La competición contra reloj por encontrar una vacuna contra el SARS se ha convertido en una suerte de «nueva carrera espacial», donde al igual que la pugna por llegar al espacio de los 60, está en juego no solo la salud pública global, sino el prestigio tecnológico de las principales potencias mundiales.
¿Qué proyectos y países llevan la delantera en esta carrera? ¿Quiénes tienen mejores opciones?
Una vacuna no es el único tratamiento contra un patógeno epidémico como el coronavirus. También están los fármacos antivirales que combaten la infección cuando ya se ha producido, y los medicamentos que palían los síntomas para bajar la tasa de mortalidad. Pero la vacuna es el Santo Grial de la lucha contra el Covid-19, porque es lo único capaz de generar en poco tiempo la ansiada «inmunidad de grupo o de rebaño», una situación en la que el virus no puede propagarse de forma social, y por tanto no puede generar epidemias.
Las medidas como las mascarillas, la higiene y el distanciamiento social son necesarias para impedir la transmisión, pero no suficientes para derrotar al virus. Las vacunas son lo único que puede devolver al mundo a la «normalidad» sanitaria de 2019, y hacer que este patógeno -que ha sacudido duramente a la práctica totalidad de los países del mundo, en el plano sanitario, económico, político y social- pase a ser una preocupación del pasado. Las vacunas son lo único que puede hacer que en el transcurso de un par de décadas (o quizá antes) la Covid-19 pase a ser una enfermedad erradicada, extinta, inexistente sobre la faz de la Tierra. Así pasó con terribles enfermedades víricas como la Viruela, y así puede pasar con la Poliomelitis, una plaga que acaba de ser erradicada de África gracias a una eficaz campaña de vacunación.
Debido al brutal impacto del coronavirus, se ha desatado en el mundo una carrera biotecnológica sin parangón por hallar en el mínimo lapso de tiempo una vacuna. Según datos de la OMS, hay más de 170 proyectos científicos en marcha, de los que 23 están en fases clínicas avanzadas (Fase 2 y 3). Nunca antes la comunidad biomédica internacional había tenido tantos recursos, ni había actuado tan coordinadamente, para resolver un problema de salud pública con esta celeridad. La biotecnología de las vacunas y sus ramas científicas asociadas, como la inmunología o la virología, están experimentando un formidable impulso.
Lo normal (hasta ahora) era que el desarrollo de una vacuna llevara entre 5 y 10 años, y que hubiera un alto nivel de fracaso. Pero ahora, menos de un año después de que el SARS-CoV-2 hiciera su aparición en Wuhan, ya empiezan a aparecer vacunas disponibles en sus últimas fases de pruebas.
Los desafíos de la vacuna.
Esto no significa que esta carrera no deba enfrentar formidables desafíos. Hay al menos cuatro:
El primero y más evidente es la carrera contra el tiempo, la competición entre distintas potencias y grupos científicos y monopolistas por «llegar primero» (y conquistar mercados). Hay todo un esfuerzo por acortar los plazos para conseguir la vacuna y acelerar un proceso hasta ahora lento.
Todos los expertos dicen que es imposible desarrollar una vacuna segura y eficaz antes de 12-18 meses. Hay fases que no pueden ser acortadas y que requieren meses de pruebas. La solución que algunos grupos han encontrado es sustituir un proceso hasta ahora lineal (en el que no se pasa a la siguiente fase sin haber analizado al mínimo detalle los resultados de la etapa anterior) por una ejecución en paralelo, donde por ejemplo se empieza la fabricación de la vacuna antes de que hayan concluido todos los ensayos. Si estos dan buenos resultados, ya hay viales listos para inocularlos al día siguiente.
El segundo desafío es tener la mejor vacuna en términos tanto científicos como económicos. Llegar primero no significa ser el mejor, ni en precio -los costes van de momento entre los 8 euros/dosis a los 120 euros/dosis), ni en generación de memoria inmunológica. Una vacuna no solo debe generar anticuerpos contra el coronavirus, sino generar una respuesta inmune -humoral y celular- persistente y duradera, a ser posible permanente. Hay vacunas que prometen generarla con una sola dosis, otras requerirán de «recordatorios».
El tercer desafío es logístico, el escalado industrial. La vacuna exitosa debe de poder producirse a una escala nunca antes conocida -miles de millones de dosis- en pocos meses, para cubrir la población de países enteros.
El cuarto desafío también es logístico y epidemiológico: desarrollar campañas de vacunación masivas eficaces que garanticen que en un corto espacio de tiempo la inmensa mayoría de la población ha sido inoculada, alcanzándose la inmunidad de grupo. Y que en los próximos años no se baja la guardia.
Siete proyectos a la cabeza de la carrera mundial
De los 173 proyectos desarrollando un candidato vacunal (Fase 0) que reconoce la Organización Mundial de la Salud (OMS), hay 31 que la han superado y están en fase clínica, con pruebas en humanos. De ellos hay siete en Fase 3, la más avanzada: cuatro de China, dos de EEUU y uno británico. Y hay uno más -el Sputnik V de Rusia- también en ensayos avanzados, aunque fuera de la supervisión de la comunidad científica internacional y la OMS.
Los siete proyectos en cabeza que reconoce la OMS son:
1. CanSino Biological Inc. / Instituto Científico Militar de Pekín (China). Fase 3.
Es la primera vacuna patentada, y ahora se ha sabido que China lleva desde junio haciendo vacunación experimental con miles de voluntarios, especialmente entre sus trabajadores esenciales. También hay ensayos clínicos de esta vacuna en países como Argentina, Perú, Marruecos, Baréin y Emiratos Árabes Unidos.
Los resultados de esta vacuna han sido sometidos a examen por la comunidad científica mundial, en una investigación publicada a finales de julio en la prestigiosa revista The Lancet. El proyecto ha sido liderado por la bioingeniera militar Chen Wei, una de los científicas más conocidas del país.
Esta vacuna usa como vector al adenovirus del resfriado común, al que se le introducen genes del SARS-CoV-2 que codifican las proteínas virales de mayor poder inmunogénico, que generen respuesta inmune sin riesgo de padecer la enfermedad.
2. Instituto Jenner de la Universidad de Oxford / AstraZeneca (Reino Unido): Fase 3.
Es el proyecto más avanzado en suelo europeo, y dado que la farmacéutica AstraZeneca ha iniciado su producción en paralelo a las pruebas clínicas en Brasil, Sudáfrica y Reino Unido, si todo va bien esta vacuna podría estar ya disponible para octubre o noviembre de 2020.
La Comisión Europea (CE) ha firmado un contrato con AstraZeneca para el suministro de hasta 300 millones de dosis, destinadas a la población de la UE, de las que España se ha asegurado más de 30 millones de dosis.
Utiliza una versión atenuada del virus del resfriado común de los chimpancés, un coronavirus de la familia del SARS-CoV-2 que induce una respuesta inmune eficaz -humoral y celular- contra el Covid-19.
3. Sinovac (China): Fase 3.
Otra vacuna que ha generado muchas expectativas, después de que Brasil diese el visto bueno para que la compañía inoculase la vacuna experimental a voluntarios.
Parte del enfoque clásico de inocular virus inactivos modificados.
4. Moderna / Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas NIAID (EEUU): Fase 3.
Está en la fase más avanzada de ensayos clínicos, con una muestra de 30.000 personas, pero no esperan tenerla lista hasta noviembre. España participará en su proceso de producción.
Es una vacuna de ARN mensajero, una de las técnicas más seguras y de última generación.
5. BioNTech / Fosun Pharma / Pfizer (Alemania / EEUU): Fase 3.
Un proyecto inicialmente desarrollado en Alemania cuya patente fue comprada por la norteamericana Pfizer. Su objetivo es fabricar hasta 100 millones de dosis en lo que queda de año y potencialmente más de 1.200 millones durante 2021, pero no culminarán los ensayos antes de noviembre.
Están desarrollándose cuatro variantes simultáneas, todas ellas basadas en el enfoque del ARN mensajero.
6 y 7. Sinopharm / Instituto de Productos Biológicos de Wuhan y Sinopharm / Instituto de Productos Biológicos de Pekín (China): Fase 3.
En estos laboratorios chinos de carácter estatal se desarrollan dos proyectos independientes entre sí y muy prometedores, que están en la última etapa de ensayos clínicos.