Los testimonios de violaciones que llegan de las mujeres ucranianas no pueden ser más terroríficos. Junto a otros crímenes de guerra, las tropas del Kremlin están perpetrando un brutal catálogo de agresiones sexuales en su estrategia terrorista contra el conjunto de la población.
En los bolsillos de casi todos los soldados rusos que han sido capturados o abatidos por las fuerzas ucranianas a lo largo de estos casi dos meses de guerra, hay algo terriblemente constante: un puñado de preservativos. Y a menudo, drogas y pastillas de Viagra. No sólo vienen a invadir, a asesinar y a saquear. La violación es un «botín extra» de guerra.
«Alrededor de 25 niñas y mujeres de 14 a 24 años fueron violadas sistemáticamente durante la ocupación en el sótano de una casa en Bucha. Nueve de ellas están embarazadas», afirma la defensora del pueblo de Ucrania para los derechos humanos, Lyudmyla Denisova, que está reuniendo abundante documentación para llevarla a la ONU. «Los soldados rusos les dijeron que las violarían hasta el punto de que no querrían contacto sexual con ningún hombre, para evitar que tuvieran hijos ucranianos».
«Una mujer de 25 años llamó para decirnos que, delante de ella, violaron a su hermana de 16 años en plena calle. Mientras lo hacían, gritaban ‘esto le pasará a todas las prostitutas nazis'», asegura Denisova. Informes llenos de testimonios similares manejan las ONG que -como Unicef u ONU Mujeres- trabajan sobre el terreno, o en las fronteras recibiendo a las mujeres refugiadas. «Hemos detectado cientos de violaciones de menores, de niñas pequeñas e incluso de un bebé»
7 de marzo, un pequeño pueblo a 70 kilómetros de Kiev. Anna está en su casa con su marido, cuando irrumpe un soldado checheno. «A punta de pistola, me llevó a una casa cercana. Me ordenó: ‘Quítate la ropa o te mato’. No dejaba de amenazarme con matarme si no hacía lo que me decía. Luego empezó a violarme». Luego volvió a su casa, para encontrar a su esposo muerto con un disparo en el abdomen. «Había salido corriendo tras de mí, para salvarme, pero lo mataron», cuenta a la BBC sin parar de llorar.
«Fui a una tienda de comestibles. Estaba parada en la fila. Detrás de mí enteraron algunos rusos», explica Elena a la agencia AFP. «Uno de ellos me señaló y dijo ‘ella es ‘banderovka’ [el término que usan los rusos para señalar a los fascistas]». La mujer huyó corriendo de la tienda hacia su casa, pero los soldados la siguieron. «Entraron por la puerta detrás de mí. No tuve tiempo de coger el teléfono. En silencio me empujaron sobre la cama, me aplastaron con la ametralladora y me desnudaron». Las violaciones, por turnos, duraron desde las 3 de la tarde hasta las 4 de la madrugada. Elena se rompe. «No quiero vivir», dice entre sollozos.
9 de marzo. Otro pueblo a 50 km de Kiev. Una pareja de ucranianos con su hijo pequeño. «Varios soldados del ejército ruso entraron en la casa. El marido trató de proteger a su esposa e hijo. Así que le dispararon en el patio», cuenta el jefe de policía. «Después de eso, dos soldados violaron repetidamente a la esposa. Regresaron tres veces para violarla. La amenazaron con que si se resistía le harían daño a su pequeño. Para proteger a su hijo, no se resistió». Cuando los rusos se fueron, aún mataron a tiros a los perros de la familia… y quemaron la casa.