las obreras han realizado gigantescas marchas y violentos enfrentamientos con la policía para exigir que se cumplan los acuerdos firmados por el gobierno y que se dupliquen sus salarios.
Bangladesh, es -tras China- la segunda exportadora de textil del mundo. Su industria manufacturera es el principal motor de la economía del país: en 2018 alcanzó los 30.600 millones de dólares en exportaciones, el 83% de la balanza comercial. Este sector emplea a millones de operarios con un marcado sesgo de género: el 80% son mujeres.
En muchas de sus principales factorías del textil se trabaja para cadenas como H&M, Walmart, Mango, Benneton o Inditex. En ellas, y en miles y miles de pequeños talleres por todo el país, unas cuatro millones de mujeres trabajan en condiciones infrahumanas, con jornadas de 10 horas o más, y paupérrimos sueldos de 55€ mensuales en un contexto de inflación galopante.
Las trabajadoras del textil bangladeshí comenzaron con sus primeros paros en diciembre. A ellas se unieron sus compañeros, los obreros de los puertos que cargan los contenedores llenos de prendas para ser vendidos en los grandes almacenes de occidente. Manufactureras y estibadores unieron su lucha por un aumento de salario, paralizaron la línea de suministros de las exportaciones y consiguieron ganar un primer pulso. El gobierno decretó un aumento del 60% desde un salario mínimo de 5.300 taka a 8.000 taka (unos 83€).
Pero lo que no era más que una pequeña e insuficiente subida pronto reveló ser papel mojado. Empresarios y multinacionales se negaron a aplicar ese mísero aumento, y las obreras volvieron a la huelga, coincidiendo en el tiempo con una gigantesca huelga general en el país vecino, la India. Esta vez, a fondo: exigen un salario mensual mínimo de 16.000 taka (166€)
«No nos están pagando a todas el salario de acuerdo al aumento que prometió el Gobierno. Por eso estamos protestando. Mientras no nos den los aumentos de salarios, esta protesta continuará», dijo a la prensa Rahima, una operadora de costura que participó en una de las manifestaciones en el sector de Kalshi.
Durante cinco días millones de trabajadoras han salido a las calles, han bloqueado carreteras y el acceso a las principales fábricas. Han sido reprimidas duramente con gases lacrimógenos, cañones de agua y balas de goma. Y dentro de las fábricas, con violencia e intimidación por parte de matones de la patronal. Ellas han respondido con piedras, ladrillos, cortando autopistas con vehículos en llamas y tomando por cientos de miles el centro de las capitales.
El gobierno ha retrocedido y ha anunciado que estudiará un nuevo aumento salarial en el sector. Pero las espadas están en alto.
«No van a ceder hasta que no se cumplan sus demandas”, dice el líder sindical Aminul Islam. Las obreras, dice, «están más unidas que nunca»