El primer puesto alcanzado por “la lista de Puigdemont” dentro de Cataluña en las europeas, o la posibilidad de que ERC conquiste la alcaldía de Barcelona, han vuelto a reavivar el discurso que nos habla de que “el independentismo ha ganado las elecciones”. Una vez más, hay que recurrir a los hechos para eludir las mentiras de la propaganda. Lo que los datos nos dicen es que en estos comicios se ha vuelto a demostrar la imposibilidad del independentismo para alcanzar una mayoría en las urnas. Es más, la realidad es que, a pesar de que siguen constituyendo un peligro, las élites independentistas han perdido apoyo social en comparación con lo que sucedió en las municipales de hace cuatro años.
El “caso Barcelona”
La lista de ERC, encabezada por Ernest Maragall, ha sido la más votada en las municipales celebradas en la ciudad de Barcelona. Inmediatamente, las fuerzas favorables a la ruptura han difundido la idea de que, por fin, “el independentismo ha conquistado la capital”. ¿Esa es la realidad o los hechos nos dicen exactamente lo contrario?
ERC ha sido la lista más votada, pero superando solo por poco más de 4.000 votos a Barcelona En Comú. Ernest Maragall ha obtenido un 21,35 % de los votos, que suponen un 14,47 % del censo. Es decir, le han votado uno de cada cinco votantes, y ha recibido el apoyo de poco más de uno de cada diez barceloneses.
Es cierto que ERC ha duplicado los votos obtenidos hace cuatro años. Pero también lo es que Junts per Catalunya ha perdido la mitad de los votos que sacó CiU en 2015. O que otras candidaturas independentistas, como la CUP, que tenía 3 concejales, o Barcelona-Primàries, apadrinada por la Assemblea Nacional Catalana, no han obtenido concejales, ya que han quedado por debajo del 5 % de los votos.
La realidad es que los partidos independentistas tienen en Barcelona menos concejales y menos votos que los no independentistas. Los 15 concejales de ERC y Junts per Cataluña sumados son minoría en comparación con los 26 sumados de las fuerzas que no son partidarias de la ruptura. Y en estas elecciones municipales se han contabilizado en Barcelona 160.000 votos más a las candidaturas que se han pronunciado en contra la independencia. Solo la suma de los votos de Barcelona en Comú y el PSC-PSOE (sin contar con Ciudadanos o el PP) supera en 60.000 votos a los de ERC y Junts per Catalunya. ¿Dónde está la “mayoría independentista” en Barcelona?
Lo que retrocede no puede avanzar
De 2015, cuando se celebraron las anteriores municipales, a 2019, cuando se han vuelto a realizar comicios locales, han sucedido muchas cosas en Cataluña. Estalló el procés, con el referéndum del 1-O y la posterior declaración unilateral de independencia, Puigdemont huyó de la justicia, se está juzgando a una parte de la élite independentista… ¿Cómo se ha traducido esto en las urnas? ¿El independentismo ha ganado apoyos, en respuesta a la “represión española”, como algunos afirman? Nada de eso. Si contabilizamos los votos de las municipales en toda Cataluña, las candidaturas independentistas obtuvieron en 2015 un 45 % del total, mientras que en 2019 se han quedado en un 42,34%.
Eso, se mire como se mire, es un retroceso. Los datos de las municipales en la provincia de Barcelona, donde se concentra buena parte de la clase obrera y el pueblo trabajador, son expresión de los límites del independentismo en Cataluña. Las candidaturas partidarias de la independencia han retrocedido, pasando de suponer el 40,38 % de los votos hace cuatro años a solo un 36,47%, es decir, les han votado poco más de uno de cada tres.
Tras las generales, el Centre d’Estudis d’Opinió (CEO) (el CIS de la Generalitat) admitía que los partidarios de la independencia de Cataluña habían descendido casi cinco puntos, pasando de representar el 39,7% a solo el 35%. Por una vez, las encuestas tenían razón. Y los resultados de las municipales han confirmado este retroceso del independentismo en Cataluña.
Existe una mayoría por la unidad en Cataluña que se ha vuelto a manifestar en estas elecciones. Han castigado la conciliación con las élites independentistas de Catalunya en Comú y Podemos, que pierden en Cataluña 120.000 votos. Y se ha producido una concentración del voto progresista por la unidad en torno al PSC, que gana en la provincia de Barcelona, alcanza una clara hegemonía en el “cinturón rojo”, y, en el conjunto de Cataluña, queda a solo 50.000 votos de ERC.
Cuando quien pierde dice haber ganado
La candidatura encabezada por Carles Puigdemont ha obtenido casi un millón de votos en las europeas celebradas en Cataluña. Ha superado en 250.000 votos a ERC y casi ha duplicado los obtenidos por CiU hace cuatro años. Estos hechos han provocado que algunas voces intenten convencernos de que Puigdemont ha recuperado la hegemonía en el campo independentista, perdida tras ser superado por ERC en las pasadas generales.
La realidad es muy diferente. Es cierto que el “factor Puigdemont” ha intervenido, movilizando un voto de protesta independentista en las europeas. Pero la auténtica correlación de fuerzas en Cataluña se medía en las municipales, donde se decidía poder territorial efectivo.
Y allí, Puigdemont ha sufrido un sonoro batacazo. Tras cuatro años de procés, Junts per Catalunya ha obtenido en las municipales, en todo el territorio catalán, 150.000 votos menos que los cosechados por CiU en 2015, y ha perdido 539 concejales. Las pérdidas son mayores en la provincia de Barcelona. En 2015, CiU fue la fuerza más votada. Cuatro años después, ha perdido más de 100.000 votos, ocupa el tercer lugar y se queda a más de 300.000 votos del PSC. En la ciudad de Barcelona, Puigdemont se ha quedado en la mitad de votos y la mitad de concejales. Es decir, uno de cada dos barceloneses que les votaron en 2015 han dejado de hacerlo.
La debacle de Puigdemont. Peligros y fortalezas
Pero las europeas y municipales dejan también peligros y amenazas. El primer puesto obtenido por la “lista de Puigdemont” en las europeas en Cataluña va a ser utilizado por las fuerzas más agresivas del independentismo para impulsar la “internacionalización del procés”, utilizando su presencia en las instituciones comunitarias para atacar la unidad.
A pesar de haber retrocedido, y de representar menos del 30 % del censo, todo indica que las fuerzas independentistas van a poder controlar la alcaldía en aproximadamente el 65% de los 947 municipios catalanes. Eso implica la disposición de una red de poder territorial que, junto al control de la Generalitat, juega un importante papel para las élites independentistas. Y la posibilidad de que el ayuntamiento de Barcelona caiga bajo el control de ERC es una amenaza real que es necesario combatir.
Existe una mayoría social en Cataluña que rechaza la fragmentación. Esta es la razón de que, elección tras elección, el independentismo obtenga menos votos que los de las fuerzas no independentistas. Pero, al mismo tiempo, las élites independentistas demuestran tener los recursos y la capacidad para ganar nuevos espacios de poder. Lo evidencia el asalto a Barcelona, o el hecho de que una candidatura auspiciada desde la Assemblea Nacional Catalana, abiertamente independentista, haya ganado la presidencia de la Cámara de Comercio, uno de los centros neurálgicos de la gran burguesía catalana.