Esta reivindicación tiene un largo recorrido entre las corrientes socialistas, anarquistas y comunistas y las organizaciones sindicales desde el siglo XIX y durante todo el siglo XX. Y está ligada a la denuncia de la acumulación de la riqueza en una ínfima minoría, los ricos, y la exclusión de una gran mayoría de la sociedad de los frutos de esa riqueza.
Dejando ahora aparte los grandes movimientos de redistribución de la riqueza en Asia, como la reforma agraria china que siguió al triunfo de la revolución de Mao, la mayor redistribución de riqueza que se haya dado nunca, más de 300 millones de campesinos sin tierra accedieron por primera vez en la historia a la propiedad de las tierras que trabajaban.
En Iberoamérica ha sido una constante durante todo el siglo XX, desde la revolución mexicana a las luchas antiimperialistas con orientación socialista, contra el dominio norteamericano, que han recorrido toda la América del centro y el sur hasta nuestros días. En el Chile del socialista Allende o en la Venezuela “bolivariana” de Hugo Chávez; en el Ecuador de Alianza País y Rafael Correa, en la Bolivia de Evo Morales o en el Brasil de Lula y el PT.
Esta reivindicación tiene un largo recorrido entre las corrientes socialistas, anarquistas y comunistas y sindicales desde el siglo XIX y durante todo el siglo XX
Así como el papel jugado por los cristianos de base y la “teología de la liberación”, para quienes la “redistribución de la riqueza” es uno de sus ejes de “justicia social”.
La reforma agraria y la distribución de la tierra entre los campesinos que la trabajan frente a las oligarquías terratenientes, la subida de los salarios, la redistribución de los frutos de los recursos estratégicos del país –del cobre en Chile y del petróleo en Venezuela, Brasil o Bolivia- frente a las grandes multinacionales extranjeras o el programa “Hambre Cero” de Lula en Brasil, son ejemplos de la aplicación de políticas para redistribuir la riqueza.
Brasil “Hambre Cero”
El programa “Hambre Cero”, puesto en marcha por Lula en Brasil, es un ejemplo. Por sus logros, sacó a 30 millones de personas de la pobreza; y por el reconocimiento internacional de la ONU.
Lula puso los beneficios del petróleo al servicio del programa “Hambre Cero”. En diez años pasó de invertir poco más de 850 millones de euros a 10.700 millones de euros anuales.
En palabras del ministro Graziano Da Silva, responsable del programa: «Hambre cero fue un programa local consistente en promocionar las pequeñas explotaciones agrícolas para favorecer el aumento del cultivo de productos básicos como el arroz y las judías, en especial en las regiones áridas del sureste de Brasil… Para lograr el objetivo resultaron claves las llamadas ‘bolsas familiares’ que pusieron a disposición de la población pobre recursos financieros para poder comprar en los mercados locales productos que precisan para su consumo diario y estimular la producción local». Y programas complementarios en Educación y creación de empleo.
Redistribuir la riqueza es transferir una parte sustancial de la que se apropia y concentra una minoría al servicio de la gran mayoría y del país
Estas declaraciones encierran la clave del programa: establece la diferencia entre lo que es una política asistencial, paliativa, basada en subvenciones y endeudamiento público, y una política de redistribución de la riqueza con un objetivo: la reintegración laboral y social de las personas y las familias beneficiadas por el programa, rompiendo la cadena de transmisión de la pobreza de padres a hijos.
Los resultados reconocidos internacionalmente son estructurales, permanentes y no coyunturales. Hoy en Brasil el 43% de las personas que se han beneficiado del programa, están estabilizadas laboral y socialmente.
Recortes Cero y la redistribución de la riqueza
Recortes Cero no ha “inventado” la redistribución de la riqueza. Se ha puesto a trabajar para aplicar esta reivindicación en España. Atendiendo a las condiciones particulares de nuestro país y como respuesta al durísimo proyecto de saqueo e intervención extranjera a que estamos sometidos desde que Obama llamó a Zapatero en mayo de 2010 para cambiar radicalmente su política económica e imponer la senda de los recortes. Y ante una nueva recesión, evitar que nos apliquen las mismas recetas que han permitido que la riqueza se siga acumulando en unas pocas manos.
Con un objetivo: dar una salida a la crisis favorable al conjunto de las clases populares, que representan más del 90% de la población, y a los intereses colectivos de todo el país.
¿Cuál es el criterio fundamental para Recortes Cero de por qué hay que redistribuir la riqueza?
España es un país rico. Es la cuarta economía de la zona euro y la catorce del mundo. El PIB español superó el billón de euros en 2007. Desde entonces, ni en los peores años de crisis, ha estado por debajo. Hoy alcanza 1,1 billones de euros.
El problema es que esos recursos están en manos y al servicio de una ínfima minoría, de la oligarquía española y el capital extranjero. Gracias al saqueo acumulado, los bancos mantienen 3,5 billones de activos y el 1% más rico tiene más riqueza que el 70% de la población.
Qué podríamos hacer si pudiéramos disponer de una parte sustancial de esa riqueza, ¿un 25% equivalente a 1 billón de euros?, para destinarla a reindustrializar el país, a cambiar el modelo energético por uno de energías renovables, subir las pensiones y los salarios, crear empleo de calidad, cambiar la España vaciada, impulsar la transformación y el desarrollo de pymes y autónomos, mejorar la sanidad, educación y dependencia…
Hay riqueza y la alternativa es redistribuirla. Redistribuir la riqueza no es aumentar el gasto público endeudando al país. No es “repartir un poco” para paliar la precariedad, ni “repartir el trabajo” como si fuera un bien escaso “para trabajar todos/as”.
Redistribuir la riqueza es transferir una parte sustancial de la que se apropia y concentra esa minoría al servicio de la gran mayoría y del país. Con medidas como la devolución de los 125.000 millones de euros del rescate bancario, una reforma fiscal progresiva para que paguen más quienes más riqueza acumulan y más ganan, o una auditoría y moratoria en el pago de la deuda. Y reinvertir esos recursos en generar nueva riqueza y empleo al servicio de los intereses del país y de las necesidades de la gente.