Cuando se subvierte la memoria, presentando a ETA como respuesta a la represión franquista, borrando que el terror se uso para imponer un proyecto fascista o eliminando la lucha de las víctimas, se está difundiendo en las generaciones futuras la peor de las desmemorias
Por eso historiadores y víctimas han reaccionado contra el relato de ETA que el gobierno vasco quiere imponer en las aulas. Se trata de las unidades didáctcias “Herenegun” (Anteayer), que se propone para los alumnos vascos de entre 15 y 18 años, de 4º de la ESO a 2º de bachillerato.
No es el relato de la “izquierda abertazale”. Está dirigido por el secretario de Derechos Humanos del gobierno vasco, y se basa en un programa especial sobre la historia de ETA emitido por la ETB, titulado “Las huellas perdidas”. Es, por tanto, más la visión del PNV que la de Bildu.
Y se presenta bajo el aparentemente incuestionable objetivo de llegar a la conclusión de que “matar fue una barbaridad y que violar los derechos humanos nunca está justificado”.
¿Cuál es entonces el problema? Que detrás de esta beatífica fachada se esconden peligrosas subversiones, en las que se pretende educar a las nuevas generaciones de vascos desde la escuela.
La primera de las clases trata sobre el origen de ETA. Y la fundación de la organización terrorista es presentada como una consecuencia inevitable de la reacción ante la represión franquista. Presentada además bajo un halo romántico, generoso y progresista. Y eliminando el sustrato etnicista con que ETA nace.
El magma pegajoso del “conflicto con España” lo impregna todo y conduce, cuanto mínimo, a la edulcoración del terror impuesto a golpe de sangre.
Pero todavía hay más. Cuando el relato avanza, vemos sustraídos los reaccionarios objetivos de una violencia que no era ciega, sino que perseguía imponer por la fuerza un proyecto fascista, donde los vascos que no aceptaran dejar se ser españoles serían tratados como extranjeros y enemigos. De la falsa memoria que quiere instaurar el gobierno vasco desaparece el viscoso fascismo impuesto, los amenazados, los exiliados…
Y cuando se da, supuestamente, voz a las víctimas, se selecciona para que no aparezcan las más incómodas para el gobierno vasco. No aparece nadie relacionado con la AVT o Covite, a pesar de ser las asociaciones de víctimas más numerosas y activas. Y no se menciona, es decir, se borra de la memoria, el papel de la lucha de las víctimas, de la rebelión democrática.
No son errores de valoración o apreciación. Es todo un intento por difundir un relato falseado, donde el fascismo queda edulcorado, en el que desaparecen quienes impusieron el terror y quienes se beneficiaron de él.
Una operación especialmente peligrosa por ir dirigida a una juventud vasca a la que se le ha impuesto un olvido que rebaja las defensas. Según un estudio de la Universidad de Deusto en 2017, el 47% de los jóvenes vascos reconoció no saber nada del atentado de Hipercor, y un 40% ignoraba el terrible fin que tuvo Miguel Ángel Blanco.
Primero se siembra el olvido, y luego se encuadra, desde el poder, desde el gobierno vasco, en una memoria subvertida y falsa.
Desde luego, queda mucho por hacer después de la victoria que ha supuesto el fin de ETA, y la batalla por el relato, por una memoria antifascista que fortalezca las defensas ante el terror, es una de las más decisivas.