Beatriz Montes, Doctora en Psicología y experta en violencia vicaria

“La violencia vicaria empieza en una escalera que termina en la muerte, pero hay mucho más maltrato antes.”

Numerosos casos de violencia de género -uno de ellos se trata de violencia vicaria y ha acabado con la vida de un niño de once años- han sucedido en nuestro país en los últimos días. Las expertas nos alertan de que, al contrario de lo que cierto sector minoritario nos quiere hacer creer, hace falta invertir muchos más recursos en la lucha contra la violencia de género y utilizarlos mucho mejor, porque vidas de mujeres y niños dependen de ello. Antes de que un maltratador asesine a la víctima, hay una escalada de maltrato que debe ser cortada a tiempo para que no termine en el desenlace trágico habitual. Los protocolos de protección se deben de activar antes, es necesaria la formación en violencia de género a los profesionales, y también quitarles las visitas y la custodia a los maltratadores, pero para ello hace falta tener recursos suficientes y destinarlo a los equipos encargados de todo esto.

Hablamos con una experta en violencia machista y vicaria: Beatriz Montes, profesora de Psicología social en la Universidad de Jaén, Doctora en Psicología y Criminóloga.

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Tenemos el reciente y terrible caso de violencia vicaria en Sueca, Valencia, donde un maltratador ha matado a su hijo de 11 años. La mayoría de los 40 casos de violencia vicaria registrados se produjeron tras el divorcio o cuando la mujer inició una nueva relación sentimental. ¿Se trata de una forma de seguir ejerciendo violencia contra la mujer cuando el maltratador ya no tiene acceso directo a ella?

Sí, es la forma de seguir ejerciendo violencia más evidente y más frecuente. Lo que sale en las noticias que es violencia vicaria, son los casos que terminan en la muerte, pero la violencia vicaria no es solamente eso. Es como si dijéramos que la violencia de género es solo las mujeres asesinadas. Hasta que llegan al asesinato antes hay palizas, violencia psicológica, traumas, desprecio… La violencia vicaria es como una escalera de caracol y la muerte es el último escalón. En esta escalera hay muchísimas cosas en las que entra la violencia vicaria, está el saltarse el horario de entrega, descuidar a los niños cuando les toca estar con ellos, ponerlos en peligro… Es una manera de infringir daño a la madre a través de los hijos.

 Necesitamos que los jueces y la sociedad se posicionen en contra de esto, para que se pueda parar a tiempo. Se tienen que revisar los regímenes de visitas de agresores de violencia de género, modificarlo y retirárselas, porque les cuesta la vida a los niños, está más que probado. Yo voy más allá, las penas se tienen que endurecer si los padres no cumplen su parte. Por ejemplo, los que se saltan el horario de entrega, lo recogen y lo dejan con la madre cuando quieren. Hay muchísimas madres separadas que se tienen que organizar la vida según las visitas con el padre, se ha acordado que el niño se tiene que ir a las 18, a veces dan las 20 y el padre aún no ha venido, y la madre tiene que anular un compromiso de trabajo o personal porque el padre no ha venido. Otro ejemplo de violencia vicaria es la negligencia en la ropa, llevar al niño sucio o con una ropa que no le pertenece, es hacerle daño al niño y que la madre sufra por ello.

“Tienen que prohibirse las visitas a los padres maltratadores.”

Yo soy terapeuta, llevo 26 años atendiendo a víctimas de violencia de género, estoy harta de ver cómo las madres sufren; una vez, a 35 grados, un padre entregó a la niña a su madre con dos jerséis de cuello alto, con unos chapetones y sudando, le podría haber dado un golpe de calor. Otro ejemplo, traer a la niña con las mismas bragas de hace una semana, o que la niña llegue por la noche y diga que no ha desayunado ni ha comido.

La violencia vicaria empieza en una escalera que termina en la muerte. No podemos poner el foco solo en los niños que mueren, como en los demás tipos de violencia a las mujeres, cuando ya no tiene arreglo. Necesitamos entender todo lo que ocurre antes y hacer una campaña de prevención de que si le pasa todos estos ejemplos que hemos dicho a los niños, hay que detener las visitas, porque es una escalera que continúa.

Solo nos llegan los casos en los que la violencia vicaria acaba de forma muy dramática, pero no se conoce todo el maltrato anterior.

Exacto. Este caso ha salido a la luz porque las consecuencias han sido horribles, pero casos así en los que falla la comunicación de los juzgados, el proceso va despacio, en los que faltan recursos… hay muchísimos. Solo nos llegan cuando el resultado es dramático, cuando el maltratador asesina al niño, pero hay que visibilizar toda la escalada de la violencia vicaria. Nos tenemos que concienciar de que esto es un problema social.

Tampoco es lo mismo la violencia vicaria que el parricidio. No todos los hombres que matan a sus hijos son casos de violencia vicaria, hay personas que pueden tener trastornos, problemas o dificultades para encargarse de sus niños. Lo que hace que sea violencia vicaria, no es eso del padre o de la madre, es el objetivo que hay detrás, por el cual cometen el asesinato. Cuanto más información y concienciación haya, habrá más padres agresores que dejen de ejercer ese control. Primero, porque está mal visto, y también porque en algún momento, cualquiera lo podrá denunciar.

La ley de protección de la infancia y la adolescencia establece medios para que se aplique la suspensión de la custodia y del régimen de visitas del padre en caso de ser investigado por maltrato a su pareja, pero estamos viendo que no siempre se aplica. ¿Existe falta de concienciación de los magistrados sobre la violencia de género?

Esta ley no se ha puesto todavía en funcionamiento realmente porque una vez que sale la ley se tarda un año, más o menos, hasta que empieza a calar en los profesionales. Ahora comienza a haber un cierto cambio social de adaptación a la ley. La ley en algún aspecto se ha quedado muy corta, porque el legislador deja la puerta abierta a que si el juez lo considera oportuno el niño o la niña siga viéndose con el padre agresor, cuando tendría que estar prohibido que cualquier agresor con sentencia de violencia de género tenga custodia o visitas. Tiene que emitir veredicto acerca de esto, de lo que es mejor para el bienestar del menor, una persona que esté formada en violencia de género y violencia vicaria, y desgraciadamente no todas las personas que se dedican a esto lo están.

“Hacen falta muchísimos recursos, concienciación y formación en violencia de género a los magistrados.”

Las expertas denuncian que existen recursos muy útiles contra la violencia de género que apenas se utilizan, como son las valoraciones forenses integrales y los protocolos de valoración urgente para estudiar qué grado de protección necesita la víctima.

Esto se utiliza en los juzgados de ciudades, las zonas rurales están muy desfasadas y los recursos están saturadísimos. Si hay solo dos personas para una ciudad de 140.000 habitantes y tienen que trabajar en todos los juicios de violencia de género, de violencia a menores… no llegan, para hacer una buena valoración son necesarias muchas horas. Los equipos no están preparados para hacer este trabajo, no hay recursos. Puede que el juicio salga dos años después y, mientras el niño sigue viendo a su padre, estando en peligro. Por el interés del bien del menor hay que parar las visitas hasta que se tenga la certeza de qué ocurre.

La víctima de uno de los últimos asesinatos por violencia machista había acudido al menos en una ocasión a los Mossos para denunciar a su expareja y tenía pendiente acudir al juzgado para ratificar una denuncia. Cuando una mujer denuncia deberían activarse lo antes posible los protocolos de protección, ¿tenemos un problema con la lentitud de la burocracia?

Tenemos un problema de burocracia y, además, de recursos, de falta de personal. Toda esta política nueva, ya sabemos de quién, en contra de la violencia de género, está generando que todo tenga que ir más sobre seguro. No se protege a quien se tiene que proteger no sea que se culpe a quien no se debe.

La realidad es que hay poquísimas denuncias falsas. ¿A quién demonios le va a gustar ir con la etiqueta de víctima? Tiene una repercusión muy negativa. El año pasado hubo tres de 150.000 denuncias. Hace falta muchísimo para condenar a alguien por violencia de género, tiene que estar muy claro. La protección debería ser inmediata, si no estamos poniendo en peligro a las mujeres.

Luego hay diferencia entre los juzgados de las ciudades y los rurales, que tienen muchísimos menos recursos. Algunos no tienen instituto de medicina legal, ni equipo forense. Hay veces que llegan a los juicios y no tienen pruebas, se sobreseen los casos y entonces constan como caso de denuncia falsa, y no lo es, es un fallo garrafal del sistema.