Con más de medio millón de contagios y superando los 30.000 fallecidos, la Covid-19 se extiende por Iberoamérica, revelando al hacerlo la dimensión social de la pandemia, así como las respuestas políticas que se dan a la misma. Mientras que gobiernos como el brasileño agravan el problema, el progresista ‘Grupo de Puebla’ lanza una alternativa para el continente basada en la protección de la salud pública y en la soberanía y la redistribución de la riqueza.
El virus ya se extiende por todo el continente, planteando un serio desafío a unas naciones que -por sus características socioeconómicas- tienen serias dificultades para mantener las medidas de confinamiento, cuarentena y distanciamiento social que aconseja la OMS. La inmensa mayoría de la población latinoamericana -clases trabajadoras y pobres- dependen de un trabajo diario e informal, y las 8 o 10 semanas de confinamiento necesarias para controlar la pandemia son difícilmente aplicables sin políticas de salud pública y auxilio social.
En el informe de la Comisión Económica para América Latina de la ONU (Cepal) sobre la Covid-19 del 12 de mayo, se advierte ya un notable incremento de la pobreza estructural en el continente: aumento considerable de niños trabajando, repunte de la economía sumergida (que ya en 2016 era del 53,1 %), desnutrición en alza causada por la situación laboral… Un aberrante aumento de la desigualdad y del abismo social. De hecho, en apenas un mes y medio, ya hay en América Latina un millón y medio más de pobres que los que había antes del comienzo de la pandemia.
A los efectos de la pandemia biológica hay que sumar los devastadores efectos sociales que tendrá la «pandemia económica». “En 2020 América Latina verá una caída del 5,3% del PIB, una contracción del empleo de aproximadamente un 3,5% y un incremento de la pobreza de 4 puntos y medio, así como de la miseria en poco más de 2 puntos, un registro crudo e inédito en la historia latinoamericana”, dice el informe del Cepal.
Dado que las relaciones económicas del continente hispano con el gigante del norte son especialmente intensas, es lógico esperar que Washington aprovechará la crisis para imponer un mayor saqueo e intervención en gran cantidad de países latinoamericanos, sea en forma de deuda o de políticas «neoliberales».
Podemos empezar a vislumbrar qué tipo de políticas va a tratar EEUU de imponer en Hispanoamérica observando la gestión -tanto de la pandemia como de las medidas económicas y sociales- del gobierno brasileño de Jair Bolsonaro.
Bolsonaro como vector de la Covid-19
Brasil es ya -con más de medio millón de casos y cerca de 30.000 muertos- y solo tras EEUU, el segundo país del mundo más afectado por la Covid-19. Pero al ritmo que se multiplica la enfermedad, el país se perfila ya como claro candidato a próximo epicentro mundial de la pandemia.
Nadie es responsable de este virus, pero sí de las políticas para contenerlo, anteponiendo la bolsa o la vida. Bolsonaro -casi como su nombre parece indicar- ha optado por lo primero.
No solo ha ignorado la gravedad de la pandemia, llamado «gripecilla» a la enfermedad. No solo ha despreciado a expertos y científicos, defenestrando a dos ministros de Sanidad cuando contradecían sus órdenes u obligando a las autoridades sanitarias a emitir pautas arbitrarias y recomendar la hidroxicloroquina, un medicamento bajo sospecha de contraindicaciones para pacientes de coronavirus. No solo no hay plan de acción, ni prioridad, ni atención especial del Gobierno brasileño para enfrentar la Covid-19 («¿qué quieres que haga?. Soy un Mesías pero no hago Milagros», le dijo Bolsonaro a los periodistas).
No solo hay negligencia ante una enfermedad que afecta sobre todo a las clases más empobrecidas y vulnerables de Brasil. Bolsonaro ha atacado activamente las medidas de protección de la salud pública, encabezando manifestaciones en protesta por el confinamiento. Según Bolsonaro, las cuarentenas pueden provocar un “caos” social y representan una amenaza para la “normalidad democrática”. Defendiendo sin tapujos que primero van los negocios, y después la vida de la gente. “¿Van a morir algunos? Van a morir, oye, lo siento. Así es la vida, esta es la realidad. No podemos detener una fábrica de automóviles porque hay 60.000 muertes de tráfico al año, ¿verdad?”, declaró -usando el mismo símil que Donald Trump días atrás- en una entrevista telefónica en el canal Band TV.
Una alternativa progresista para combatir la doble pandemia
Frente a este «modelo de gestión» de la pandemia y de la crisis económica, cuyo caso más extremo es Bolsonaro -pero que han seguido en distinto grado gobiernos derechistas y pronorteamericanos como el colombiano o el chileno- se han alzado otras voces que exigen una alternativa diametralmente opuesta. Una de ellas es la del llamado «Grupo de Puebla».
Se trata de un foro de líderes progresistas de Iberoamérica constituido en la ciudad mexicana en julio del año pasado, entre los que están expresidentes de la relevancia de los brasileños Lula da Silva y Dilma Rousseff, el ecuatoriano Rafael Correa, el boliviano Evo Morales y el uruguayo José Mujica, además del colombiano Ernesto Samper y el español Rodríguez Zapatero. También asistió el actual presidente argentino Alberto Fernández o economistas como el Premio Nobel norteamericano Joseph Stiglitz.
La declaración de este foro progresista exige una agenda alternativa a las opciones neoliberales para afrontar la emergencia sanitaria en el continente. La pandemia, dice el Grupo de Puebla, ha evidenciado la “necesidad de estructurar verdaderas políticas públicas de reconocimiento del derecho al mínimo vital mediante programas que tuvieron éxito en el pasado reciente de gobiernos progresistas y otros nuevos como la garantía de una renta básica inicialmente extraordinaria”.
Sus firmantes llaman a lograr una moratoria para la asfixiante deuda externa de los países latinoamericanos, a implantar políticas fiscales progresivas y equitativas que impidan que el peso de la crisis vuelva caiga sobre los más desfavorecidos, y a que se levanten las sanciones -impuestas desde Washington- contra Cuba y Venezuela.
El manifiesto del Grupo de Puebla llama además a la unidad de las fuerzas y Gobiernos progresistas de todo el continente frente a las opciones conservadoras y neoliberales alentadas desde el Norte.