Dos meses después de la primera erupción de Cumbre Vieja, la lava sigue arrasando carreteras y edificaciones, miles de personas continúan desplazadas, la pérdida de las cosechas alcanza cifras históricas… El dolor y la preocupación, junto con el rugir del volcán, se han instalado en la vida isla. ¿Cuándo llegarán las ayudas prometidas?
Desde el pasado 19 septiembre, los habitantes de la Isla Bonita atraviesa una situación límite. La erupción del volcán, el implacable avance de la lava y la invasión del aire por las partículas de ceniza tiene duras consecuencias para palmeros y palmeras.
Según los últimos datos, la lava ocupa ya más de 1.000 hectáreas y ha afectado a cerca de 3.000 edificaciones. Más de 80 kilómetros de carreteras han quedado inutilizados y la producción de plátano – el primer producto de exportación de la isla -, se ha perdido hasta en un 80% en el Valle de Aridane. Los daños materiales se cifran en unos 75 millones de euros. Y 7.000 personas que se han visto afectadas por esta catástrofe, han perdido sus casas, sus negocios, sus recuerdos… Todo.
Ayudas prometidas y prometedoras
Desde pocos días después del inicio de la erupción, el Gobierno Central ha anunciado distintas partidas de ayudas ante la catástrofe. 10,5 millones de euros para viviendas y enseres, 214 millones para infraestructuras, agua, empleo, agricultura, turismo y beneficios fiscales, 6,7 millones para ayudar a agricultores, ganaderos y pescadores y 63 millones para el Plan Extraordinario de Empleo. Además de las ayudas oficiales hay que sumar 4,7 millones para las dos desaladoras para el riego de Puerto Naos y los 2,8 millones el medio centenar de viviendas públicas y prefabricadas.
En el Valle de Aridane se ha perdido un 80% de la producción de plátano
Por el momento, se han empezado a utilizar los fondos aprobados por Moncloa a través de ayudas indirectas como el alojamiento en hoteles, la instalación de las desaladoras, la compra de viviendas o la aprobación de “ERTEs volcánicos”, específicos para las empresas afectadas por la erupción de Cumbre Vieja. Pero las ayudas directas a los vecinos damnificados siguen siendo promesas que aún no se materializan.
Gente sin casa, casas sin luz
Actualmente hay unas 7.000 personas desalojadas en la isla de La Palma. Alrededor de 600 están viviendo en hoteles, el resto se encuentran en segundas residencias o casas de familiares. “Te dan comida, te meten en un hotel del que no se puede salir por estar muy cerca de la erupción”, declara un vecino.
Algunas de las personas resituadas en los hoteles reciben algún dinero para gasolina, transporte y gastos básicos, pero no todos tienen la misma suerte. Mayoritariamente, los afectados están recurriendo a sus ahorros, a donativos de familiares y amigos o a las ayudas de Cruz Roja y Cáritas.
Su principal preocupación: tener un hogar donde rehacer la vida con sus familias. La impasible burocracia está retrasando la entrega de las casas, y no ha sido hasta hace poco que algunas familias han podido ir a visitarlas. La decepción ha sido mayúscula. Las casas no tienen luz ni agua, y el alta del contrato irá a cuenta de los nuevos inquilinos. Son casas vacías, sin muebles, que los beneficiarios deberían acondicionar para tener un sitio decente donde vivir.
Las casas otorgadas no tienen luz ni agua, y el alta irá a cuenta de los inquilinos
La otra cara de la moneda
Mientras el olvido y el desamparo de las instituciones oprimen a los afectados, otra realidad marca un camino diferente. Desde el primer momento ha hecho mella la emotiva y solidaria respuesta del pueblo palmero, canario y español, expresado en forma de donaciones y de ayuda directa. Voluntarios y voluntarias de todo el país continúan viajando a la isla para aportar su granito de arena. Los medios se han hecho eco de distintos proyectos con personas de distintos lugares y trayectorias que están poniendo todo su empeño y corazón en ayudar a los damnificados. Un ejemplo para aquellos que, teniendo los medios para realmente revertir la situación, ponen trabas para hacerlo.
Las instituciones deben aprender de este camino, y también abrir sus oídos a las asociaciones de vecinos de la isla levantan la voz. Estas reivindican su papel y exigen poder participar con las administraciones públicas en la toma de decisiones. La urgencia y gravedad de la situación exige atender de forma rápida y eficaz a las necesidades del pueblo palmero, de forma democrática, escuchando su voz.