Torra y Abascal, Puigdemont y Ortega Smith, son las dos caras de una misma moneda xenófoba y excluyente. La crisis del coronavirus lo ha vuelto a demostrar. Frente a la corriente de unidad y solidaridad, que se desborda desde Madrid a Barcelona, las élites del procés y la ultraderecha se han hermanado, como compañeros de cama no tan extraños, para atacar la unidad, debilitando con ello la fuerza necesaria para vencer al virus.
La mezquindad de las élites del procés
La ex consellera Clara Ponsatí burlándose de las muertes por coronavirus en la capital de España con el miserable tuit, “De Madrid al cielo”, que Puigdemont apoyó tras añadir un plus de mezquindad: “España, antes infectada que rota”. No son excesos, es el auténtico rostro de las élites del procés.
Torra exige el “confinamiento total” de Cataluña no para combatir el virus sino para levantar fronteras con el resto de España. Y, como denuncia un conocido periodista catalán, “ve en la pandemia una oportunidad para mostrar que con la independencia estaríamos herméticamente protegidos”.
No tienen problemas en mentir compulsivamente. Como cuando la consellera de salut, Alba Vergés, denunciaba un inexistente bloqueo de material sanitario por parte del gobierno central.
Cuando todos hacen lo imposible por aunar esfuerzos, ellos intentan sembrar discordia. Torra fue el único que no firmó el documento de apoyo al gobierno en la reunión de Pedro Sánchez con todos los presidentes autonómicos. Y no contento con ello, quiere “internacionalizar la división”, criticando al gobierno central en una entrevista concedida a la BBC, o enviando una carta a las principales autoridades europeas animándoles a actuar contra España.
No van a salirse con la suya. No solo porque la autoridad del gobierno central se impone también en Cataluña. Sino porque la inmensa mayoría de catalanes apoya la unidad, sumándose junto al resto del pueblo español a los aplausos en los balcones. Dos encuestas publicadas en La Vanguardia reflejan que un 93% de los catalanes apoya el estado de alarma, y un 95% exige unidad de los políticos para combatir el coronavirus.
Esta es la Cataluña real. La que exige unidad, la que recibe la solidaridad de toda España -con un plan del gobierno central para ampliar las camas de UCI en Cataluña, una de las comunidades donde más estrés sanitario se sufre-, y la que hace aportaciones valiosas, como la iniciativa que desde Barcelona permitirá fabricar respiradores con impresoras 3D para todos los hospitales españoles.
El carácter tóxico de la ultraderecha
Vox ataca los intereses españoles, y sobre todo la salud de todos los españoles.
Cuando más necesaria es la unidad, el portavoz de Vox en el Congreso atacó al ejecutivo exigiendo la dimisión de dos de sus vicepresidentes, Carmen Calvo y Pablo Iglesias, además de la del director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón.
Reproduciendo miméticamente las palabras de Trump -no se esfuerzan por ocultar sus conexiones con el imperio-, Ortega Smith se ha referido al coronavirus con la racista expresión “virus chino”… en un momento donde China es el país que más apoya a España.
Sembrando la división, Abascal ha llamado a realizar caceroladas contra el gobierno, utiliza la crisis del coronavirus para predicar el odio contra la inmigración, reclamando su expulsión, o intenta recortar las libertades llamando al cierre de los medios de comunicación.
Las posiciones de Vox, difundiendo bulos para culpabilizar al gobierno, son tóxicas, y contribuyen a propagar el virus. Quienes defienden la privatización completa de la sanidad, no tienen autoridad para decir una sola palabra en esta emergencia sanitaria.
“La otra peste”
Así titulaba Antonio Maestre un artículo donde planteaba que “la crisis sanitaria está sirviendo para mostrar lo mejor de nuestra sociedad, pero también lo peor, cada minuto de cada hora en el odio vil y descarnado de los que no saben más que saborear su propia hiel”. Señalando a Torra y Puigdemont o a Abascal y Ortega Smith como los representantes de ese “nacionalismo excluyente y xenófobo”.
Tiene razón. Ambos se dan la mano para atacar la unidad que siempre, y ahora más que nunca, necesitamos.