El gobierno se dispone a ejecutar la mayor agresión, el más virulento ataque a los intereses del 90% de la población jamás planteado. Nuestra respuesta debe de estar a la altura de esta provocación: ¡La reforma de las pensiones a referéndum!
Retrasar la edad obligatoria de jubilación a los 67 años y amliar a 25 años el cómputo para calcular las pensiones va mas allá de una rebaja de salarios y rentas, es diseñar ya directamente nuestro empobrecimiento futuro y el de nuestros hijos y nietos. Las medidas propuestas por el gobierno suponen exprimirnos dos años más para tener pensiones menores. Y significan una rebaja de entre un 20% y un 30% de las futuras pensiones sobre las ya reducidas pensiones actuales. ¡Ni Franco se atrevió a tanto! Obama y Merkel dictan, Zapatero ejecuta Obama y Merkel, Washington y Berlín (a través del FMI y la UE) han decidido que nosotros debemos empobrecernos para que ellos puedan seguir acumulando a nuestra costa poder y riqueza. Y para Zapatero, los dictados de los grandes centros de poder mundiales van a misa. Si ya en el mes de mayo se puso firmes ante la llamada de Obama y no tardó ni 24 horas en aplicar el mayor plan de ajuste de la democracia, su anuncio en Bruselas, en mitad de la cumbre de jefes de gobierno y de estado de la UE, de que la reforma de las pensiones es completamente irreversible y que su gobierno la aprobará, con consenso o sin el, el próximo 28 de enero es una nueva muestra, más acabada todavía si cabe, de sumisión y servilismo. Desde Washington le exigieron el primer plan de ajuste y le falto tiempo para aplicarlo. Ahora Merkel le ha ordenado la rebaja de las pensiones y a la voz de ya se dispone a ejecutarla. El grado de secuestro de nuestra soberanía e independencia aumenta en correspondencia con la envergadura cada vez mayor de los ataques de las grandes potencias a nuestros intereses. El terreno más favorable ¡Tenemos que detenerlos! El ataque contra las pensiones es el terreno en el que nuestros enemigos son más débiles y el que presenta condiciones más favorables para que el pueblo demos la batalla. Y la demos para ganarla. En primer lugar porque esta medida provoca un rechazo abrumador entre nuestro pueblo, que todas las encuestas sitúan entre el 90 y el 95% de la población. Ni la reforma laboral, ni la rebaja del sueldo a los funcionarios, ni los recortes sociales han provocado una oposición tan unánime. La inmensa mayoría de la sociedad –al margen de sus preferencias políticas o ideológicas– es consciente de que la reforma de las pensiones es una agresión sin precedentes, masiva y a gran escala que ataca el futuro, la salud y la vida misma del 90% de la población. En segundo lugar, porque incluso en las fuerzas del enemigo esta medida provoca serios conflictos y contradicciones. No es ya que, por supuesto, entre la base electoral y de afiliados del PSOE y en gran parte de su estructura de cuadros haya un rechazo abierto, es que incluso los medios de comunicación mas progubernamentales han reaccionado con muestras abiertas de irritación no contenida a la medida. El PP, por su parte, vacila y se niega a apoyarla abiertamente, consciente del coste electoral que puede suponerle ahora que se ve a un paso de La Moncloa. Entre las fuerzas políticas, sociales, sindicales,… que forman parte de las filas populares, el rechazo y la indignación es tan patente que los sindicatos hablan ya, muy justamente, de convocar una nueva huelga general en enero contra la reforma de las pensiones. Una afirmación de democracia y soberanía En estas condiciones, lo que se corresponde con los intereses del 90% de la población es lanzar una batalla política por la exigencia de un referéndum para que el pueblo decida, por sí mismo y sin intermediarios, si desea o no la reforma de las pensiones. Estamos, como recoge la Constitución, ante “una cuestión de especial trascendencia”, y que por tanto es exigible que sea refrendada a través de una consulta popular. Exigir un referéndum para que el pueblo decida sobre la reforma de las pensiones es un ejercicio de democracia. Es dar la voz y la capacidad de decisión directa a la gente, por encima de la clase política, sobre un asunto que afecta directa y crucialmente a su vida. Y este es un elemento democrático completamente movilizador. Lo pudimos comprobar en el referéndum de la OTAN, en el que incluso gente que estaba a favor de ella o que no lo tenía claro, sin embargo apoyó activamente el referéndum como una exigencia democrática para que fuera el pueblo el que decidiera en una cuestión de tanta trascendencia. Su mismo método principal –la recogida de firmas para conseguir un objetivo político concreto– es absolutamente democrático, porque cualquiera, sin excepción, independientemente de sus conocimientos, de sus condiciones, de su edad, de donde viva o trabaje puede llevarlo adelante de una forma sencilla. Pero la exigencia del referéndum es también un ejercicio de soberanía e independencia nacional. Ya está bien que las grandes decisiones económicas que afectan vitalmente a nuestro futuro como país y como pueblo nos las dicten Obama y Merkel, de acuerdo con los intereses de sus grandes poderes financieros. ¡España es nuestra, y no de Washington ni Berlín! Aunque los medios de comunicación apenas si han recogido la noticia, recientemente Islandia acaba de rechazar abrumadoramente en un referéndum que su Estado, con dinero público, pague a los bancos británicos y holandeses las millonarias deudas derivadas de la quiebra del mayor banco del país. Cuando el gobierno islandés llegó a un acuerdo para pagar a Inglaterra y Holanda 3.500 millones de euros a un interés del 5,75%, 60.000 ciudadanos firmaron una petición al presidente de la República exigiéndole que se negara a firmar dicho decreto y convocara un referéndum. Como resultado, el 93,1% de los islandeses acaba de decir ¡NO! al pago con dinero público de las deudas bancarias. Si ellos, que son un pequeño país perdido en la inmensidad del Atlántico Norte han sido capaces de ejercitar su soberanía, defender su independencia y proteger sus propios intereses, ¿por qué nosotros que somos el cuarto país de Europa en población, territorio y riqueza no vamos a poder hacerlo también? Si 300.000 islandeses han podido frenar la voracidad y el saqueo de las potencias imperialistas, ¿quién ha dicho que 47 millones de españoles no podemos hacer lo mismo? Una amplia unidad para la batalla Estamos ante una batalla, la de la reforma de las pensiones, donde por primera vez desde que estalló la crisis estamos en condiciones de obligar a nuestros enemigos a darla en el terreno más desfavorable para ellos y más favorable para nosotros. Y esto puede suponer, si sabemos hacerlo, un golpe de valor incalculable. Un debilitamiento de sus agresivos planes y una acumulación cualitativa de fuerzas para nosotros. Pero para ello necesitamos unidad. En ningún otro terreno como en el de la reforma de las pensiones se puede dar la más amplia unidad del 90% de la población. Y esta es la clave para ganar cualquier batalla. También esta. Es imperativo que todas las fuerzas, sindicatos, asociaciones y colectivos ciudadanos, organizaciones sociales, fuerzas políticas,… que nos oponemos –en mayor o menor medida– a este brutal ataque a las condiciones de vida del 90%, que todas las personas conscientes de lo que nos estamos jugando nos unamos desde ya mismo para llevar adelante la exigencia del referéndum, para recoger en las próximas semanas y meses, 500.000, un millón de firmas exigiendo el referéndum. Presentándolas a mediados de febrero en el Congreso de los Diputados, el mismo día que dé inicio la discusión de proyecto del gobierno. Obligar al gobierno y a las fuerzas del hegemonismo a dar la batalla en un referéndum sobre las pensiones puede ser, si somos capaces de unirnos y organizarnos para hacerlo, una ocasión inmejorable para golpear y debilitar a nuestros enemigos, al tiempo que sumamos y acumulamos fuerzas en las filas del pueblo. Llevados de su ilimitada voracidad, el imperialismo y la oligarquía se han metido en un terreno pantanoso donde su capacidad de maniobra es limitada. Ahora es el momento de darles un golpe contundente.¡La reforma de las pensiones, a referéndum!