En juego no sólo está el gobierno de Argentina, sino en buena parte, del Frente Antihegemonista de América Latina, de los gobiernos progresistas que han conseguido conquistar cotas de soberanía respecto a EEUU impensables hace décadas. La Argentina de los Kirchner ha sido uno de sus principales motores, pero al mismo tiempo sus contradicciones internas hacen que sea uno de los puntos débiles en los que Washington intenta recuperar el control.
Nunca se había dado esta situación en Argentina, donde la ley electoral exige al candidato más votado sacar más del 45% de los votos o bien tener una ventaja del 10% de los sufragios sobre el segundo en liza. La opción oficialista, el Frente para la Victoria y su candidato Daniel Scioli, -respaldado por el kirchnerismo pero que aglutinaba a distintas “familias” del peronismo de izquierdas- pensaba que conseguiría ganar en la primera vuelta. Pero contra todo pronóstico, el segundo en las encuestas -Mauricio Macri de la Alianza Cambiemos, el candidato más liberal, representante de la oligarquía argentina más próxima a Washington- ha conseguido en la recta final aglutinar buena parte de los votos del otro opositor, Sergio Massa, y obtener un inesperado 34%. El combate se decidirá en un segundo asalto.
Es innegable que el peronismo de izquierdas ha perdido fuerza. En 2011 Cristina Kirchner arrasó con el 54% de los votos. La expresidenta, que no puede presentarse a un tercer mandato consecutivo, aún tiene un 40% de popularidad. Su prestigio y el de su difunto marido Néstor Kirchner, proviene del giro radical que dieron a Argentina tras el infierno que significó para las clases populares el corralito, con un con un 57% de pobreza y un 25% de desempleo, fruto de gobiernos entregados a los dictados del FMI y Washington. Los gobiernos Kirchner -con todas las inconsecuencias, limitaciones e insuficiencias que se quiera- revirtieron esa situación, aplicando políticas de redistribución de la riqueza y de recuperación de la soberanía nacional, en línea con lo que estaban haciendo otros países de la región como Brasil, Venezuela, Uruguay, Ecuador o Bolivia.
El kirchnerismo -y en menor medida, las corrientes peronistas aliadas a él- representan la línea de un sector patriótico de la burguesía argentina, hastiada del humillante saqueo imperialista y la degradación al que era sometida la Argentina. Un sector que vió en las revueltas populares contra el corralito -y en el viento de cambio antihegemonista en el continente- una oportunidad para recuperar la soberanía nacional, para emprender un camino de reindustrialización y crecimento autónomo para el país. Y que comprendió que sólo elevando el poder adquisitivo y la capacidad de consumo interno de las clases más empobrecidas de Argentina, era posible la recuperación económica.
« Lo que está en juego en Argentina es si va a continuar la línea de redistribuir la riqueza y recuperar soberanía nacional o si Macri va a volver a entregar el país a Washington. Pie de foto:El kirchnerismo -y en menor medida, las corrientes peronistas aliadas a él- representan la línea de un sector patriótico de la burguesía argentina, enfrentada al dominio de EEUU.
Esa básicamente es la línea -con matices- en lo nacional y sobre todo en lo internacional, que representa Daniel Scioli, aunque el candidato -con quien la Kirchner mantiene una contradictoria y a veces tensa relación- es más ‘liviano ideológicamente’, más centrista y moderado. Quizá eso, además de los problemas económicos del país -con una inflación galopante, del 25%, que aumenta más rápido que las subidas salariales- o la batería de casos de corrupción que los medios de comunicación se han encargado de airear últimamente, haya pesado en un menor apoyo del electorado.
Pero sea como sea Scioli, la opción de Macri es la favorita de Washington. El ariete de la oposición e hijo del dueño de uno de los grupos económicos más importantes del país, es partidario de políticas neoliberales como la reducción del gasto público y del fin de las medidas de redistribución de la riqueza, así como de privatizaciones que atraigan de nuevo a los inversores internacionales a la Argentina, en especial a los del norte del continente. Lo que está en juego en Argentina es si va a continuar la línea de redistribuir la riqueza y recuperar soberanía nacional o si Macri va a volver a entregar el país a Washington. Las espadas, pues, están afiladas y en alto.