Miguel del Arco y la compañía Kamikaze Producciones se han convertido en un referente del buen teatro y la producción independiente
La aventura independiente del teatro, o en cualquier terreno de la cultura, parece que es hoy más difícil que nunca, ¿por qué deciden poner en marcha kamikaze producciones?Casi no es una decisión sino la realidad la que nos empuja a ello. Siempre sueñas con hacer las cosas de una determinada manera pero supone más riesgo y es más trabajoso, así que esperas (o desesperas) a que suene el teléfono y que te ofrezcan un trabajo. La mayoría de las llamadas no nos entusiasmaban así que decidimos que había que salir al ruedo. Kamikaze empezó haciendo cortometrajes. Funcionaron bastante bien y eso nos animó a acometer nuestro primer trabajo en teatro “La función por hacer”. Tuvimos la suerte de juntar un grupo de personas con las que disfrutábamos trabajando. El espectáculo tuvo mucha proyección y eso facilitó el siguiente proyecto. ¿Cree que es un modelo de teatro, de compañía polifacética, que surge como respuesta a las dificultades de la crisis, o es más la tradición de la libertad?Nuestro subidón profesional ha coincidido con la debacle del país. Yo siempre había pensado que nuestro sector estaba un poco apoltronado, esperando una llamada externa para que las cosas se produjeran, y con muy poca vinculación entre los diferentes sectores: dramaturgos, actores, directores, producción…Como la necesidad aprieta creo que esto lo hemos entendido y nos hemos esforzado en que se produzcan las sinergias necesarias. El equipo se ha ido agrandando y se ha ido cuajando a lo largo de estos tres años de trabajo intenso. Ahora abordamos los nuevos trabajos juntos desde el principio; todo el mundo habla y participa. Aitor Tejada lleva la producción tan involucrado en la parte artística como lo pueda estar yo. Y es evidente que no somos los únicos que lo estamos haciendo. De ahí la buena salud creativa del teatro. Personas que se juntan y hacen todo lo posible para sacar un espectáculo adelante sin que los miembros del equipo trabajen como si estuvieran en departamentos estancos. ¿Crees que el papel del teatro debe ser el de desentrañar la sociedad y mostrar la verdad?Eso es lo que ha hecho siempre el teatro y el arte en general. En momentos en los que el hombre se enfrenta a una gran crisis, no solo económica, sino de valores e instituciones, necesitamos contar historias que nos ayuden a entendernos. Hoy en día esto es más necesario que nunca. Cuando hay que reinventar los parámetros de convivencia la expresión artística puede ser muy útil para explorar. ¿Cuál cree que son las claves del éxito que estáis obteniendo?El trabajo en equipo. El teatro es una actividad colectiva, y o entiendes esto desde la génesis o no vas a ninguna parte. He estado en muchos montajes en los que parecía que el lema era: sálvese quien pueda. Es una manera de funcionar, no digo que no. A mí particularmente me gusta más que la gente sea feliz trabajando y se sientan emocionalmente involucrados con lo que estamos haciendo.«El teatro es una actividad colectiva, y o entiendes esto desde la génesis o no vas a ninguna parte»Nos hemos enfrentado a montajes con presupuestos muy ajustados y a otros con algo más de margen. En un caso u otro siempre se trata de rentabilizar lo que tienes con el talento del equipo. Da mucha confianza saber que lo que no se me ocurra a mí se le ocurrirá a los actores o a Eduardo Moreno, el escenógrafo, o a Juanjo Llorens, el iluminador, o a Sandra Vicente, la sonidista, etc. Y que entre todos mejoraremos cualquier decisión que se tome. Estoy rodeado de gente de grandísimo talento que confían en mí plenamente porque yo confío en ellos de la misma manera.Puedes llamar a grandes profesionales pero luego también tienes que tener la suerte de que funcione la química entre ellos. Se produjo con los actores de “Veraneantes” como se produjo con los de “De ratones y hombres”. No los conocía personalmente pero, desde el primer día, se produjo algo mágico.En el primer ensayo les dije que a mí me gusta trabajar desde el amor y el humor. Eso te asegura de alguna manera el derecho a fracasar, a plantear cosas que puede que no funcionen y desecharlas con rapidez para poder probar otras. Me gusta rodearme de gente que no deseche las cosas antes de haberlas intentado. En una profesión que está tan sometida al juicio externo es necesario muscular la flexibilidad mental para no convertirte en tu peor enemigo.¿Qué ha convertido a “De ratones y hombres” en una obra de tanto éxito? Cuando leía la función me reía mucho con Sandra Vicente, que junto al músico Arnau Vila hizo la banda sonora, un trabajo excepcional. Sandra me decía “¿por qué vas a montar esto? No puede ser más negro”. Es verdad que es un texto oscuro pero iluminado por una luz muy pequeña que me interesaba. Me interesaban el amor que destilan sus personajes. La persecución del sueño de prosperar, de vivir en un mundo a salvo de la hostilidad, de la proeza de enfrentarse al fuerte siendo el más débil. Eso es lo que arrebata al público. Incluso a pesar de no ser un texto redondo. Pero los personajes lo son y, sobre todo cuando son incorporados por dos actores como Roberto Álamo y Fernando Cayo; su complicidad, su generosidad y su entrega hacen brillar esa luz de la que hablo. Quizás que la inocencia sea la víctima permite que la gente se identifique con lo que pasa a su alrededor…Es la historia de la humanidad. Steinbeck escribió que si los seres humanos conseguimos entendernos conseguiremos respetarnos. “De ratones y hombres” es una historia pequeña sobre una gran falta de entendimiento. Es la inocencia del personajes de Lennie la que obliga a cambiar el prisma. El que hace resonar que “el hombre es un lobo para el hombre”. Pero también el que ilumina la grandeza del ser humano y su anhelo de justicia, porque en momentos determinados somos capaces de levantar la cabeza para preservar esa inocencia. Seguramente los fuertes acaparan los focos y son los que escriben los titulares, pero esta lucha, por pequeña que sea, es la que hace que la humanidad prevalezca. En “Juicio a una zorra” también aparece el amor pero de otra manera, es el culpable de todo, o todo lo que se puede hacer por amor… ¿o solo buscabas una historia épica?«Los fuertes acaparan los focos y escriben los titulares, pero esta lucha es la que hace que la humanidad prevalezca»Quería huir de la historia épica. Quería contar la historia de un personaje archiconocido que nunca había tenido voz propia. Ese es el sentido del encargo del Festival de Mérida, convertir en protagonista a personajes secundarios de las grandes tragedias griegas y romanas. Hacer que la historia de Helena se convirtiera en su boca en una historia de amor es una licencia poética, aunque como no sabemos lo que sucedió también es una posibilidad. Seguí mucho el relato de la Odisea y otras fuentes que hablan de Helena de Troya. Algunos estudiosos al escuchar la función decían “¡eso no fue así!”, como si Helena fuera un personaje histórico real o tuviésemos la certeza de que las cosas sucedieron tal y como las contó Homero. La historia la escriben los poetas en algunas ocasiones pero sobretodo los más fuertes y los que han ganado. Me parecía una tontería pensar que una mujer en ese tiempo pudiera decidir todas las cosas que le pasaron en su vida, con quién se casó, por qué… A partir de ahí ficciono con la clara intención de hablar de alguien que solo decidió seguir al hombre al que amaba y por el que lo abandonó todo…Me interesa el personaje que se rebela. El viaje desde la inocencia y la debilidad hacia la fuerza por la aniquilación del miedo. Helena se deshace de sus miedos y ya no le preocupa si va a ser fulminada por un rayo o va a haber otra invasión de Troya para recuperarla. ¿Quién puede decir que esto no ocurrió así? Las palabras sirven a propósitos y según como las utilicen unos u otros, la historia puede cambiar de cabo a rabo. Y si el personaje lo interpreta Carmen Machi no habrá más verdad que la que sale de su boca.¿Que le proporcionó la televisión cuando dio el salto al teatro?Mi vida profesional empieza con el teatro, la televisión llega después por la escritura de guiones y luego por la dirección. Para mí ha sido una escuela fabulosa, sobre todo por la disciplina que exige la velocidad a la que se tiene que producir. Me sigue interesando mucho pero si vuelvo espero que sea con otros tiempos. Los primeros días de dirección y realización viví en una pura ansiedad. Entonces no podía ser consciente de nada pero ahora soy capaz de ver el callo que me provocaron. No era fácil ponerse delante de un equipo de cien personas y dar a entender que sabes exactamente lo que quieres y lo que hay que hacer. Teníamos una broma familiar: salía a la calle y todo el mundo me señalaba al grito de: “¡farsante!”. Es casi el mismo ejercicio que hace Helena: enfrentarte a tus miedos e intentar superarlos. Al final todo es contar historias. Cambian los formatos pero los mimbres tienen mucho en común.