La realidad manda, y el pragmatismo se impone sobre Venezuela. Por primera vez en muchos años, Washington y Bruselas se abren a levantar las sanciones que asfixian la economía del país caribeño y castigan duramente a su población. El secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, y el Alto Representante de Política Exterior de la UE, Josep Borrell, han emitido un comunicado conjunto en el que abogan por una “solución pacífica” y negociada al conflicto político venezolano. Algo que no implica en modo alguno el fin del intervencionismo de EEUU sobre Venezuela, pero que sí supone un cierto reconocimiento del fracaso de las políticas abiertamente golpistas de las anteriores administraciones norteamericanas.
“Valoramos los avances sustanciales y creíbles para restaurar los procesos democráticos y las instituciones en Venezuela y estamos dispuestos a revisar la política de sanciones sobre la base de un progreso significativo en una negociación amplia”, señala el comunicado conjunto de Blinken y Borrell. Poniendo como condición “la liberación incondicional -por parte del gobierno de Maduro- de todos aquellos detenidos de manera injusta por motivos políticos” , EEUU y la UE se muestran dispuestos a una revisión general de unas sanciones económicas que se endurecieron al límite con la administración Trump, tratando de crear el máximo malestar y padecimiento a la población, condición necesaria para el apoyo social a los sectores más golpistas de la oposición, encabezados por el «autoproclamado» presidente Juan Guaidó.
La «guerra económica» y las sanciones asfixiantes impuestas por Washington -secundadas más o menos firmemente desde sus aliados europeos- no han servido para hacer caer al gobierno bolivariano. La vía del «levantamiento cívico-militar» instigada por el «autoproclamado» Guaidó hace tiempo que fracasó, y hasta Trump acabó dándole la espalda. Pero sí ha servido para recrudecer los padecimientos del pueblo venezolano, que vive una auténtica crisis humanitaria, con grandes carestías de productos básicos. Hasta seis millones de personas han salido de Venezuela, hacia los países vecinos, huyendo de la miseria.
Se trata de un notable giro en la táctica intervencionista de Washington sobre Venezuela. En los últimos años EEUU lo ha fiado todo a provocar una situación extremadamente antagónica, llevando a Venezuela a la ingobernabilidad por el sufrimiento de la gente y la hiperpolarización política. Además de instigar el «golpe blando» de Guaidó, Trump llegó a considerar la opción de una intervención militar en Venezuela.
También la diplomacia europea se ha ido rindiendo a la realpolitik. Los países de la UE llegaron a reconocer a Guaidó como legítimo presidente de Venezuela, pero luego la realidad les dio en las narices. Haciendo gala de esa doble moral tan propia de la UE, al mismo tiempo que siguen sosteniendo que las elecciones de 2020 -caracterizadas por una gran abstención, como las recientes en Francia, y que dieron a Maduro como ganador- no son válidas, en los hechos se avienen al pragmatismo: Maduro es el que controla la situación del país y la relación con su gobierno resulta inevitable.