Ricardo Puchades es psicólogo clínico, psicoanalista, miembro titular y didacta de la Asociación Psicoanalítica Internacional y de la Asociación Psicoanalítica de Madrid. Es profesor de arte-terapia en la Universitat de València, en la Facultad de Bellas Artes. Ha desarrollado su práctica pública en el psiquiátrico de Londonderry, en el Ulster, y en el psiquiátrico de Bétera, en Valencia.
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¿En qué aspectos de la salud mental ha golpeado más la pandemia y a quiénes?
Hay un fenómeno que era de esperar, pero que se ha confirmado con el impacto de los datos reales, no cuando se anticipa teóricamente. El sufrimiento psíquico se ha universalizado. La población, no solo psiquiátrica, sino con padecimientos emocionales, ha sufrido especialmente y se ha cronificado la mala asistencia, que se añade al plus de ansiedad e incertidumbre por la pandemia. Respecto a los sectores afectados, se ha mantenido en los parámetros conocidos: las personas con situación social mas ventajosa la ha padecido menos, y la que está en peor situación, la ha padecido más, es decir, quien tiene menos recursos para hacerle frente y menos posibilidades para ser asistidos con eficacia.
Pero lo llamativo es la universalización. Es decir, se ha extendido a población en ningún momento señalada ni diagnosticada, ni que en su percepción subjetiva se ha sentido enfermo mental, con padecimiento o con síntomas. La gente, tanto personal clínico como de cualquier colectivo profesional, se han encontrado con una sintomatología y un padecimiento psíquico que les eran desconocidos, y se lo han encontrado de manera reactiva, no han enfermado mentalmente, pero han sentido ansiedad, depresión… y un capítulo muy difícil de controlar que son las somatizaciones (síntomas físicos frecuentes y variados cuya aparición no está justificada por una causa física), pero no por COVID, sino por otras alteraciones psicosomáticas. Esto ha provocado gran cantidad de colas en los ambulatorios. Insisto, no por COVID, no por los pacientes somáticos habituales, diabéticos, cardiopatías, pediatrías, digestivo…
Y todo esto se ha acrecentado al no poder ser asistidos con eficacia, añadido al disparo de ansiedad e incertidumbre, la pérdida de trabajo, pérdida de familiares… ¡un desastre!
Han parecido trastornos físicos y psicosomáticos que antes no existían, porque en vez de dar una sintomatología mental, la ha dado orgánica, somática. Son pacientes que no tenían enfermedades crónicas habituales, lo que ha saturado el sistema.
‘Lo más llamativo es la universalización del sufrimiento psíquico’
¿A qué sectores afecta principalmente?
No hay ningún sector profesional en particular. Tengo colegas que me comentan que ha habido incluso una reacción social positiva desde el otoño del año pasado.
Una colega en particular, con experiencia en un barrio popular como La Coma en Valencia, me comenta que antes había una situación de pánico y descontrol que multiplicaba las visitas, no solo por la COVID, sino por la emergencia y la somatización de otras enfermedades (‘nunca me ha dolido la espalda o la cabeza y ahora sí’ – comenta como ejemplo). Pues ahora la gente es cada vez más autosuficiente, se asusta menos, si pueden lo hacen por teléfono. Con las vacunas y el deterioro del virus, con las distintas variantes, la gente está mejor. Pero claro, no hay que confiarse, ahora se cruza con las enfermedades estacionales, y siempre existe el peligro de que surja una cepa más peligrosa, no se ha reaccionado suficientemente bien desde el sistema.
¿Qué factores han desestabilizado más a la gente?
No me consta que el aislamiento social, el confinamiento, haya influido. Desde luego en la población que yo atiendo no. Lo fundamental ha sido la incertidumbre y la prueba de letalidad del covid. El sine die. El ser humano llevamos mal lo de esperar, y además pasivamente, sin poder influir activamente, esperar sin garantía, sin poder hacer nada, dispara la vulnerabilidad. Si le sumas el empobrecimiento económico, los sectores que dependen de lo que ganan a la semana, eso te deja en una situación regresiva, de ser un infante a la intemperie, y acaba lesionando el sistema de equilibrio tanto mental como físico. Y eso lo han padecido más los sectores en peores condiciones económicas.
¿Cuál ha sido la respuesta del sistema?
En la Tercera Edad, la mujer y los niños, está fracasando y habría que tomar medidas concretas. En la Tercera Edad ha sido una masacre y lo sigue siendo. Los niños menos, porque parece que, salvo situaciones de marginalidad, la vida en crecimiento sabe navegar. Es resistente. Los “nanos” se aferran a la vida y a desarrollar las posibilidades que tienen a mano. Tienen que tener una muy mala situación para afectarse patológicamente.
Las mujeres están sometidas a más presión, tanto profesional, laboral, doméstica, como de género. Mantener una autopercepción y un sentimiento de estabilidad y gratificante es mucho más difícil que para los hombres.
‘Un enfermo con crisis psicóticas recibe una visita cada tres meses’
Yo no he notado ningún cambio sustancial en el sistema, declaraciones de políticos aparte. Ahí está la huelga en la Atención Primaria, y podríamos repasar el sistema. Por ejemplo, las visitas psiquiátricas domiciliarias, hay gente que está con una crisis psicótica y solo les visitan cada tres meses. Eso hace cuatro años no pasaba. Estamos peor. Tenemos la pandemia, y ya tendrían que tomarse medidas, es una realidad palpable que hay que resolver.
De la prevención entonces ni hablar….
En términos de prevención, quien ha podido ha hecho lo que ha podido. Pero la mayoría no tiene condiciones para salir bien parado. Hay que contar con quien no puede.
Lo preventivo es lo ideal pero el sistema sanitario es asistencial, aparece y hace lo que puede una vez se produce la alteración patológica. Lo que sería muy importante es incluirlo en el sistema educativo. La convivencia con la enfermedad, sea cual sea, de esto a los niños se les puede hablar.