Hay pocas cosas a las que sean más adictos los estrategas del Kremlin que a la «maskirovka». Esta palabra rusa, que podríamos traducir al castellano como «ardid», «mascarada» o «maniobra de distracción» consiste en negar con vehemencia algo… para luego hacer exactamente eso. Durante meses, Putin afirmó una y otra vez que no iba a atacar Ucrania, pero el 24 de febrero reveló sus verdaderas e imperialistas intenciones.
Por eso, cuando las autoridades rusas advierten -sin aportar prueba alguna- a las potencias occidentales que Ucrania podría estar preparando una «bomba sucia» para lanzarla en su propio territorio (algo a todas luces ilógico), la acusación suena a algo más que a un bulo. Suena a que el Kremlin puede estar preparando -bajo una operación de falsa bandera– un ataque con esta arma radiactiva para justificar una mayor escalada en la guerra.
¿Qué es una «bomba sucia»? Aunque no tiene nada que ver con una bomba atómica en lo que a su poder de destrucción se refiere, pero una bomba sucia radiactiva -un explosivo que nunca ha usado ningún ejército regular- podría generar muchos ‘Chernobyls’. Se trata de una bomba convencional a la que se le añade material radiactivo, para que tras la explosión se disemine por un área extensa, contaminando mortalmente el lugar -una comarca, una cuenca hidrográfica- por entre 30 y 50 años, dejándolo inhabilitado para ser habitado y afectando (según su populosidad) a miles, decenas de miles o centenares de miles de habitantes, que tras inhalar el polvo con isótopos radiactivos se enfrentarían a cánceres y malformaciones por generaciones.
Tras cinco meses de silencio, el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú levantó su teléfono para hablar con sus homólogos de EEUU, Francia, el Reino Unido y Turquía. Les dijo que el gobierno de Zelenski planeaba atacarse a sí mismo con una «bomba sucia» y culpar a Rusia, para luego pedir una mayor implicación de la OTAN en el conflicto.
Si ya es totalmente inverosímil creer que el gobierno de un país que ya sabe lo que es tener un Chernobyl en su territorio esté planeando pegarse un tiro en el pie, provocando una catástrofe ambiental y sociosanitaria que seguiría actuando décadas después del eventual fin de la guerra, comprometiendo de manera gravísima la salud de regiones enteras y la economía de un país agrícola y exportador de alimentos como Ucrania… tenemos la tradición de ‘maskirovka’ del Kremlin, y su afición a los ataques de «falsa bandera» para justificar una mayor movilización de la población rusa en la guerra.
Dados los sistemáticos crímenes de guerra perpetrados por Rusia en Ucrania, dada la represión contra el propio pueblo ruso, con la detención de miles de opositores a la invasión o el reclutamiento forzoso de más de 300.000 nuevos soldados, y dada la burda manipulación de la opinión pública que diariamente hacen los medios de comunicación del Kremlin… ¿Cómo no temernos lo peor cuando Putin habla de «bombas sucias»?