Cuando la operación militar de Israel contra la Franja de Gaza cumple su quinto mes, las víctimas mortales ya llegan a las 29.410 y los heridos a 69.465 personas. De ellos, al menos 15.000 son niños, y de hecho ocho de cada 10 fallecidos en la Franja desde el 7 de octubre son mujeres o menores. Es una cifra conservadora: se estima que hay entre 5.000 y 7.000 cuerpos más entre los escombros.
En menos de 150 días, las bombas israelíes han segado la vida del 1,2% de la población de la Franja de Gaza. Es como si un sangriento Gernika hubiera masacrado a 87.000 personas del área metropolitana de Madrid. Más de 200 personas mueren cada día en Gaza, bajo el fuego de artillería o de los francotiradores, que disparan a la gente mientras hace cola para conseguir agua o alimentos. Eso es más que en el primer y más cruento mes de la guerra de la guerra de Irak, o la de Ucrania.
Israel ha violado todas y cada una de las leyes internacionales que protegen a la población civil en los conflictos bélicos, ha cometido cientos de crímenes de guerra, de manera flagrante y descarada, cada día de estos cinco meses. Ha bombardeado la totalidad de los hospitales e infraestructuras sanitarias de Gaza. Ha atacado escuelas y centros de refugiados, mercados y caravanas civiles huyendo, bandera blanca en mano.
Pero todas las atrocidades cometidas por las IDF pueden ser poco si finalmente -tal y como lleva semanas anunciando Netanyahu- el ejército israelí ataca a gran escala Rafah, el campo de refugiados del sur de Gaza donde se hacinan en condiciones infrahumanas 1,5 millones de gazatíes.
La situación humanitaria en la Franja va más allá de lo dantesco. Mientras Israel lleva bloqueando desde hace casi un mes la llegada de 18.000 toneladas de harina y otros alimentos para Gaza en el puerto de Ashdod o en los cruces fronterizos hacia la Franja, donde grupos de ultraderecha sionista presionan para que la ayuda no salga, el hambre amenaza con matar a más palestinos incluso que las bombas.
Las agencias humanitarias que todavía quedan en la Franja alertan que los alimentos y el agua potable se han vuelto increíblemente escasos en la Franja de Gaza y las enfermedades proliferan, comprometiendo la nutrición y la inmunidad de mujeres y niños y dando lugar a un aumento de la desnutrición aguda y de la mortalidad, especialmente entre los más vulnerables.
«La Franja de Gaza está a punto de ser testigo de una explosión de muertes infantiles evitables que agravaría el ya insoportable nivel de mortalidad infantil», ha asegurado UNICEF. El 5% de los niños menores de 2 años sufren desnutrición aguda y están en severo peligro de muerte de no recibir alimentos.
La “solución final” de Netanyahu
¿Cuál es el objetivo real del gobierno israelí con esta sangrienta campaña militar? En un documento oficial, Netanyahu ha revelado su plan para «el día después» de la guerra en Gaza: ocupación militar total de la Franja y expulsión de la ONU y de sus agencias en el terreno, como la UNRWA. Y además ha declarado su firme intención de impedir por todos los medios la «solución de los Dos Estados» y por tanto la creación de una eventual Palestina independiente.
Pero por draconiano que parezca este plan, la verdadera «solución final» que -a tenor de sus hechos- parece buscar Netanyahu es mucho peor. Forzar por las bombas, por el hambre, la sed y la desesperación, a más de dos millones de gazatíes a huir al desierto egipcio del Sinaí. Una limpieza étnica total. Una nueva «Naqba» como la de 1948, solo que multiplicada por tres.
En declaraciones a Middle East Eye, el historiador israelí Ilian Pappe lo analiza así: «Es difícil saber qué pretende conseguir Israel porque hay dos posturas dentro de los políticos israelíes. La liderada por los grupos sionistas ultrareligiosos, que buscan reemplazar la población de Gaza por colonos judíos, expulsando tantos gazatíes como sea posible, e impidiendo que Gaza conserve su carácter palestino. Y hay otro grupo más pragmático representado por ministros como [Benny] Gantz, o el titular de Defensa [Yoav] Gallant, que quieren anexionarse una pequeña parte de Gaza, expulsando a los palestinos a una zona de amortiguamiento que parece que Egipto está dispuesto a construir».
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Un genocidio patrocinado por Washington
A pesar de que la crudeza del holocausto israelí en Gaza tiene hondas repercusiones en Oriente Medio -donde el incendio bélico amenaza con propagarse descontroladamente a Líbano, Yemen o Siria- y en la política interna norteamericana -donde la popularidad de Biden se hunde en un año electoral, con un 56% de los votantes demócratas en contra del apoyo estadounidense a Israel-; a pesar de que la Casa Blanca trata de impulsar planes de paz con Arabia Saudí y Qatar, a los que el gobierno sionista se niega en redondo… el respaldo político, diplomático y militar de la superpotencia norteamericana a Tel Aviv se mantiene intacto, y es el factor clave para entender por qué, a pesar del creciente aislamiento internacional de Israel, Netanyahu no ceja en su acción genocida.
El respaldo de la superpotencia norteamericana a Tel Aviv se mantiene intacto, y es el factor clave para entender por qué Netanyahu no ceja en su acción genocida.
Por tercera vez, EEUU ha bloqueado en el Consejo de Seguridad de la ONU una resolución para pedir un alto al fuego en la Franja de Gaza, alegando que «no es el momento» porque «no contribuiría a un acercamiento entre el Gobierno israelí y Hamás».
La situación humanitaria en la Franja es tan extrema que en esta ocasión, la resolución de alto el fuego impulsada por Argelia en el Consejo de Seguridad sólo ha recibido un voto negativo, el de Washington. Reino Unido, fiel escudero de EEUU, ha optado por la abstención, y los otros 13 miembros han votado a favor.